“Abrir cada mañana una librería es un poco como ir a la trinchera y resistir en nombre de las letras”, afirma Alejandra Díaz-Ortiz, una infatigable escritora mexicana que hace su particular revolución desde Latrescatorce (C/ García de Paredes 25), una librería fuera de lo común, ubicada en el madrileño barrio de Chamberi.

MADRID, España.- Autodefinida como analfabeta pasional, pagana y gambusina, su primer libro fue prologado nada menos que por Luis Eduardo Aute, quien alabó, en su momento, su “generoso caudal de imaginación, ingenio y un muy sutil cinismo”. Alejandra Díaz-Ortiz, afincada en España desde 2003, ha hecho de todo un poco. Sin temor a perder los anillos, ha sido lavandera profesional y vendedora de calendarios de puerta en puerta; fue productora de las giras musicales en México de Aute y Joaquín Sabina –quien, por cierto, le regaló una canción- y llegó a regentear un bar en un pequeño pueblo de la sierra de Segovia. Fue esposa del editor y poeta madrileño Carlos Álvarez-Ude y es autora de tres libros de relatos cortos Cuentos chinos, Pizca de sal y No hay tres sin dos (Trama Editorial) así como de Julia, una novela corta publicada por ViveLibro Editorial.

En entrevista exclusiva, Díaz Ortiz nos habla de su trayectoria y de su librería.

Librería Latrescatorce

¿Cómo te convertiste en escritora?

Aunque hace años, en México, trabajé como guionista para una serie de Sony Entertainment, y en España, para Jaime Darmiñan, lo cierto es que jamás me plantee escribir un libro. No estaba ni en mis aspiraciones ni en mi idea de trascender en esta vida. Pero como decía Lennon, ‘la vida es lo que planeas mientras suceden otras cosas’.

Mi primer libro surge como un acto de rebeldía a una dolorosa situación por la que estaba atravesando en aquella época. Yo había jurado que nunca me casaría, pero me casé. Y mi compañero de viaje estaba luchando ferozmente por su vida y yo, mientras lo acompañaba en esa lucha, me reía del amor, de las parejas, de la vida, en ese primer libro, Cuentos chinos. Nunca, insisto, pensé en publicarlo, hasta que apareció un editor más loco que yo, Manuel Ortuño, de Trama editorial y me lo ofreció. Aun así, estaba llena de dudas, ¿necesitaba el mundo otro libro imposible de definir?

Así que se lo hice llegar a mi querido Luis Eduardo Aute para que me ratificara que ese libro no era necesario para el mundo. Con él trabé una entrañable amistad mientras le producía sus giras en México, y que retomamos cuando decidí quedarme a vivir en España. Pues bien, pasaron los meses y no volví a saber nada de él, por lo que di por hecho que el libro era una porquería y que mi amigo había preferido dar la callada por respuesta. A los muchos meses, me dio su respuesta en forma de un generoso y entusiasta prólogo. Diez años justos han pasado de aquello. Las vidas nos han zarandeado a ambos, pero el libro se sigue leyendo, se sigue reeditando y, lo mejor, sigue sorprendiendo a los nuevos lectores.

Tras Cuentos chinos, vinieron otros dos libros de microrrelatos. Pizca de sal, “con el que disfruté mucho escribiendo, pues mezclé dos pasiones: la cocina y las palabras”, y poco después nació No hay tres sin dos, un libro inspirado en su otra pasión, la música. Y por en medio se coló Julia, una novela corta que escribí a raíz de una anécdota real. Un relato duro, de mujeres, de violencia de género, de solidaridad, de amor… Estoy pensando en reeditarla.

¿Cómo vives la realidad de nuestro “que-herido” México desde la distancia?

Aunque vivo desde 2003 en España, el contacto siempre ha sido estrecho. Tengo a mis hermanas y sobrinos allá, unos en la Ciudad de México y otros en Morelia. Todos los días nos ponemos en contacto y pasamos lista, aunque sea con un wasap. ¡Cuán importante se ha vuelto esa aplicación para sentirnos tranquilos! Me preocupa ver a mis sobrinos con las mismas inquietudes que cualquier chaval en España: estudiar, su primer empleo, ir de fiestas, tener una relación, etc., y que todo eso esté sujeto a una serie de protocolos y de códigos intrafamiliares para que pueda suceder. Es decir, si mi sobrina quiere ir al cine, tiene que estar en constante contacto con sus padres. Avisar el número de transporte en el que se sube. Mi cuñado, esperarla en la parada. Ambos, avisar a mi hermana que ya van a casa. Si el teléfono suena, no lo pueden contestar a la primera, ellos ya tienen su “contraseña”… Y así con todo… En el caso de mi hija, Daniela, que actualmente vive en Mallorca, su doble nacionalidad le permitió venir a terminar el bachillerato en Madrid. Hacer la carrera y comenzar a trabajar. No ha sido nada fácil para ella, pero, al menos, no ha tenido que temer que la secuestren, la violen o la maten, todos los días. Es verdad que ese riesgo existe en cualquier país, pero aquí, al menos, podemos confiar en la policía.

¿Y la realidad española?

¡Ah, la realidad española! Me gusta mucho la libertad que se respira, aunque a veces no saben muy bien qué hacer con ella. Parece que siempre están enfadados,  protestando por todo, sea bueno o malo, pero son una gente muy solidaria y muy cercana. Yo no puedo más que estar agradecida a este país que me ha dado una hermosa hija. Me hizo escritora. Me hizo librera. Me hizo una mujer casada. Me hizo viuda y, en la actualidad, me ha hecho una pensionista preparando su quinto libro.

¿Cómo y por qué se le ocurre a alguien abrir una librería?

Cuatro amigos que deciden ir a tomar unos vinos a Chamberí, pasan delante de un hermoso escaparate vacío. Uno dice: ‘¿Se imaginan aquí una librería?’ Entonces, otro responde: ‘Pues sí, pero no una librería cualquiera’. Entonces yo digo, ‘Sería genial traer artistas mexicanos y…’. Y así fue el cómo. El porqué es más complicado. Los cuatro socios teníamos nuestros trabajos y propias ocupaciones que solían coincidir justo en el tema de los libros y la cultura. Y en los vinos, claro. Pero de repente se nos presentaba la oportunidad, en este maravilloso local de Chamberí, de hacer la “revolución” de verdad. En la librería, intentamos mantener un vínculo vivo con México. Hemos cedido nuestro espacio para talleres infantiles y alguna presentación de libros. Trabajamos con Lala Luna Design y con Maribel Rojas que nos proveen de artesanía mexicana y de láminas y tarjetas diseñadas por ellas. De hecho, los muebles que tenemos fueron proyectados y fabricados por la arquitecta mexicana, Perla Torres, que también nos ha hecho algunos objetos de madera para la venta con la firma de Renovarte, su empresa.

Estoy muy orgullosa de seguir trabajando en pro de la cultura y el arte de México, que, por otro lado, gusta mucho a los madrileños. Me gusta que los que vienen a la librería descubran piezas hechas por artesanos de Pátzcuaro. Que se entusiasmen con las piezas de cartón del maestro Sotero Lemus. O cuelguen de su techo un móvil hecho por Perro feo shop, un paisano de Gijón. Me gusta que sepan que los mexicanos no solo hacemos tacos ni somos sólo Frida.


Si quieren seguir conociendo a esta mujer revolucionaria, asómense a su blog https://alejandradiazortiz.wordpress.com,  o visiten Latrescatorce, donde seguro encontrarán una sorpresa.