Mientras el 50% de los hogares en México no cuentan con computadora y conexión a Internet, estudiantes, maestros y padres de colegios privados se adaptan como pueden a las nuevas plataformas de una nueva educación virtual. La pandemia ha hecho más visibles la desigualdad en educación y la brecha digital en aumento.

Por Ángeles Garrido.

MADRID, España.  Al no poder acudir a clases, las escuelas y los colegios tuvieron que improvisar una educación por medio de plataformas digitales. En México, algunos centros privados que corresponden a una minoría privilegiada contaban ya con las tecnologías necesarias.

A la falta de recursos tecnológicos hay que añadir la escasa conectividad a internet de los hogares mexicanos. Aproximadamente el 50% no cuenta con computadora y acceso a internet. Como un 90% de la población tiene televisión, el gobierno ha utilizado este medio para mantener las clases de Preescolar, Primaria y Secundaria, divididas en horarios a lo largo de la mañana y emitidas a través de los canales Once niños, Ingenio TV y TV UNAM. Los contenidos se basan en los libros de texto oficiales.

Además, la Secretaría de Educación Pública (SEP) ofrece material didáctico a través de la plataforma Aprende en casa, disponible para los docentes de todo el país.

Nueva normalidad educativa en México, desigualdades en aumento

Foto de Element5 Digital (Unsplash)

Los colegios privados apenas las utilizan porque, aunque tienen la obligación de cubrir los contenidos oficiales, ofrecen un temario ampliado para justificar el precio de matrículas o colegiaturas y para garantizar una educación de calidad que se distinga de la pública.

Por esa misma necesidad de innovación, los colegios privados de México tuvieron que desarrollar sus plataformas digitales en cuestión de semanas. Acostumbrados a la educación tradicional, muchos profesores se han tenido que reinventar para poder identificar y seleccionar plataformas que ya existían pero que quizá no habían utilizado nunca. Esto obligó a los colegios a dar una capacitación de manera simultánea y exprés al personal docente, a padres, madres y a alumnos por medio de esas mismas herramientas online, una inmersión total en el mundo de la tecnología en cuestión de días.

Además de las cuestiones técnicas que esta adaptación implica, muchos colegios privados han hecho malabares para justificar las colegiaturas con la puesta en marcha, en tiempo récord, de plataformas digitales propias. Esto ha supuesto mayores gastos que van aparejados con la exigencia de descuentos por parte de los padres y la anulación de cobros por actividades extraescolares, lo que conlleva en muchos casos a prescindir de profesores que imparten clases no esenciales.

Los maestros han tenido que replantear no sólo las metodologías, sino también cómo lograr atraer y mantener la atención de los alumnos a distancia, garantizar el aprendizaje, la participación y la realización del trabajo de clase, y evaluar el progreso de los alumnos.

Su trabajo se complica por la continua auditoría de algunos padres que, al estar en casa, están pendientes de todo lo que sucede en clase. Así los profesores trabajan bajo una evaluación continua que puede producir mucho estrés. Muchas de las exigencias y cuestiones técnicas que plantean los padres podrían solucionarse sin su intervención. Sólo basta una buena comunicación entre el docente y el alumno como ocurre en una clase presencial.  La crisis conlleva un sobreesfuerzo que, en ocasiones, ha significado a duplicar las horas de trabajo de maestros, informáticos y encargados de comunicación de los colegios que reciben correos electrónicos y exigen respuestas a todas horas.

Esto no contradice el papel tan fundamental que juegan padres y madres ejercen un papel fundamental en este proceso educativo, sobre todo en el caso de los niños más pequeños que dependen de su ayuda para poder conectarse a las clases.  Si a esto añadimos que muchos padres trabajan desde casa, la tensión de cumplir con las obligaciones laborales y supervisar las tareas de los niños requiere de un gran esfuerzo no carente de frustraciones.

Se necesita colaboración de maestros, alumnos y padres para atajar una situación para la que nadie estaba preparado y garantizar la calidad de la educación hasta que la “nueva normalidad” permita que niños y jóvenes vuelvan a las aulas.