Aprovechamos los 133 años desde el nacimiento y casi 62 de la muerte del muralista Diego Rivera, tan importante en el panorama artístico mexicano e internacional. El célebre pintor supo integrar las vanguardias europeas y la tradición popular mexicana para una nueva identidad nacional en el mundo del arte del siglo XX. La seguridad y persistencia de su trazo e ideología han dejado una huella que perdura y que sirve como referente atemporal de artistas.

MADRID, España.- Su intenso matrimonio con Frida Kahlo o su tormentosa relación con el Partido Comunista Mexicano no deberían rebasar el protagonismo e importancia que su obra pictórica trajo al arte moderno mexicano.

José Diego María Rivera nació en Guanajuato en 1866. Su hermano gemelo José Carlos María que fallecería un año y medio después. Su familia se mudó desde muy temprana edad a la ciudad de México, donde residiría de forma permanente y donde, con sólo diez años, ingresó a la importante Escuela Nacional de Bellas Artes, antigua Academia de San Carlos que fundaron españoles. Tuvo maestros como Santiago Rebull, Félix Parra y José Maria Velasco. También conoció al grabador José Guadalupe Posada, al que admiraba.

Aunque lo marcara la influencia de estos maestros, uno de los hechos que más marcó su carrera fue haber viajado a Europa con una beca del gobierno de Porfirio Díaz en 1908. Durante su estancia en Europa se incorporó al movimiento cubista formado por Pablo Picasso, se dejó influir por la pintura de colores vívidos de Paul Cézanne, el neoimpresionismo y su técnica de puntillismo, y los futuristas rusos. Todo esto dio como producto una estética muy particular en composición y color que, a su regreso a México en 1921, supo combinar con el pasado prehispánico, dándole lo que sería su inconfundible personalidad artística.

Acababa de terminar la Revolución Mexicana cuando Rivera regresó a México. Desde la década de 1910 había surgido en el país un movimiento artístico. Pero no fue hasta 1920 cuando terminó de cobrar forma, cuando José Vasconcelos fundó la Secretaria de Educación Pública con los murales como medio para difundir la cultura y vida mexicana a un público masivo y que padecía altos índices de analfabetismo.

El movimiento muralista fue extender el arte fuera de los museos. Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros formaron el Sindicato de Pintores y cada uno se encargó de plasmar su particular visión de país.

En 1922 Rivera realiza su primer mural en el auditorio de la Escuela Nacional Preparatoria (Anfiteatro Simón Bolívar), situado en la ciudad de México. Esta obra llena de simbolismo y detalles muestra la imagen de una célula que crea al hombre, quien con los brazos abiertos recibe de las imágenes laterales las cuatro virtudes cardinales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la justica, por el lado derecho; mientras que por lado izquierdo se destacan las tres virtudes teológicas: caridad, esperanza, y fe.

Desde esta primera obra destacaría una de las características principales de su trabajo como muralista: la simetría en la composición de sus elementos, los detalles que esconden sus obras, y la inclusión de su pensamiento científico y tecnológico.

Esto quedaría plasmado nuevamente en una de sus obras más importantes: El hombre controlador del Universo, encargado para la inauguración del museo del Palacio de Bellas Artes en 1934. Este mural fue hecho originalmente para estar en el interior del Rockefeller Center en Nueva York. Sin embargo, las diferencias con el patriarca de la familia estadounidense terminaron por destruir el mural que estaba casi finalizado.

A su regreso a México, Diego decidió hacer el mismo mural que le fue impedido en Estados Unidos. Aunque en escala más pequeña que el original, este mural representa las dos caras del mundos que se contraponían en ese entonces: capitalismo y socialismo. El mural tiene un contenido abiertamente político, donde un hombre al centro, encargado de manejar una máquina, tiene que decidir a qué mundo quiere pertenecer. El manejo de los colores, la simetría de la composición y la fuerza del trazo con la técnica del fresco revelan la maestría del artista.

Diego Rivera supo integrar las vanguardias europeas y la tradición popular mexicana para una nueva identidad nacional en el mundo del arte del siglo XX. La seguridad y persistencia de su trazo e ideología han dejado una huella que perdura y que sirve de referente para artistas de hoy y de mañana.


Imágenes:

La Creación (1922): http://www.sanildefonso.org.mx/images/acervo/lacreacion_int.jpg

El hombre controlador del Universo (1934): http://museopalaciodebellasartes.gob.mx/coleccion_diego_rivera.php