“El derecho a la información no justifica los excesos mediáticos. No hay derechos encontrados. Se informa adecuadamente y se respeta la privacidad de la gente”, sostiene el periodista Xavier Caño Tamayo a propósito del tratamiento mediático de la muerte de Julen, el niño que cayó a un pozo y a quien encontraron muerto después de días de trabajos de excavación.

Las televisiones han agitado el país a todas horas con la noticia de un niño de 2 años, Julen Roselló, que cayó por un pozo de unos 30 centímetros de diámetro y 107 metros de profundidad. Sucedió en Totalán, un pueblo de la provincia de Málaga. Durante trece días, más de 300 personas intentaron rescatar al niño con la ayuda de maquinas excavadoras y perforando pozos, más la actuación de especialistas en demoliciones, mineros y agentes de la Guardia Civil. Por desgracia, el niño caído en el estrecho pozo fue localizado sin vida por los equipos de rescate.

Sacado el cuerpo sin vida del niño, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, anunció que empezaba una investigación de ese terrible suceso para averiguar si había habido alguna negligencia en las circunstancias de la excavación de sondeo de agua. Por su parte, el Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA) considera que ha de estudiar el tratamiento mediático del accidente y rescate del niño por las televisiones por si se hubieran vulnerado derechos fundamentales de la familia del menor accidentado. Y, aunque ese CAA pidió a las televisiones que “huyan del amarillismo y de la espectacularización de esos casos”, parece haber sucedido justamente lo contrario. El artículo 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos proclama que nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación”.Aunque se refiere sobre todo a la protección de la ciudadanía frente al poder político u otro poder, también defiende el respeto al ámbito privado de la vida de las personas.

El generoso trabajo ininterrumpido de tantas personas para localizar y salvar al niño accidentado es una admirable muestra de conciencia solidaria. Acaso porque esas gentes ni siquiera se atrevían a imaginar cuanto sería el dolor si fuera hijo o nieto de uno el que hubiera caído por ese estrecho pozo. Por eso, tantos y tantos ciudadanos y ciudadanas se sintieron solidarios con la familia de Julen al tiempo que respetuosos con su sufrimiento.

Por lo contrario, las televisiones y algunos otros medios en Totalán montaron un circo mediático. El derecho a la información no justifica los excesos mediáticos. No hay derechos encontrados. Se informa adecuadamente y se respeta la privacidad de la gente. ¿Ha sido así?

Ante situaciones como la referida, se rememora la expresión latina  panem et circenses (pan y circo, literalmente), que resume la actuación de los emperadores de Roma cuando regalaban panes o sacos de trigo a la gente de la ciudad imperial, además de organizar luchas de gladiadores, carreras de cuadrigas y otros espectáculos gratuitos en el Coliseo. El objetivo de los tiranos era mantener tranquila, contenta y engañada a la plebe, que no se alborotaran ni se revolvieran por los problemas reales que tenían. En España se utiliza la expresión pan y toros, que viene a significar lo mismo y ambos son dichos que expresan una secular actuación de quienes detentan el poder político o económico para evitar críticas o rebeldías de la población.

No es que nadie se reúna en secreto para acordar convertir una dolorosa tragedia personal en espectáculo de masas. Es la propia cultura de este depredador sistema económico y social que lleva a situaciones como la que el Consejo Audiovisual de Andalucía considera que ha de investigar. La degradación que sigue a la pérdida de valores democráticos se ha de cortar de raíz para que no se extienda como la peste en la Edad Media.

En el filme La Jungla de Cristal 2, protagonizado por el actor Bruce Willis, un periodista intenta justificar su indecente actuación contra la privacidad familiar del protagonista pretendiendo que “todo el mundo tiene derecho a saber todo sobre todo el mundo”. Una afirmación absolutamente falsa. Pero sí es verdad que no hay ni puede haber nada por encima de los derechos humanos de la gente, incluidos los del citado artículo 12. Nada puede ser más importante y prioritario que los derechos. Punto de partida en el caso expuesto y en tantos otros, pues, de no ser así, el camino hacia la barbarie estaría abierto y expedito.