‘No hay evidencia de que los supervivientes de coronavirus generen inmunidad’. Esta nueva afirmación de la OMS pone en duda la ‘inmunidad de grupo’, concepto en el que profundiza la autora de este artículo y que mucha gente conoció cuando el primer ministro británico, Boris Johnson, declaró que sería su estrategia de lucha contra la pandemia. Rectificó tarde e incluso estuvo a punto de perder la vida, según algunos medios.

Texto de Carmen González Rincón.

CEUTA, España.- Mientras el resto de países europeos paralizaban su actividad laboral y académica, el gobierno británico adoptaba la ‘inmunidad de grupo’ como estrategia. Poco tardó en generar controversia.

Los comités científicos del país argumentaron que buscaban un número suficiente de personas infectadas para crear esa inmunidad y así reducir la propagación de un virus que no encontraría personas a las que infectar y que lo transmitieran.

La vacunación es el método más conocido para conseguir esta inmunidad de grupo como protección contra la mayor parte de las enfermedades infecciosas. Puesto que no hay vacuna para el SARS-CoV-2, esta inmunidad llegaría con el tiempo, tras una infección generalizada de la población. El porcentaje poblacional que ha de infectarse para conseguir este objetivo varía en función de la capacidad infectiva del virus.

Para el sarampión, con una de las tasas de transmisión más elevadas, se calcula que este fenómeno grupal resultaría válido cuando el 90% de la población presentara anticuerpos frente al virus.

En el caso del coronavirus, la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres calcula que se alcanzará la inmunidad de grupo cuando cerca del 70% de la población se haya infectado. Dado que la vacuna podría no llegar hasta 2021, la única forma posible de alcanzar esto sería mediante personas que hubiera superado la enfermedad.

El gobierno británico quiso rectificar su estrategia basada en esta premisa cuando simulaciones y modelos predictivos demostraron la saturación a la que se vería expuesto el sistema sanitario del país.

Por otro lado, no hay consenso entre la comunidad científica si la población contagiada y que supera la enfermedad resulta inmunizada, lo que se suma a otras reticencias relacionadas con distintas tasas de mortalidad en función de distintos lugares.

Sí existe unanimidad académica en cuanto a las pruebas serológicas masivas, que permitirían conocer quiénes han desarrollado anticuerpos contra el virus. Así, podrá conocerse el porcentaje real de contagiados y su distribución, dato esencial a la hora de llevar a cabo el desescalado en las medidas de confinamiento.

Inmunidad de grupo y movimientos antivacunas

Uno de los mantras más repetidos por los grupos antivacunas es que hay personas que, sin recibir vacunas, nunca resultan infectadas por diversos patógenos. Sin embargo, esto ocurre como consecuencia directa de la vacunación del resto de la población.

El auge de estos grupos ha provocado una preocupante diezma en la población inmunizada ante enfermedades como el sarampión o la difteria en determinados países o regiones.

La inmunidad de grupo vuelve a demostrar que las mejores estrategias de ataque son aquellas que mantienen unidos a los grupos. Se espera que esta manifestación inmunológica reduzca la tasa de contagio una vez pasados estos primeros meses y contribuya al fin en la lucha contra esta pandemia que tiene en jaque a los sistemas sanitarios y a la economía mundial.