“La novela transita por el abuso sexual, la soledad, el divorcio, la incomprensión, la muerte, los cambios, la espiritualidad, los engaños de la religión, la existencia, el simbolismo, lo sobrenatural, la luz, la obscuridad, las fuerzas, los sueños”. Así habla la escritora mexicana Brenda Mitchelle de ‘La niña que amó a un demonio con tacones rojos’, la novela que acaba de publicar.

Por Brenda Mitchelle.

La niña aprende, no sin dolores, a medida que crece, a aceptar todos los días que no es igual a los otros… La niña que amó a un demonio con tacones rojos se encierra en su propia mente tras todo lo que le sucede: la vida, quiero decir. Ha padecido el divorcio de sus padres, viene de la soledad, de las mudanzas, del maltrato y del etcétera.

Cuando sufre abuso por parte de un familiar, la niña ya no espera que Dios descienda. Con todo el dolor lacerante que trae a cuestas, concluye por arrojar la biblia que leía al suelo y renegar de Dios abrazándose a un libro – el libro como símbolo del conocimiento- y, de las letras de un libro de pastas gruesas, emerge un demonio colosal al que le corren por todo el cuerpo letras en todas las lenguas.

Lleno de profundidad y conocimiento, el demonio se vuelve su maestro, su dios, su protector y su ángel, lleva a la niña a un camino de “rescate” a partir del poderío del conocimiento y del arte: la literatura, la música: la ópera, la música clásica, la pintura… En el libro resuenan Tartini, Paganini, Alighieri, Dalí, Dumas, Tchaikovsky… y a partir de esto la reencuentra con el poder de su propia naturaleza. Pero hay más. En la novela hay muchos sucesos que el lector encuentrá por sí mismo a partir de los símbolos y los muchos eventos.

La niña que amó a un demonio con tacones rojos es, lo reconozco, un libro doloroso y esperanzador al mismo tiempo, pero místico sobre todo. Nos lleva, desde la perspectiva de una niña “extraña” de tres años hasta la adolescencia de la mano de un demonio. La novela transita por el abuso sexual, la soledad, el divorcio, la incomprensión, la muerte, los cambios, la espiritualidad, los engaños de la religión, la existencia, el simbolismo, lo sobrenatural, la luz, la obscuridad, las fuerzas, los sueños. En él caben muchas cosas, hay posesiones, libros que arden.

Mi pretensión mayor al escribirla era orquestar un pequeño atentando contra todo y apelar al poder de la razón. Un atentado contra las instituciones. Una pequeña revolución. La intención más pura era acercar al lector a su propio poder de “libre albedrío” si es que existe, acercándolo al poder del arte y del conocimiento.

La niña que amó a un demonio con tacones rojos se ha hecho ella misma y ha labrado su propio camino, sólo tomándome como medio, camino que como la novela misma ha estado plagado de sucesos particulares. La novela iba a ser dramaturgia, y como proyecto, provino de un sueño, o de una pesadilla, más bien.

Aquella noche, la última en que podía enviar el proyecto a un sistema de becas para artistas en México, sin tener idea de cuál sería, yo tan creyente de Ganesh y apegada al simbolismo, pedí que se me revelara algo porque estaba bloqueada. Alguien me llamó a primera hora de la mañana, asustado, para contarme de la pesadilla que había tenido.

En esa pesadilla, un demonio me tiraba de la mano y me arrastraba a lo profundo, un sueño muy vívido, que de tanto, hizo a la persona llamarme apenas despertar, y despertarme. En ese preciso momento: el proyecto se abrió a mí como si se hubiese descorrido un velo y así supe que tenía que escribirla. Consiguió su apoyo: una novela escrita por el periodo de un año entero en México, gracias al periodo de una beca convocada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través del PECDA.

La novela también iba en contra de mi voluntad. A veces escribía sin estar del todo de acuerdo. Diría y repito que a veces se escribía sola sirviendo yo, de elemento material, no sin dolores ni llantos, y así sucesivamente: fechas particulares, lunas llenas, series de coincidencias hasta llegar a ver la luz al mundo con Valparaíso ediciones. Esta novela tiene un poder propio que me sirvo a reconocer.

Hasta ahora quienes lo han leído han coinciden en que el libro se sigue de punta a punta. Hay, además, un propósito en todo esto y apela a una reconexión del humano con lo que merece la pena y que abre un camino desconocido para mí.

Mientras escribo esto sentada en un café de la calle San Fernando en Sevilla, pienso en la pregunta que me hicieron esta mañana en una entrevista para hablar de mis libros recién publicados: El gato que amó, quiso ser perro (Mr. Momo 2019) y ¿Te sientes vacía?

Apenas ahora puedo responderla, entregada a una sensación de desprendimiento extraña y sintiéndome, sí, vacía. Una sensación que experimento hasta ahora. Entendiendo que no me pertenece ya y desde esta sensación digo que, una vez entregado este libro al mundo, a ustedes, me propongo seguir, apoyar y ser testigo de su recorrido en esta todavía tan extraña, tan magnífica tierra… y añadir si en algo puedo salvarme, que el demonio no es Satanás, sino la niña que se desdobla a sí misma para salvarse… para transitar en esta existencia en que nos encontramos todos.

Que la disfruten.


La novela se puede conseguir directamente en la página web de Valparaíso ediciones, en la FNAC, Casa del Libro, El Corte Inglés y librerías en España.

Otros libros de la autora:

El gato que amó, quiso ser perro (Mr. Momo 2019) Álbum ilustrado. Texto e ilustraciones: Sir Brenda Mitchelle.

Memorias de extraños seres que no se acostumbraron a la tierra. Mención Honorífica del Certamen de Literatura Laura Méndez de Cuenca 2016 (FOEM 2017) Volumen de cuentos.

Nomen est Omen. Relato finalista del III Certamen Internacional de Relatos Cortos Ciudad Sevilla 2018. El relato se encuentra en el volumen Verde veronés y otros relatos (Samarcanda 2018)