No hace falta conocer a fondo el léxico mexicano para hacerse una idea de qué significa ponchan llantas. El matiz genial está en su gratuidad. Hay tan pocas cosas gratis hoy en día que a uno casi le entran ganas de aparcar frente a esas puertas retadoras que proliferan aquí y allá.

Por unos cuantos pesos y un examen de buena voluntad, podría tener licencia para poder acercarme en coche a una buena esquina del DF y dejar que me ponchen a discreción, pero como no quiero abrir un conflicto diplomático y ser yo el responsable del aumento del índice de peligrosidad, voy a pie de aquí para allá.

Es un asunto curioso el de la seguridad. Uno tarda un poco en acostumbrarse a las concertinas, las alambradas electrificadas y el personal que vigila las puertas de los departamentos pero es un choque más cultural que una sensación de peligro real. El primer día un taxista me dijo que, evitando algún barrio como en toda gran urbe, Ciudad de México es una ciudad segura porque aquí ningún yihadista te va a volar la cabeza en nombre de Alá.

Cada cual arrastra su sistema de referencias por donde va.

P.D. Qué clase de ironía es que se vendan cigarros en las farmacias.