“El crimen de Bernardo Montoya no me convierte en asesino ni en maltratador, pero cómo no entender que muchas mujeres se sobresalten cuando paso cerca de ellas cuando corro de noche por las calles de Madrid”, dice Carlos Miguélez Monroy, autor de este artículo.

Los hombres cometen el 90% de los asesinatos en España, según una investigación del doctor José Luis González Álvarez, profesor de psicología; el 62% de estos asesinatos tienen a otros hombres como víctimas, mientras el 28% restante mata a víctimas mujeres.

Estos datos se publicaron antes del hallazgo del cadáver de Laura Luelmo y de la confesión de Bernardo Montoya como asesino, que ya desencadenó la rapiña de unos políticos con un desarrollado olfato para capitalizar la conmoción social y el dolor con fines partidistas, como ya hemos visto antes en los casos de Diana Quer, de Marta del Castillo y de Mari Luz Cortés.

Pretenden atribuir los crímenes a la laxitud de leyes y condenas cuando las estadísticas demuestran que España tiene la menor tasa de asesinatos en Europa, el continente con tasa más baja de homicidios en el mundo. Se multiplican en radios y tertulias como si la prisión permanente revisable fuera a impedir feminicidios como el de la joven de Zamora y como si el machismo no tuviera más aristas que la judicial. Convierten el dolor ajeno en oportunidad política sin medir los riesgos jurídicos y sociales, y sin basarse en datos o al menos en un debate social que no se deje llevar sólo por el dolor y el deseo de venganza.

Estos políticos miran hacia otro lado cuando se trata de abordar debates relacionados con el machismo y que, además de muertes, provocan desigualdades injustas en los ámbitos familiares, laborales y de la sociedad en general. Lo decía el periodista Antonio Maestre en un tuit: “Desproteger a las vivas y utilizar a las muertas para llegar al poder. Ese es todo su programa”. Vox consiguió doce escaños en las elecciones de Andalucía a pesar de llevar en su programa la derogación de la Ley de Igualdad de Género y de diversas declaraciones machistas de sus dirigentes.

Declaraciones sobre esta cuestión, a partir del 5′ 23″

Las redes sociales se nutren de las sobras de estos políticos, de medios de comunicación que priman las audiencias por encima de debates sosegados con expertos y de noticias falsas para inundarse de obviedades cuñadistas como que no todos los hombres somos asesinos y que hay hombres que sufrimos maltrato psicológico.

A pocos días del final de 2018 se repite la eterna, cansina y falaz contraposición de machismo con feminismo. Aún hay que explicar que el feminismo defiende la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, mientras el machismo relega a la mujer a un papel de sumisión e inferioridad ante los hombres.

Las redes sociales se llenan de hombres y mujeres (que también las hay) indignados por las noches que tienen que pasar muchos hombres en el calabozo por culpa de denuncias falsas de las mujeres, sin aportar datos información contrastada. Incluso circula un bulo que atribuye 2.000 suicidios de hombres cada año en España a esas denuncias. Así, sin más y sin decir de dónde saca la “estadística”. La gente, con menos filtro aún para compartir en redes que para decir lo primero que le viene a la cabeza en una tertulia de sobremesa, envenena los debates con estas mentiras que hace circular.

Bajo la óptica del estudio del profesor González Álvarez, podría verse al hombre como una víctima más de su propio machismo entendido como conductas motivadas por la dominación y el sometimiento, incluso cuando esto implica matar. Los datos pueden servir de espejo para que los hombres miremos esa cara desfigurada y nos preguntemos: ¿qué nos pasa?

Nosotros, más que ellas, hemos convertido estos debates en una guerra entre hombres y mujeres. Hemos juzgado su miedo, su ira y su zozobra sin tener la empatía necesaria con sus más que justificadas y comprensibles reacciones de solidaridad de género. El crimen de Bernardo Montoya no me convierte en asesino ni en maltratador, pero cómo no voy a entender que muchas mujeres se sobresalten cuando paso cerca de ellas cuando corro de noche por las calles de Madrid.

De lo que circula en redes estos días me quedo con lo que dice Silvia Guijarro.

Dejad de decirle a vuestras amigas que no salgan a correr solas y empezad a decirle a vuestros amigos que no opinen sobre lo buena que está la mujer que acaba de pasar ante vosotros […].

Comienza así, pero merece una lectura entera para que muchos reconozcamos no salir limpios del todo al mirarnos en el espejo.