Se cumplen 76 años de la erupción de uno de los volcanes más jovenes de América Latina, el Paricutín, que tuvo nueve años de actividad hasta que, en 1952, se volvió a dormir. El escritor José Revueltas tuvo la oportunidad de meterse a las entrañas del volcán y escribir una crónica en 1943.

ANGAHUAN (Michoacán), México.- El Paricutín, ubicado en Michoacán, es el único volcán del siglo XX que cuenta con acta de nacimiento: nació entre un maizal el 20 de febrero de 1943, a las 16:30 horas, entre el expoblado de San Juan Parangaricutíro (actualmente Nuevo San Juan, y que se refundó después del evento) y el pueblo de Angahuan.

La lava que expulsó recorrió cerca de 10 kilómetros y sepultó dos pueblos: Paricutín, que le da nombre y desapareció, pues quedó muy cerca del cráter, y San Juan Parangaricutíro, que se reinstaló con otro nombre en una zona vecina, relató Hugo Delgado Granados, vulcanólogo y director del Instituto de Geofísica (IGF) de la UNAM.

Publicada en El Popular en abril de 1943, en tres partes, la crónica “Visión del Paricutín” no sólo da cuenta del nacimiento del volcán más joven del mundo en Michoacán, en febrero de ese mismo año; Revueltas también se expresa como un narrador-testigo que modula una voz en primera persona que registra esa soledad milenaria, material y metafísica a un mismo tiempo, de los despojados del mundo.

Como afirmaba Carlos Monsiváis, también da cuenta de “la destrucción de los pueblos de Michoacán”: “Dionisio Pulido, la única persona en el mundo que puede jactarse de ser propietario de un volcán, no es dueño de nada. Tiene, para vivir, sus pies duros, sarmentosos, negros y descalzos, con los cuales caminará en busca de la tierra; tiene sus manos totalmente sucias, pobres hoy, para labrar, ahí donde encuentre abrigo”.

He allí el inicio de la crónica: un hombre es dueño de un pedazo de tierra, símbolo de su desposesión. La descripción puebla de significado histórico el cuerpo de Pulido, cubierto de ese color oscuro cuando, líneas más adelante, trenza esta primera historia con la lectura de una biografía de Francisco Pizarro, conquistador del Perú.

Revueltas, por medio de su narrador, dispone el texto de manera que lo que parecería un mero accidente geográfico hable de la historia de América: la gente del campo michoacano tiene los ojos rojos.

Las interpretaciones del origen de esas miradas bermejas abren campos semánticos que sugieren una interpretación política de la tristeza y el dolor.

A través de la concatenación de símiles (ojos que son como ojos…) Revueltas devela la relación que existe entre el cuerpo y la historia. Parece que los hombres llevan en su carne las huellas de los caminos recorridos. Es imposible negar la presencia de elementos poéticos en estas conexiones de sentido. El escritor toma una postura frente a la historia de nuestros pueblos desde el bastión de la literatura y con ello muestra que no hace falta el proselitismo burdo para sostener una idea contraria a la del discurso hegemónico.

Así como el cuerpo de los hombres, la tierra también guarda su propia historia y la lleva consigo, la erupción del volcán provocó la diáspora de ese pasado escondido. La crónica sobre el volcán termina de configurar el discurso subterráneo, el que aparece aludido, el que habla de algo más que el nacimiento del volcán, con una comparación entre las luces de la ciudad que se observan desde la entrada por la carretera y las ascuas de lava.

Visión del Paricutín, texto menor en el conjunto de la obra de Revueltas, contiene su poética concentrada. El cuidado verbal, la elección del tono y la creación de imágenes están al servicio del sentido y el argumento de los textos, las variaciones de intensidad y el ritmo de la prosa buscan filtrarse en el lector y crear surcos que permitan el nacimiento de conciencias renovadas.

“Otros miles más” padecen también la estridencia del volcán, el arrasamiento de la vida y de la muerte. Vivos sin muerte, muertos en vida, ebrios de lava todos, son mirados a los ojos por el testigo Revueltas, por un narrador que va buscando también lo que nadie puede ver: el llanto “terrible, siniestro y tristísimo” de la tierra; “una rabia humilde”, “una furia sin esperanza y sin enemigo”.

Reproducción de una imagen original de Olivares. Imagen: Flickr.

¿Qué fondo mítico e histórico sostiene al cronista Revueltas en su acercamiento a la suma de tragedias que va dejando el nacimiento de fuego del volcán Paricutín? Encontramos ya una resonancia bíblica plenamente secularizada y que posteriormente va a manifestarse como el punto de vista inicial en obras como Los días terrenales.

Revueltas afirma en su crónica:

En San Juan Parangaricutíro hay un pavor religioso, una fe extraída del fondo más oscuro de la especie, cuando el hombre huía de la tempestad y un dios frenético ordenaba el destino.

En el comienzo de Los días terrenales se puede leer otra manera de modular esta voz con resonancias míticas, primigenias, siempre sobre un relato que contrapuntea la experiencia bolchevique “a la mexicana” con su deshumanización basada en la sospecha conspirativa contra “cualquier heterodoxia”.

Esta belleza natural michoacana, según historiadores, representó el hecho de que por primera vez se tuviera la posibilidad real de ver nacer un volcán, y de cuyo tema existe gran información literaria e histórica, de la cual cuenta la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo  (UMSNH), desde el Departamento de Geología.

En vastas publicaciones detallan aspectos del surgimiento del volcán y su impacto en los pobladores que debieron migrar debido a que perdieron su patrimonio con el nacimiento de este volcán.

En la publicación Paricutín, una de las 12 maravillas del mundo, autoría del investigador nicolaita Pedro Corona, refiere que muchos no saben un dato al respecto, y es que en listados a nivel internacional el volcán es considerado como una belleza natural compartiendo con el Gran Cañón de Estados Unidos, El Everest, o las cataratas de Victoria. El citado texto universitario establece datos del nacimiento del volcán en los que se basa en testimonios de pobladores que tuvieron la oportunidad de vivir este fenómeno, quienes refieren que había ruidos subterráneos y pequeños temblores en la zona.

Cuatro días antes de su surgimiento apareció una fisura en el suelo de las tierras cultivadas, la cual comenzó cerca de Piedra del Sol, extendiéndose al Oeste hacia el Cerro de Canicjuata en aproximadamente 50 metros de largo, 5 centímetros de ancho y una profundidad de 50 centímetros.

Lugareños comentaron en ese tiempo que esta fisura se abrió por la tarde el 20 de febrero a las 16 horas, seguida de emanación de gases de olor a azufre y una pequeña columna eruptiva, para posteriormente emanar pequeñas rocas incandescentes y polvo, ampliando el cono.

Se expone que las erupciones más fuertes se dieron desde las 00 horas del mismo 20 de febrero y después del segundo día se dieron derrames de lava; en esta situación se mantuvo el volcán hasta 1948.

Sus periodos Especialistas mencionan a partir de sus tipos de erupciones y materiales arrojados, se identificaron cuatro períodos en el nacimiento del Paricutín, que tuvo nueve años de actividad que comenzó el 20 de febrero de 1943.

Nueve años duró el volcán en actividad; 76 años cumple en este 2019; 2.280 metros sobre el nivel del mar es la altura del terreno donde está el volcán; El poblado Paricutín, donde nació el volcán, fue sepultado y por eso se le nombró así al volcán con  424 metros de elevación.

En febrero de 1949 hubo un derrumbe y deslizamiento de bloques pero aparentemente ya se había apagado del todo la caldera del volcán, finalmente después de tres años dormido, en febrero de 1952 hubo otra erupción con una columna de hasta 3 kilómetros de altura que duró solamente un mes, y a partir de ahí, el gigante Paricutín se volvió a dormir.