Unas 80 enfermedades autoinmunes han sido descubiertas hasta la fecha y afectan aproximadamente al 3% de la población. Algunas de las más conocidas son el lupus eritematoso, la esclerosis múltiple o la diabetes tipo 1.

Nuestro sistema inmunitario protege a nuestro cuerpo frente a posibles organismos patógenos que puedan causar infecciones o enfermedades.  Su función principal es la discriminación entre “lo propio” y “lo ajeno”. Aunque su funcionamiento suele ser exacto, y a lo largo de la evolución su mecanismo se ha perfeccionado, en ocasiones se pueden dar fallos que ocasionan que  este sistema disminuya su acción, encontrándonos con inmunodeficiencias.

Además de éstas, otro problema grave derivado del mal funcionamiento del sistema inmunitario son las enfermedades autoinmunes, que afectan a cerca del 3% de la población mundial. Estas enfermedades conllevan que el sistema inmune de un individuo ataque a células, estructuras y tejidos del propio organismo. Hasta la fecha se han descubierto 80 enfermedades autoinmunes entre las que destacan el lupus eritematoso, la esclerosis múltiple o la diabetes tipo 1.

En rasgos generales, se desconoce la incidencia de este tipo de enfermedades en conjunto en la población mexicana. Esto va a dificultar hacer estudios epidemiológicos, la búsqueda y acceso a los nuevos tratamientos a la población.

Sí existen, sin embargo, registros en cuanto a algunas enfermedades autoinmunes concretas. Por ejemplo, la artritis reumatoide afecta al 1.6 % de la población en México y el lupus eritematoso muestra una incidencia del 0.06%, afectando más a la mujeres  (9 de cada 10 casos).

¿Cómo funciona el sistema inmune?

Las células del sistema inmunitario funcionan mediante la detección de unas moléculas denominadas antígenos. Éstas son sustancias capaces de enlazarse a los receptores que aparecen en las membranas de las células inmunes, desencadenando así la respuesta por parte de este sistema.

De forma general, los antígenos se relacionan con moléculas que aparecen en elementos extraños al cuerpo: bacterias, protozoos, virus… incluso polen o ácaros (que van a provocar las típicas alergias). Sin embargo, en ocasiones se generan células inmunes capaces de detectar elementos propios, y esto conlleva el ataque a estas estructuras por parte del sistema de defensa.

Aunque no son enfermedades con una alta prevalencia poblacional en su conjunto, algunas (gracias a series televisivas de éxito, como House) se han hecho muy famosas en la población. El caso más claro es el lupus eritematoso, enfermedad autoinmune en la que se ve afectado tejidos diferentes como la piel, las articulaciones, los riñones, el cerebro u otros órganos.

Otra  que posee  gran importancia y pertenece a la vida cotidiana es la diabetes tipo 1, en ella las víctimas del sistema inmune son las células pancreáticas productoras de insulina.

En este tipo de patología, se pueden ver afectadas estructuras de todo el organismo. Algunas menos conocidas son el vitiligio, la alopecia areata, la enfermedad de Crohn o la hepatitis autoinmune.

Tratamiento

En la actualidad, en la mayoría de estas enfermedades el tratamiento consiste en la supresión de la actividad inmunitaria mediante el uso de fármacos inmunosupresores, como los corticoides.

El problema es que la actividad de estos fármacos no puede ser dirigida, es decir, la inmunosupresión actúa sobre el conjunto del sistema, no contra aquellas células responsables de la enfermedad. Esto provoca, como efecto secundario, que los pacientes puedan encontrarse en una situación de vulnerabilidad a la entrada de bacterias, virus u hongos.

Otras enfermedades, como la diabetes tipo 1 o la tiroiditis de Hashimoto, presentan su propio tratamiento. En el primer caso, la administración de insulina y en el segundo la toma de hormona tiroidea sintética.

Origen de las enfermedades autoinmunes

Los porqués a este tipo de enfermedades no están esclarecidos por completo. Algunas teorías sugieren que la entrada de un patógeno ajeno provoca la activación del sistema inmune e induce una reacción cruzada. Esto supone que ante la entrada de este organismo extraño el cuerpo reacciona a los antígenos que porta, y que éstos son similares a algunos del propio cuerpo. Así, aunque se combata al posible patógeno, la reacción inmune se perpetúa frente a las células locales.

El aumento de las conductas higiénicas, y la poca exposición a patógenos son otras de las posibles razones que se postulan al aumento de las enfermedades de carácter autoinmune. La “teoría de la higiene” mantiene que la falta de exposición a antígenos naturales (bacterias, hongos, protozoos…) provocan que el sistema inmune se altere y sea estimulado por sustancias inocuas (polen, ácaros o caspa de animales) o elementos del propio organismo.

La “teoría de la higiene” fue criticada por gran parte de la comunidad científica, y la búsqueda de nuevas teorías conllevó el que se relacione el desarrollo de este tipo de enfermedades con alteraciones en la permeabilidad intestinal.

En individuos con una predisposición genética, el paso de antígenos a través de las paredes intestinales podría generar una respuesta inmune contra cualquier tejido u órganos del individuo.