El Fondo de Cultura Económica abrió sus puertas en España en 1963. Con la apertura de su filial, la gran institución cultural y editorial emanada de la Revolución Mexicana e impulsada con la colaboración del exilio republicano en México ponía, finalmente, su pica en Flandes. Había motivos de celebración y no era para menos.

A pesar de todo, sus comienzos fueron duros. En el país ibérico la dictadura franquista se encontraba en pleno auge y el marco legal que regulaba la transmisión de la información, la llamada Ley de Prensa, vigente entre 1938 y 1965, no lo pondría nada fácil. Durante los primeros años del Fondo de Cultura Económica en España, hasta el 40% del catálogo fue objeto de censura y obras como Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y La región más transparente, de Carlos Fuentes, se consideraron subversivas y, en consecuencia, fueron prohibidas. En el fondo (en el Fondo), abrir una sucursal en España era un acto de resistencia y el entonces director general, Arnaldo Orfila Reynal, lo sabía.

Quizá por ello, los primeros años del Fondo de Cultura Económica en España se encuentran envueltos en un aura romántica de semiclandestinidad y de rebelión intelectual.

Miguel de Unamuno. Antología. Selección e introducción de José Luis L. Aranguren. España: Fondo de Cultura Económica, 2007. [Reimpresión de la edición de 1964]

Tan es así que su primer gerente y editor, el mítico Javier Pradera, se vio en serias dificultades para publicar el único título editado durante un periodo de alrededor de diez años: una Antología de Miguel de Unamuno seleccionada y prologada por el filósofo José Luis L. Aranguren, libro cuya publicación terminó autorizándose aunque con la condición de que se suprimiera una línea del prólogo.

Algo parecido le ocurrió a Federico Álvarez, el profesor de literatura convertido en gerente de la filial del Fondo de Cultura Económica en España. Durante su gestión, allá por los años setenta, cuando el franquismo lanzaba sus últimos estertores y España se preparaba para una nueva etapa en su historia, algunos jóvenes militantes de Fuerza Nueva (asociación política de extrema derecha) reclamaron acaloradamente obras de José Antonio Primo de Rivera en la librería, a la que más tarde lanzarían bombas molotov, destruyendo sus escaparates. España, qué duda cabe, se encontraba en un intensísimo proceso de transformación política y cultural.

No obstante, con el transcurso del tiempo y con la regulación de la vida democrática institucional en el país, el Fondo de Cultura Económica se ha integrado a la perfección en la competitiva industria editorial española. Y lo que comenzó siendo una librería en la céntrica calle de Menéndez Pelayo 7, a un costado de El Retiro, se ha convertido en la librería Juan Rulfo, en el madrileño barrio universitario de Moncloa, en una distribuidora y en una editorial. Y próximamente, con la apertura de la Casa de México en España, en una la librería más: la Martín Luis Guzmán.

Como ocurre con todas las instituciones públicas mexicanas, el Fondo de Cultura Económica España ha tenido horas de altos vuelos y horas de absoluta discreción. Por su gerencia han desfilado los ya recordados Javier Pradera y Federico Álvarez (recientemente fallecido), pero también Ciriaco Tazón, Miguel Ángel Otero, Arturo Azuela, Margarita de la Villa, María Luisa Capella, Juan Marcelo Díaz Alessi y Martín Casillas de Alba. Y todos y cada uno de ellos en conjunto han logrado que el Fondo de Cultura Económica España siga conservando el lugar que le corresponde: el de la admiración de propios y extraños y el respeto de quienes durante el Franquismo y los primeros años de la democracia encontraron en sus publicaciones páginas que les devolvían la frescura del conocimiento y el entusiasmo por el cambio.