España, Estados Unidos y países que colindan con otros que tienen grandes desigualdades en su sociedad como le ocurre a México se enfrentan al problema del narcotráfico, enquistado de forma peligrosa en muchas regiones del mundo y que puede extender sus tentáculos.

El narcotráfico que afecta a México no es reciente. Después de la Segunda Guerra Mundial, la llegada de mexicanos a Estados Unidos dejó de ser bienvenida, cortando de tajo un trasiego de personas que fue habitual, incluso después de la pérdida histórica de la mitad del territorio que formaba el México de entonces.

Apenas unas décadas después, los graves problemas económicos en México y el crecimiento de la población en el país dieron pie a generaciones empobrecidas de millones de personas que tuvieron pocas opciones, como la migración masiva “al otro lado” o a las grandes ciudades, la supervivencia desesperanzada en sus lugares de origen o, unos pocos, por el camino de la delincuencia a pequeña, mediana y gran escala, que incluía el tráfico de estupefacientes.

Desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, México ha vivido una estabilidad económica inédita  y, aunque la apertura de fronteras a los productos norteamericanos y la deslocalización de industrias americanas trajo beneficios al país, ningún gobierno mexicano consiguió reducir la pobreza que siguen sufriendo millones de personas.

Paralelamente, la sofisticación del comercio entre países, el acceso a tecnología de clase mundial y el nacimiento de una democracia con instituciones débiles derivó en una delincuencia ligada al narco, la económicamente más poderosa, y la hizo más influyente y peligrosa hasta el punto de matar a políticos y funcionarios en los más altos cargos… y de envenenar a millones de mexicanos con sus drogas ilegales y de generar a un ejército de cientos de miles de narcos que hoy mantienen una auténtica guerra en el territorio.

El autoengaño mexicano y su durísimo despertar

Durante las décadas de los setenta y ochenta en México se repetía el mantra que nuestro territorio era “país de paso” de la droga que iba rumbo hacia los Estados Unidos.  Sin embargo, el cambio económico en positivo que experimentaron algunas capas de la sociedad mexicana la convirtieron en un gran cliente para los narcos y en un mercado que requería de una gran cantidad de recursos humanos, formado por gente de todos los estratos sociales aunque se quiera hacer creer de que sólo está integrado por gente pobre.

El irresponsable laissez-faire de la administración foxista, la suicida estrategia de la “Guerra contra el narco” emprendida por Calderón y la incapacidad manifiesta del gobierno de Enrique Peña Nieto para parar al narco, a la par de la infeliz coincidencia con las presidencias norteamericanas de Bush Jr. y Obama, han generado quizás los delincuentes más ricos, mejor armados y eficazmente organizados que haya visto la humanidad, y a la que México difícilmente podrá hacer frente solo.

El autoengaño español sobre el narcotráfico

Aunque hay grandes diferencias entre ambos países, también hay paralelismos que deben tomarse en cuenta para el análisis de la situación del narco en España y que, por desgracia, no están entre las prioridades ni del gobierno ni de los grandes partidos políticos.

Diez años de una de las más duras crisis económicas en España dieron pie a una migración masiva, sobre todo de jóvenes, a una economía de subsistencia en amplias capas de la población, sólo parcialmente amortiguada por un amenazado estado del bienestar, y a un profundo deterioro de las instituciones, que se traduce no sólo en la irrupción de nuevos partidos, sino a la permisividad de actuaciones claramente antisistema.

Paralelamente, algunas zonas de España, sobre todo del sur, del arco mediterráneo español y el archipiélago balear han visto crecer el narcotráfico, socializado entre grupos cada vez más grandes de personas, al tiempo que se ha mantenido o incluso aumentado la permisividad de la droga en la sociedad española.

Los hechos recientes, protagonizados por narcos en Algeciras, Madrid y otras poblaciones españolas, son sintomáticos sobre lo que puede ocurrir en el futuro si no se comienzan a tomar medidas serias en contra de la lacra del narcotráfico.

Uno de los principales problemas que España puede cometer es autoengañarse pensando que lo que ha sucedido en México y otros países no puede pasar aquí.  Puede pasar y hay que atajarlo cuanto antes.