“Hijo, así nunca llegarás lejos, ni harás casa de azulejos…” Esta famosa frase del Conde de Orizaba a su perezoso hijo Nicolás nos daría una joya arquitectónica: La Casa de Los Azulejos, una emblemática joya arquitectónica en el centro de la ciudad de México cubierta de este material que llegó a la Península Ibérica con los árabes.

CIUDAD DE MÉXICO.- Nicolás, el joven heredero del Conde de Orizaba, dedicaba su vida  al despilfarro y a la holgazanería, confiado en las riquezas que su padre poseía. Tras varios reprendimientos en vano, vino la famosa frase: “Hijo, así nunca llegarás lejos, ni harás casa de azulejos…”. Esta frase bastó para que el primogénito del Conde reivindicara su camino. Para probar su madurez, decidió revestir el palacio  de azulejos, tal cual había retado su padre, de azulejos. Relata el cronista Luis González Obregón en Las calles de México que la nueva incorporación de talaveras poblanas se produjo en el siglo XVIII.

Se le conoce en la actualidad como Casa de los Azulejos al Palacio de los Condes del Valle de Orizaba, familia novohispana que habitó la casa durante la época virreinal, construida en 1524. A a lo largo de los siglos perteneció a diferentes familias y tuvo diferentes usos hasta ser comprada en los años veinte por Sanborns, que hizo de ella una tienda departamental y restaurant, función que desempeña hasta el día de hoy. Situada en la esquina de las calles Madero y Cinco de Mayo, en pleno centro histórico de la ciudad de México, es uno de los hitos más emblemáticos por ser un claro ejemplo de arquitectura civil barroca novohispana. De hecho es una de las pocas obras arquitectónicas en el país que su fachada está cubierta por este material, algo que estuvo de moda desde principios del siglo XVI en la península ibérica, específicamente en Portugal, donde se encuentran varios ejemplos como la Capilla de las Almas en Oporto.

La llegada de los españoles a América produjo un ir y venir de productos que desembocó en una fusión magnifica entre estas dos culturas. El mestizaje fue tan rico que ambas tomaron técnicas de la otra y las adaptaron para explotarlas a su gusto. Una de estas aportaciones fue la introducción de los azulejos en la Nueva España. Aunque desde miles de años antes de la época precolombina las civilizaciones mesoamericanas ya desarrollaban y tenían gran avance en la cerámica y la alfarería, las piezas que fabricaban no estaban vidriadas, sino solamente pulidas y pintadas.

Se define como azulejo a piezas cerámicas, usualmente cuadradas, de acabado vidriado por su lado superior. Azulejo proviene de la palabra árabe azzelijo al zuleycha, que significa pequeña piedra pulida. De origen antiquísimo que data desde la antigua Mesopotamia, los azulejos se fueron extendiendo por el Oriente y el Norte de África hasta llegar a la península ibérica con la dominación árabe. Ocho siglos de conquista fueron suficientes para que tanto España como Portugal conservaran la herencia de la cerámica vidriada y la apropiaran como parte de su identidad, llenando con azulejos obras arquitectónicas como un elemento decorativo más. Esa filosofía barroca del horror vacui pronto llegaría a la Nueva España y la podemos ver reflejada en la bella casa de los azulejos.