Este lunes, 8 de junio, la Casa de México en España reabre con la inauguración de Alfredo Castañeda, de la mano del maestroDoctorado en cariátides de Pedro Friedeberg, dos exposiciones que rinden homenaje a consagrados artistas mexicanos.

MADRID, España.- La reapertura de la Casa de México en España se produce en horarios habituales con todas las garantías sanitarias necesarias para que los visitantes puedan disfrutar del arte con tranquilidad y, en especial, de estas dos grandes exposiciones.

Alfredo Castañeda, de la mano del maestro

La exposición se podrá ver hasta el 13 de septiembre de 2020. La muestra, curada por el arquitecto Fernando Muñoz, tuvo que ser suspendida por el confinamiento. Alfredo Castañeda, fallecido hace 10 años en Madrid, donde se había afincado desde la década de 1990, nació en la Ciudad de México en 1938. Pintor, pensador, poeta, fue, ante todo, un gran creador con el corazón dividido entre los dos países.

Como Pedro Friedeberg, Castañeda se inscribe en una generación posterior al muralismo y a la Escuela Mexicana de Pintura, abandonando los temas nacionalistas y sociales. Los dos artistas buscaron lenguajes más cosmopolitas y abstractos para posicionar a México en la vanguardia mundial. Además, ambos tienen en común estudios de arquitectura, que influyeron mucho en sus obras. Influidos por Mathias Goeritz, el gran arquitecto alemán afincado en México, buscaron el sentido de la arquitectura y el arte en vías de elevación espiritual, poética y filosófica.

La exposición de Castañeda llega a Casa de México de la mano de su familia, dueña de Entre Suspiro y Suspiro, un conocido restaurante mexicano en Madrid. Su nieta Marina Castañeda propone una lectura contemporánea de la obra de su abuelo a través de sus tintas, dibujos y óleos que muestran el surrealismo fantástico, la mitología y el aspecto espiritual y onírico de la obra del artista mexicano.

Alfredo Castañeda - Casa de México

Basada en autorretratos, la obra es tremendamente personal y se guía, especialmente, por los colores. El rojo, que en la exposición viene representado por unos hilos de este color que simbolizan la unión familiar y el nexo del pintor que le unió tanto a México, su país de origen, como a España, el de acogida. En ambos expuso, fue querido y admirado como artista. El color rojo aparece en sus cuadros como sinónimo de pasión, de sangre, de tierra mientras que el azul rememora lo puro, lo inmaterial y la libertad. Sus mares y sus naves, metáforas del viaje, de la espiritualidad y de la búsqueda, son claves en muchas de sus pinturas, muy bien resaltadas en la Casa de México.

El misticismo está presente en sus personajes como en la serie de cuadros de figuras divididas en el centro de sus cuerpos, lo que aporta solemnidad a su obra sin que deje de tener rasgos de humor inglés. Una obra insólita, llena de ensoñaciones, incluso de obsesiones, donde lo alegórico y lo espiritual ocupan un lugar primordial. Una obra para soñar y contemplar con calma.

Doctorado en cariátides de Pedro Friedeberg

Excéntrico, colorista y maximalista. Así es Pedro Friedeberg, uno de los grandes artistas mexicanos con una prolífica carrera internacional y, quizás, el último surrealista vivo que sigue creando a sus 84 años. La exposición Doctorado en cariátides, comisionada por Alejandro Sordo, estará abierta hasta el 20 de septiembre de 2020.

Pedro Friedeberg - Casa de México

De origen judío-alemán, Friedeberg nació en Florencia (Italia), de donde partió muy joven con su familia a México para huir de la II Guerra Mundial. Después de estudiar arquitectura, fundó el grupo surrealista de Los Hartos, en el que se encontraban Mathias Goeritz, Man Ray, Leonora Carrington, Remedios Varo y otros. Aunque influido por las vanguardias europeas, Friedeberg rechazó escuelas como la Bauhaus. El artista afirmaba que México era un país barroco, donde había que inspirarse en las iglesias churriguerescas. Esto le llevó a adoptar el lema “more is less!”, o “too much is not enough”, en lugar del consabido “less is more”. La saturación del color, el miedo al vacío y el ornamentalismo que se plasma en sus arabescos, con sus reminiscencias egipcias, orientalizantes, góticas o barrocas son sus sellos de identidad.

Artista rompedor, culto, abigarrado, irreverente, abarca en su obra una amplitud de intereses de diversas disciplinas, haciendo relecturas de estilos en las artes decorativas históricas. Los símbolos de las grandes religiones, las tradiciones esotéricas y las culturas del mundo, que exaltan la exactitud de las líneas rectas, las estructuras imposibles y tridimensionales y las formas geométricas bajo el concepto de la geometría sagrada (Friedeberg afirma que ésta es la única fe que profesa) caracterizan su trabajo creativo. Sus creaciones de líneas, perspectivas, colores y símbolos borran las fronteras entre el arte, la arquitectura y el diseño.

Recorren su obra un agudo y cínico sentido del humor y una feroz crítica hacia la sociedad contemporánea. Ejemplos son algunos de sus cuadros en los que representa a los amigos como arañas, una serpiente bicéfala de la cultura prehispánica y persa, un Monumentos a la estupidez o comentarios como El que os adula, os aborrece.

Dos de las obras más icónicas de la exposición hablan de la estupidez del siglo XXI, con una crítica acérrima a las redes sociales (Twitter, Facebook con sus símbolos son recurrentes en muchas de sus obras) y al hecho de estar conectados todo el día a una pantalla, en lugar de vivir.

Redes sociales o La estupidez del Siglo XXI, 2011. Pedro Friedeberg

Redes sociciales o La estupidez del Siglo XXI, 2011. Pedro Friedeberg

Pedro Friedeberg nunca ha usado computadora. Todo lo hace a mano y pinta en horizontal como un arquitecto.

La exposición comienza en la fachada del edificio de Casa de México, que nos transporta al universo caleidoscópico de Friedeberg con una magnífica intervención diseñada por el arquitecto Fernando Muñoz. Compuesta por 37 diseños inspirados en mandalas budistas, nos introducen al color y la geometría sagrada tan característicos en la obra de Friedeberg.

Seguidamente, en la escalera de entrada, un mural gigante titulado Entrada lateral a un burdel platónico nos transporta hasta Oriente con diseños chinos, pero también hasta Italia con puntos de fuga del renacimiento italiano, clave en su obra.

Pedro Friedeberg - Casa de México

La exposición contiene 61 obras (muchas creadas en los años 60) que abarcan desde mobiliario, escultura, ensamblajes de objetos encontrados y transformados, hasta gráfica y pintura.  Estos objetos se amalgaman en un gabinete de curiosidades barrocas con ángeles de estilo churrigueresco, esculturas con relojes, peonzas, otras hechas con collages de reglas de madera antiguas, una piedra filosofal dorada, un objeto con 3 columnas barrocas de Salomón…

El universo creativo de Pedro Friedeberg transmite la cultura del universo, del cosmos con su dualidad, su ying-yang. Hay de todo: cultura clásica como capiteles (aparecen en “Doctorado en cariátides”, cuadro que da título a la exposición, donde las figuras de la Acrópolis simbolizan la liberación de las mujeres), iconos de todos los tiempos, arte pop, personajes como Mickey Mouse o el gato Félix, constelaciones… Nos encontramos ante una exposición que se tiene que experimentar, sin olvidar el papel esencial de La mano en su obra, que rememora la existencia humana y la figura de Buda.  En la exposición se puede apreciar algunas de las obras más icónicas del artista, como la célebre Mano de Akhenatón o “Mano-silla” (1962), considerada como un icono universal del diseño, y descrita por André Bretón, en 1963, como surrealista.  Se trata de una escultura de silla en madera, simulando una mano con los dedos como respaldo. Es como la mano del mundo que te sostiene. Solo existen dos: la expuesta en Casa de México, perteneciente al autor, y otra que se encuentra en Suiza. La sala está tapizada con todas las sillas que Friedeberg ha creado a lo largo de los años.

* Fe de errores: la exposición de Pedro Friedeberg está comisionada por Alejandro Sordo. En el texto original decía Alejandro Soto.