El terremoto del 7 de septiembre de 2017, calificado por la BBC como “el más intenso en México en los últimos 100 años”, ha generado historias de pérdida, dolor y sufrimiento en miles de mexicanos, pero también ha dejado ver lo mejor de la bondad y la capacidad de superación, plasmadas en historias humanas. Contamos la de la familia Orozco Toledo, de Asunción Ixtaltepec, en Oaxaca, una de las zonas más afectadas por el sismo.

 

Krystell Orozco Toledo se declara muy orgullosa de decir que es de pueblo. Sus nuevos amigos de Sevilla, en España, no tardaron en saber dónde estaba Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, en el Istmo de Tehuantepec. Esta joven psicóloga vivió en este pueblecito hasta sus 18 años, cuando se mudó a la Ciudad de México para estudiar Psicología en la Universidad Nacional de México (UNAM).

“El mayor logro que había conseguido había sido entrar en la UNAM. Mi vida era la escuela”, dice. Pero el terremoto del pasado año no sólo estuvo a punto de arrebatarle todo por lo que tanto había luchado, también le quitó su hogar, la casa donde había crecido y que era para ella sinónimo de hogar.

Llegó a Sevilla para realizar este verano una estancia de investigación en el proyecto HBSC y, después de lo que vivió el año pasado, le cuesta creer que se encuentre al otro lado del mundo. Aunque su familia pronto contará con una nueva casa, mientras aún residen en casas de madera construidas por una fundación, Krystell aún habla con mucho cariño de la que perdió en Ixtaltepec. En esta pequeña localidad al sur de México reside toda su familia, que afortunadamente salió con vida de la catástrofe.

Una película de terror

Eran las once de la noche cuando notó el temblor Krystell, que creció en zona sísmica. Acostumbrada a sentir temblores, sabía que en la Ciudad de México no era común que se notaran de esa manera. A través de Twitter se enteró de que había sido un terremoto de 8.1 grados en la escala Richter y que el epicentro estaba en Pijijiapan, Chiapas, muy cerca de su pueblo. Después de pasar toda la noche sin ninguna noticia más allá de imágenes de los destrozos que se publicaban en la red, y sin poder contactar con ningún familiar residente en Asunción, consiguió hablar con su prima, que puso a su madre al teléfono

“Perdimos las dos casas”, fue lo primero que le dijo cuando se recompuso del llanto.

Krystell cuenta que la situación fue parecida a “una película”.

Sólo funcionaban las cabinas telefónicas, no se podían realizar llamadas desde los celulares.

“Uno no se prepara para esas situaciones”, dice Krystell.

Pero quienes de verdad vivieron un film de terror fueron sus padres y su hermano. Aquel día su madre dormía con su abuela en la casa de al lado. El temblor fue tan fuerte que no pudieron salir de la cama. De casualidad, su madre dormía en una postura diferente a la habitual y eso le salvó de ser aplastada por tablones que se desprendieron donde ella solía reposar la cabeza.

En la casa familiar tenían un punto de reunión en caso de terremoto. Pero el temblor era tan fuerte que decidieron resguardarse debajo de la mesa del comedor. Al lado estaba un mueble lleno de tazas y recuerdos que amigos y familiares traían a la madre de Krystell de todas partes del mundo. Todos los objetos dentro de este armario comenzaron a caer y una jarra, que a la vez era una caja de música, se abrió en medio del caos; comenzó a sonar una melodía mientras todo temblaba y la casa intentaba resistir.

Al terminar el terremoto las salidas habían quedado atascadas o bloqueadas. Su padre y su hermano tuvieron que salir entre los escombros. Todas las casas de la calle en la que vivía toda la familia se habían derrumbado o estaban irrecuperables. Se demolieron 900 casas del pueblo en los siguientes días, según le contó a Krystell su padre, el coordinador de protección civil.

Ayuda para Ixtaltepec

Krystell habla con mucho cariño de sus recuerdos de reuniones familiares, cuando se tumbaba en la hamaca al volver de la universidad en vacaciones, sus recuerdos de la niñez… tuvo que ver la casa antes de que la demolieran, lo que resultó un golpe muy duro. Cuenta como pasó por un proceso de duelo para asumir la pérdida. Aunque reconoce que nunca podrá recuperarse del todo consiguió seguir adelante a través de una carta en la que se despedía de su hogar y de intentar ayudar en lo que fuera posible.

“No podía quedarme con los brazos cruzados”, dice.

Narra cómo se levantaba y acostaba llorando, sintiendo que tenía que hacer algo. Incluso se planteó dejar la universidad y regresar a casa. Con el apoyo de muchos amigos se animó a crear un centro de acopio para reunir ropa y alimentos.

“Era muy bonito ver que extranjeros, que ni sabían el idioma, dejaban alimentos, sonreían y se marchaban”, afirma Orozco. Su prima publicó un video del estado en el que había quedado el pueblo y en la descripción dejó el número de Krystell para que aquellos que necesitaran o quisieran ofrecer ayuda contactaran con ella. Comenzó a recibir llamadas de todas partes del país de personas dispuestas a ayudar. Llegaron a acumular 42 toneladas de suministros que consiguieron trasladar en el pueblo gracias a dos tráileres donados por el Instituto Mexicano del Petróleo y por Bimbo.

El terremoto ha costado mucho más que sus casas a los residentes de Asunción. Los colegios en los que Krystell estudió la primaria, secundaria y preescolar, donde su madre enseñaba, ya no existen. A pesar de que se han creado aulas provisionales, la situación económica de las familias ha provocado que muchos niños lleven cerca de nueve meses sin ir a una escuela.

“Me duele que los niños no tengan un espacio donde aprender. La educación para mi es fundamental, para mí todo se reduce a la educación, la forma en la que tú te comportas ahora tiene que ver con la educación que recibas en casa o en las escuelas y si los niños no tienen un lugar donde aprender, ¿qué clases de personas van a ser el día de mañana?”, sostiene Orozco. Por eso se ha decidido a enfocar su tesis a la psicología educativa. Aunque no tiene claro la forma, quiere contribuir a la educación de estos niños.

“Quiero regresar un poco de lo que mi pueblo me ha dado”, concluye.