Fundación Casa de México en España honra a la cultura wixárika, en su misión de mostrar el arte popular de México, con la intervención Tzicurri Ojos de Dios, cosmovisión wixárika. Los ojos de Dios, son artesanías sagradas de la comunidad wixárrika. La intervención se complementa con actividades del programa Hecho a mano con maestros artesanos que impartirán diversos talleres sobre las técnicas wixárikas para adultos y niños.  La intervención se puede visitar gratis hasta marzo.

MADRID, España.-La intervención tiene como finalidad mostrar el trabajo artesanal de las comunidades wixárikas y acercar el conocimiento ancestral de los pueblos originarios al público madrileño.  El «Ojo de Dios» o tzicurri [sícuri] emerge como una artesanía sagrada, nacida de los ricos textiles espirituales de la cultura wixárika [wirrárica] o huichol, habitantes ancestrales de la región montañosa de la Sierra Madre Occidental. Los wixárikas tejen con hilos de colores vivos cada tzicurri sobre un armazón de madera en forma de cruz, creando así un mosaico de cinco rombos que resplandecen para conectarse con los secretos de la creación.

En esta muestra, los tzicurris se presentan en una monumental instalación de doscientas treinta y tres piezas que rinde homenaje a la intrincada y rica visión que este pueblo tiene del universo. El artista Luciano Matus ha diseñado un recorrido que lleva al público desde la fachada del edificio hasta la escalera principal en el que los invita a un viaje de inducción y conexión con cosmovisión wixárrika. Teñidos con tintes naturales como el cempasúchil, el añil, la cochinilla, el pericón y la cáscara de nuez, las lanas son hiladas en madejas y luego transformados por las diestras manos de los artesanos wixárikas en piezas únicas que son tanto arte como herencia, un legado cultural tejido en la modernidad. Los artesanos que han elaborado los Ojos de Dios son María Guadalupe Velázquez Enríquez y Juan Ortiz. Los mexicanos Pilar y Emilios Goutas han trabajado de cerca con la comunidad para apoyarlos en diferentes proyectos, entre ellos, esta intervención.

Las comunidades wixáricas se ubican en la Sierra Madre Occidental, que se extiende por los estados mexicanos de Nayarit, Jalisco, Zacatecas y Durango. Esta etnia está formada por unos sesenta mil indígenas que no han variado sus costumbres y su forma de vida desde tiempos de la conquista, puesto que cuando los españoles llegaron a México el pueblo huichol huyó a la sierra, de difícil acceso, para conservar su autonomía. Esta independencia les permitió forjar una rica y distintiva tradición cultural, que incluye su arte, su lengua, su vestimenta, sus prácticas religiosas y una cosmovisión que enfatiza la conexión entre la espiritualidad, los seres humanos, los animales, las plantas y el entorno natural. Según su mitología, Tamatzi Tauyumari, uno de los dioses que creó el mundo, divisó las capas del cielo, la tierra y los misterios subterráneos con un ojo. El tzicurri, en la cosmovisión wixárika, es un emblema de la conexión con la creación, con la capacidad de percibir y descifrar los enigmas del universo.

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Tzicurri intervención

Los tzicurris surgen como un objeto mágico y un antiguo símbolo cultural convertido en herramienta ritual que protege a los devotos en su diálogo con lo etéreo y lo espiritual. Más que un objeto, es un conducto que une el palpitar humano con el aliento de lo divino, un compás que señala la cruz de los caminos cardinales y el corazón mismo de la creación, junto a los cinco santuarios reverenciados por los wixárikas.

Los Ojos de Dios están hechos de una paleta de colores tradicionales, cada tono una historia, cada pigmento un pedazo de la vasta geografía mexicana. El naranja, vibrante y lleno de vida, proviene del pericón —una planta herbácea cuyas flores y hojas se utilizan no solo para teñir, sino también en rituales y medicina tradicional— que crece en los campos soleados. El azul, profundo como el cielo al anochecer, es obra del añil, o índigo, extraído del índigo silvestre o xiquilite, un cultivo significativo en regiones como Oaxaca y parte de Centroamérica. Para obtener verde, un mágico encuentro entre tierra y mar, se fusionan pericón y añil, creando un vínculo entre las plantas y el arte textil.

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Los ojos de Dios en Casa de México

El rojo, tan intenso como los atardeceres, es regalo de la cochinilla, un pequeño insecto parásito de los nopales, principalmente encontrado en Oaxaca. De él se extrae el carmín, coloreando las telas con la pasión de los artesanos. El fucsia o morado, tonos de realeza y misticismo, también nacen de la cochinilla, una muestra de la gama cromática que se puede lograr con un solo material natural. El rosa o rojo claro, suave y encantador, lo proporciona el Palo de Brasil, un árbol cuya madera se ha valorado tanto por su belleza como por sus propiedades tintóreas, oriundo de la región tropical del Pacífico mexicano. Los cafés, cálidos y terrenales, los encontramos en la cáscara de nuez, abundante en los bosques templados, donde la naturaleza comparte generosamente sus recursos. Estos pigmentos no solo colorean, sino que conectan a las comunidades con sus raíces y con el entorno, un diálogo entre la naturaleza y las manos que lo trabajan. Cada tinte es un viaje por México, un recorrido por los saberes ancestrales que siguen iluminando la creatividad de sus pueblos.

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