La pobreza y la falta de educación convierten la desnutrición y la obesidad infantil en México en realidades con causas comunes, como nos cuenta Carmen González Rincón en esta nueva colaboración.

 Se estima que en México hay 1,5 millones de niños que padecen desnutrición, sobre todo en la región sur del país (19,2%). Sin embargo, México ocupa la cuarta posición mundial en sobrepeso y obesidad infantil por el aumento del consumo de productos hipercalóricos en detrimento de productos saludables, frescos y ricos en vitaminas y fibras.

La desnutrición se produce como consecuencia de una mala absorción de nutrientes o una dieta inapropiada que comprometen la salud. Los momentos que presentan mayores riesgos son durante la infancia o en el embarazo. Una mujer que sufra desnutrición durante esta etapa compromete el desarrollo futuro del bebé. Pero el problema se agrava cuando el sexo del bebé es femenino, pues se puede comprometer incluso la generación siguiente al verse afectados los óvulos en desarrollo de la  niña.

Las principales manifestaciones de los estados de desnutrición son que el niño es más pequeño de lo que le corresponde para su edad, pesa poco para su altura o pesa menos de lo que correspondería a su edad.

Uno de los déficits más comunes es el de vitamina A, obtenida de los lácteos, los huevos, pescados, carnes o vegetales verdes y coloreados. Los niños con bajos niveles de esta vitamina son más propensos a adquirir enfermedades infecciosas. Pero no sólo mengua la salud física. La falta de nutrientes, hierro y la baja ingesta energética favorecen el deterioro cognitivo y problemas de aprendizaje y desarrollo psicosocial de los menores.

Combatir la desnutrición infantil contribuye a la mejora no solo de la calidad de vida del niño, sino también la de su futuro. La mejora de calidad de vida en la población adulta está íntimamente ligada al desarrollo social y el capital humano.

Para combatir este problema se han llevado campañas tan dispares como programas de vacunación y desparasitación universales o administración masiva de vitamina A hasta campañas sociales que favorezcan el acceso a alimentos. Sin embargo, las zonas más rurales o donde las poblaciones indígenas son mayoritarias el esfuerzo realizado no es suficiente, y es necesario seguir aumentando el gasto en ayudas en estas zonas.

Obesidad y seguridad alimentaria en México

La otra parte de la ecuación del problema nutricional que sufre México es el sobrepeso. El incremento de obesidad, especialmente en la infancia, está relacionado con la falta de acceso a alimentos que formen parte de una alimentación saludable como frutas, verduras, carnes y pescados. El encarecimiento de éstos, conlleva que una gran parte de la población consuma productos ultraprocesados que no proveen la cantidad suficiente de nutrientes, y sin embargo, son ricos en azúcares y grasas.

Tal es el problema, que en el año 2014 se introdujo un impuesto sobre las bebidas azucaradas. Los consumidores deben pagar 1 peso por cada litro de bebida azucarada. Cuatro años después se demuestra la utilidad de medidas semejantes con una reducción en el consumo de este tipo de productos. Sin embargo, medidas aisladas como éstas no van a resolver solas los problemas de salud asociados a una alimentación inadecuada.

Para que la población en México tenga acceso a una alimentación segura y de calidad, lo que se conoce como seguridad alimentaria, se necesitan políticas que permitan el acceso a alimentos saludables. Por otro lado, se tiene que abordar el problema desde un enfoque educativo con padres, madres y niños para cambiar hábitos. Así se darán los primeros pasos hacia una alimentación que acabe con la desnutrición y con la obesidad infantil, ambas producto de la pobreza y de una falta de educación.