La llegada del coronavirus a México ha provocado una profunda reflexión entre los habitantes que viven en el campo. La comida nunca escasea en Tlayacapan porque la tierra se sigue cultivando mientras se fomentan el consumo y la sustentabilidad alimentaria local.

Texto de David Somellera *.

MADRID, España.- Tlayacapan era un lugar poco conocido hasta que, en 2011, fue elevado a categoría de Pueblo Mágico, un programa creado en 2001 por el gobierno de Vicente Fox para promover el turismo. Además de una creciente cantidad de turistas, empezó a llegar más gente desde que abrieron la ruta de los volcanes, como se conoce a la carretera que va de Milpa Alta a los pueblos de este lado de Morelos.

Como Tepoztlán, un conocido pueblo cercano, Tlayacapan ha sufrido lo que se conoce como  “gentrificación”. Muchos extranjeros llegaron a comprar terrenos para tener sus casas de campo, abrir restaurantes y espacios de medicina alternativa.

Pamela, originaria de la Ciudad de México, llegó a Tlayacapan hace dos años para vivir de manera temporal, pero no piensa volver. Para seguir su vocación de diseñadora textil,  abrió una tienda en donde expone sus teñidos con tintes naturales. También instaló un horno de barro y puso un local donde ofrece pizzas hechas con masa madre y con alimentos orgánicos del lugar.

Pizzería - Tlayacapan

Los habitantes de Tlayacapan viven de la alfarería y de la venta de artesanías, como confirma esta mexicana. Los extranjeros que han abierto negocios han dado trabajo a los lugareños, pero la mayoría de la gente sigue viviendo de su cosecha en el campo. Como ocurrió con otros pueblos de Morelos, el temblor de 2017 dejó graves secuelas que dificultan la recuperación. Con el impacto de la cuarentena por el coronavirus, no saben hasta cuándo van a soportar sin poder salir a trabajar.

El municipio entero, que lleva el mismo nombre del pueblo, bloqueó su entrada a los turistas con un cierre escalonado de los negocios, comenzando por los de comida tradicional y cervecerías. También tuvieron que cerrar los extranjeros que tenían sus restaurantes y  hoteles. Primero se comenzó a restringir el horario de los vendedores, el mercado municipal anunció el cierre a partir de las 5 de la tarde.

Tlayacapan en el confinamiento

Los restaurantes que tenían espacios establecidos los dejaron funcionar hasta las 8 de la noche. El segundo paso fue cerrar los locales permitiendo únicamente el servicio a domicilio. Los hoteles cerraron, las gentes que tienen sus casas de campo sí las dejan pasar mostrando un comprobante. La entrada al pueblo está bloqueada por una barricada que controlan las autoridades locales y municipales. Se prohibió la venta de bebidas alcohólicas; sólo se vende comida, lo que mermó la economía de los restauranteros. En algunas tiendas todavía venden alcohol, pero al doble de precio.

Cervecería cerrada en Tlayacapan

Pamela procura que la materia prima de su pizzería sean del pueblo, ya que ahí se venden  hortalizas como jitomates, lechuga, pepino, albahaca y arúgula entre otros. Compra en los viveros orgánicos a los locales y extranjeros que se dedican a la producción de hortalizas. Sin embargo para comprar otro tipo de productos que no hay en Tlayacapan tiene que ir a a Cuautla, la ciudad más cercana. Solo por su negocio compra en lugares como SAM’s y la Central de Abastos, donde consigue quesos, pasta y carnes frías.

En la pizzería trabajan dos mujeres que mantienen a sus familias con sus ingresos. Hay miedo por la reducción de horas provocadas por la crisis.

No pienso cerrar pero, como van las cosas y como dicen que así va estar hasta agosto, no creo vivir del servicio a domicilio. Lo que nos va a comer aquí son las rentas. Los empleados de mi restaurante y de los otros lugares son casi todos padres de familia así que si cerramos se verían afectados decenas de familias.

Los negocios de comida tradicional y cervecerías están en manos de los lugareños, mientras restaurantes y hoteles dependen de los que han llegado de fuera. Hay sólo 6 restaurantes establecidos, dos hoteles de gente del pueblo y los otros 18 de gente que ha llegado de afuera.

Otros restaurantes han tenido que recortar personal casi en un 90%, según cuenta Pamela, que conoce a sus dueños. Con los rumores de posibles saqueos, algunos restauranteros recomendaron sacar las cosas y cerrar hasta nuevo aviso.

Yo no puedo hacer eso, ya que como tengo el taller de teñidos sigo yendo diario, de manera que si ven movimiento no se les ocurrirá meterse a robar.

En cuanto a la pandemia, dice Pamela que la gente local no le da tanta importancia, y que son las autoridades locales las que piden precauciones.

Aquí solo hay un centro de salud pero no tiene emergencias o terapia intensiva; atiende cosas muy básicas como suturaciones, tiene antídotos contra picaduras de alacrán o víbora, tiene para poner yesos, pero no hay un quirófano. Hay una ambulancia para todo el pueblo, para algo más complicado te tienen que llevar a Cuautla pero antes de que se supiera del coronavirus, este hospital ya estaba saturado. Abrieron un hospital particular que se llama ‘El Horizonte’ en donde me dijeron que tenían un respirador artificial.

Centro de salud en Tlayacapan

Tampoco abunda la confianza en los políticos de Morelos para gestionar una situación que puede agravarse si, como dice Pamela, la gente de la ciudad no se queda en casa y se traslada a lugares como Tlayacapan. La gente del pueblo mantiene la esperanza y el sentido de supervivencia.

De aquí se exportan muchos alimentos a las ciudades como nopales, jitomates, papaya, naranjas, limones. Podríamos llegar a vivir del campo”, dice al contar la historia de su vecina que hacía barro y se quedó sin trabajo. Juntas recogieron quelites, que era lo que solía comer la gente junto con otros productos del campo.

Pamela tiene dos hermanos que también viven en la zona; Carlos vive en Tepoztlán y  Thalía en Tlayacapan. Con el terreno que tienen los tres tienen pensado cultivar alimentos orgánicos para así emprender el negocio de vender sus productos a la gente de la región así como a personas en las ciudades. Su idea de no abandonar el campo contruibuirá a la  sustentabilidad de un pueblo mágico y su gente.

* El autor es participante de Crónicas de México en España, el taller de periodismo de Espacio Méx