La cantidad necesaria de ozono para la inactivación de ciertos virus es de 20 ppm (partes por millón), según numerosos estudios. Sin embargo, una dosis superior a 5 ppm ya llega a ser tóxica para el ser humano, lo que podría desmontar la moda del ozono como agente desinfectante de la “nueva normalidad”.

Por Carmen González Rincón *.

CEUTA, España.-  Empleado durante décadas como desinfectante de aguas o maquinaria industrial, el ozono se presenta ahora como la receta mágica de limpieza en la “nueva normalidad”. Esto no ha pasado desapercibido para otros tantos que, aventurándose en el mercado laboral, han montado empresas que venden y desinfectan desde locales comerciales a centros de estudio con este gas.

Nebulizadores de ozono o desinfecciones diarias de locales son algunas de las ofertas que podemos encontrar en la web si buscamos empresas de este sector. Sin embargo, ninguna de ellas puede garantizar el sello de “Covid-free”.

Las propiedades virucidas que le han sido atribuidas en las últimas semanas al ozono chocan de frente con su alta toxicidad.  Inhalado en dosis superiores a las recomendadas es capaz de irritar las mucosas, los ojos y afectar gravemente a la capacidad respiratoria; además, su gran poder oxidativo lo hace especialmente dañino para equipos informáticos o pequeños electrodomésticos.

Se ha estimado en diferentes estudios que la cantidad necesaria de ozono para la inactivación de ciertos virus es de 20 ppm (partes por millón). Lo alarmante de esto es que una dosis superior a 5 ppm ya llega a ser tóxica para el ser humano, y por ello, es fundamental que este gas no sea distribuido o manejado por personal no profesional.

Autoridades sanitarias como el Ministerio de Sanidad español no lo incluye en la lista de virucidas autorizados para esta causa y la IOA (Asociación Internacional del Ozono), en su página web, afirma que por el momento, no se cuentan con pruebas suficientes para afirmar que el ozono es eficaz contra el coronavirus.

Lejía y Coronavirus

El mercado se ha llenado de productos de limpieza que aseguran el milagro. Sin embargo, el arsenal que siempre ha estado en nuestra despensa es más que suficiente, y no debemos dejarnos caer por aquellos que a altos costos aseguran eliminar cualquier “germen”.

En el botiquín de nuestro hogar siempre ha estado el alcohol quirúrgico, ese que hemos empleado para las heridas tiene la capacidad de matar al virus en tan solo 30 segundos. Para aplicarlos podemos directamente sobre la piel o en las superficies con ayuda de un paño o gasa.

Otros productos capaces de eliminar la mayor parte de patógenos son aquellos que cuentan con tensioactivos. A pesar del extraño nombre son aquellos limpiahogares que llevan medio siglo con nosotros como los detergentes líquidos para la ropa, la vajilla o los productos para limpiar el suelo.

La lejía amarilla, con la que todos hemos crecido, es por el momento la mejor arma de la que disponemos para la desinfección de nuestro hogar. Su éxito radica en su alta eficacia – que implica usarla diluida en una proporción de 30 ml de lejía en 1 litro de agua fría- y su bajo coste, pues encontramos este a menos de 0,70 €/l.

La manipulación de este producto es muy sencilla si se siguen unas pequeñas pautas. Conviene emplear siempre agua fría, pues el agua caliente hace que el cloro, componente fundamental de este producto químico, se evapore. No se debe mezclar con otros productos químicos como amoníaco pues se generan gases tóxicos y nocivos.

En cuanto a qué usar para la higiene y desinfección personal, los geles hidroalcohólicos han sido otro de los productos agotados en minutos. Eficaces y útiles cuando no podemos acceder a un cuarto de baño, siguen posicionándose por detrás del agua con jabón.

Ahora, se nos pide desde las autoridades sanitarias que seamos la primera barrera de control del virus desde la higiene personal y el respeto a las medidas de distancia social. Sin embargo, no debemos dejarnos llevar por lo que se promociona como milagroso o anuncia ser la solución definitiva y perfecta cuando se plantean serias dudas desde la ciencia.

* La autora participa en Crónicas de México en España, el taller de periodismo de Espacio Méx