Catalina Orart dibuja su fascinante vida con un trazo que va desde su vida de banquera en México hasta su transformación como pintora en Madrid.

Crónica mestiza de Catalina Orart *

MADRID, España.- Soy de Tlaquepaque, Jalisco, un pueblo mágico de la zona metropolitana de Guadalajara. Un lugar con mucha tradición, en donde se vive el auténtico folklore mexicano. Sus calles están repletas de colores, sonidos, sabores; artesanía, mariachi y auténtica comida mexicana.

La vida me ha llevado por diferentes senderos, aunque siempre acompañada de mi pintura.

Hace veinticuatro años, de intercambio estudiantil, fue la primera vez que llegué a Madrid. Me encantó la ciudad, disfrutaba del estudio de día y de su vida nocturna. Por aquel entonces, la vida era fácil.

Al poco tiempo, regresé a México a graduarme y a trabajar. Aunque amo mi país, Madrid es una ciudad que me atrajo desde el principio. Así que volví de nuevo, esta vez, a estudiar un posgrado. La vida seguía siendo fácil.

Cuando terminé mis estudios y regresé a México, perseguí aquel sueño que te venden. Llegar a ser una profesionista exitosa. Conseguí un buen trabajo en banca, me iba muy bien y fui escalando puestos, hasta llegar a reuniones donde las mujeres éramos escasas o casi nulas. El costo de esta vida eran jornadas laborales extenuantes y con mucho estrés.

Vivía en un mundo que no era el mío buscando aquella felicidad que no venía. Eso estaba mermando mi salud, mi estado de ánimo y, al fin y al cabo, mi vida.

Soy una persona de fe y muy espiritual, y eso me ha ayudado a seguir adelante y a superar los altibajos de la vida. Así que, ayudada por esa voz interior decidí regresar a Madrid.

Aquel Madrid de entonces, ya no era el mismo. Tenía que empezar de cero: buscar casa, trabajo y amigos. Inicié haciendo voluntariado en una asociación no lucrativa. Al poco tiempo me dieron trabajo en una fundación. Realizaba un poco de todo; desde organizar las finanzas hasta repartir folletos. En ese tiempo y atraída por el tercer sector, me matriculé en otro posgrado. Y la vida, ya no era fácil.

Supongo que como todo aquel que vive lejos de su tierra, me sentía un poco el Hijo pródigo. Muchas veces pensaba que hago yo aquí si en mi país tengo de todo. Pero así es la vida. Aunque la nostalgia me confundiera, esa voz en mi interior me decía que me quedara.

Con el paso del tiempo empecé a contemplar la vida de otra forma. A vivir el presente. Volví a maravillarme de nuevo de los colores y formas que hay en cada instante y dejé de buscar los sueños efímeros del pasado.

Encontré a mi marido, nació mi hija y formamos nuestra propia familia en Madrid. Aún seguía trabajando en la fundación, pero gracias a su apoyo y a una frase que encontré cuando más pedía una respuesta, decidí dedicarme en exclusividad a lo que a mí me gusta: que es contemplar y pintar colores. A buscar los reflejos de la luz.

De nuevo vuelta a empezar. Dejé la fundación, mis posgrados y mi carrera para formarme en una de las academias de pintura más prestigiosas de Madrid.

Tras las horas de formación y con esa nueva perspectiva pasaba horas observando todo, cada gota de agua, cada reflejo de las losetas de las calles, la forma de la nariz de las personas y tantos pequeños detalles.

En Madrid, no sólo te puedes formar académicamente, además puedes admirar la profundidad de Velázquez, la luz de Sorolla, la sensibilidad de Goya, el dramatismo de Caravaggio, las formas innovadoras de Picasso o esa técnica de la escuela flamenca.

Y así y a pesar de que me inicié tarde en la carrera artística, siendo mujer, nacida en otra tierra, y compitiendo en la ciudad del Museo del Prado, algunas de mis obras han sido reconocidas y premiadas.

Hoy expongo en varias galerías y certámenes. Tengo la suerte de compartir espacio con talentosos pintores.

Creo en el trabajo diario y en el esfuerzo. En el arte, con un esfuerzo constante, va surgiendo la inspiración.

Esos colores de antes, esos detalles de ahora, y esos reflejos de luz de siempre es lo que intento plasmar en mis pinturas.

Esta vida tiene sus valles y sus cumbres. En otro país estos valles pueden ser más profundos y esas cumbres más altas. Pero siempre sigan su voz interior y no pierdan la esperanza, quizás en la inmensidad del horizonte puedan encontrar su propio camino.

* Catalina Orart responde al nombre artístico de Catalina Orozco de la Torre. Es miembro de la Red Global MX Capítulo España

Mexicana, originaria de Tlaquepaque (Guadalajara, Jalisco, México), reside actualmente en Madrid (España)

Catalina Orart

Licenciada en Administración Financiera por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey Campus Guadalajara, México. Máster en Finanzas por la Universidad Pontificia de Comillas, Máster en Dirección y Administración de Fundaciones, Asociaciones y otras Entidades No Lucrativas por la Universidad Autónoma de Madrid, España. Actualmente cursa el Grado en Historia del Arte por la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Madrid, España.

Aunque se ha dedicado a pintar toda su vida, desde el año 2012 se decidió a pintar profesionalmente, y comenzó sus estudios en dibujo y pintura en la Academia Artium Peña. Ha recibido diversos premios, entre ellos el Primer Premio en el “86 Salón de Otoño” organizado por la Asociación Española de Pintores y Escultores, además de ser seleccionada en dos ocasiones en el “56 y 57 Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura”. Ha expuesto en diversas ciudades como Madrid, París y Barcelona.