Nadie escapa a su destino, pero siempre queda algo de esperanza, al menos con El salvaje (Alfaguara, 2017), la novela que quizá encumbró a Guillermo Arriaga como novelista y que atrapa a cualquier lector hasta devorar sus 700 páginas con el aliento contenido por este thriller, drama y hasta comedia.

MADRID, España.- La novela de Guillermo Arriaga o cualquiera de sus películas recuerda de las consecuencias que cada acción, decisión u omisión humana conlleva. A modo de avalancha, estas consecuencias desencadenan otras, y éstas otras cada vez más grandes y fuera de su control.

Una de las mentes más brillantes que ha dado la literatura y el cine mexicano en los últimos años expone como nadie la coexistencia del libre albedrío, o al menos una cierta libertad de las personas para decidir sus actos, con un el destino que le arrojan las inclemencias del tiempo: a veces ráfagas de viento, a veces la riada que ahoga, otras el calor que deshidrata y mata de hambre, otras la avalancha o las tormentas heladas, los terremotos, los incendios.

Nadie escapa a su destino, pero siempre queda algo de esperanza, al menos con la obra de este gran autor capaz de atrapar a un lector reacio a soltar un libro de 700 páginas hasta terminarlo.

No hablamos esta vez de Salvar el fuego, novela con la que ganó el Premio Alfaguara en 2020, de Amores Perros, 21 Gramos o Babel, películas de su creación como guionista, pero hablamos de una obra que contribuyó a su encumbramiento como novelista: El Salvaje (Alfaguara, 2017).

El salvaje - Guillermo Arriaga

La historia

Juan Guillermo, protagonista de esta obra, pierde a su hermano Carlos, a sus padres y a su abuela en un lapso de tres años cuando aún no ha cumplido la mayoría de edad. Huérfano y aplastado por el dolor de los recuerdos en su propia casa con un perro bóxer como única compañía, promete vengarse del asesino de su hermano, que desencadenó “el apagón” de la abuela, fruto de la tristeza, y el posterior accidente de unos padres sin rumbo, incapaces de asumir el duelo por la pérdida de un hijo.

“Mi padre huérfano hacia arriba y hacia abajo, huérfano de madre y de hijo”, dice Juan Guillermo en una de las frases más impactantes de la novela, cuando narraba cómo su padre no se había percatado de la muerte de la abuela horas atrás, ensimismado como llevaba desde la muerte de Carlos.

“Entusiasmados por su viaje mandaron postales casi a diario que fueron goteando dolor al llegar a la casa. Todavía seis meses después siguieron arribando. Mis padres no tiraron ninguna de las dirigidas a Carlos y a mi abuela. Al revisar sus cajones cuando murieron, las hallé ordenadas por fecha y lugar dentro de una carpeta. Las leí una por una. Mis muertos escribiéndoles a mis muertos”, dice en otro pasaje que golpea al lector con todo ese dolor.

México en los años ’60 y ’70

La novela retrata los años en que la liberación de una parte de la sociedad despertó una reacción ultraconservadora. Se trataba de los años duros de la Policía Judicial en México, la existencia de grupos violentos de ultraderecha dispuestos a llevar su fanatismo hasta las últimas consecuencias con tal de eliminar a ‘maricones’, ateos, comunistas, judíos y demás grupos humanos, enemigos del dios iracundo y lleno de odio al que idolatran, aunque se esconden detrás de una máscara de “bondad”.

“El proselitismo fanático se esconde siempre en la buena onda y la sonrisa ensayada”, dice Juan Guillermo al describir los encuentros de “los buenos muchachos”, como los llama, y con los que empieza a relacionarse como consecuencia de una pelea callejera. Ésta y los negocios de su hermano producen la chispa que desencadena su asesinato, el sentimiento de culpa que nunca abandona al personaje principal y su búsqueda de venganza.

En su camino, se topa con una realidad llena de odio y corrupción con personajes que ponen a prueba su capacidad para levantarse de su caída y para no no perder la cabeza. Pero sus amigos y otros personajes lo hacen reflexionar sobre el perdón, que su mismo cuerpo rechaza después de tanta muerte que lo rodea. En su camino se encuentra a Colmillo, un perro al que sus vecinos iban a sacrificar porque, atado y con tan poco contacto como había vivido tantos años, estaba fuera de control y suponía un peligro público.

El lobo: ¿una historia paralela?

La historia de Juan Guillermo discurre en paralelo a la historia de Amaruq, un inuit de Canadá que se obsesiona con cazar a Nujuaqtutuq, el lobo al que bautizó con ese nombre. Aparentemente sin conexión, estas dos historias se funden hacia el final de la novela, como ya nos tiene acostumbrado en sus películas este autor mexicano con encuentros y desencuentros humanos que se tejen a pesar del tiempo y la distancia por cada pequeño paso, decisión, acto u omisión. Como ocurre en la vida.