La calle Tribulete en Madrid, dentro del barrio de Lavapiés, acoge la sede de un club de fútbol muy distinto a los demás: los Dragones de Lavapiés. Como ellos mismos dicen, “jugamos al fútbol con conciencia global. Nos gusta ayudar. A veces necesitamos ayuda”.

MADRID, España.- Dragones de Lavapiés une la pasión por el fútbol con la misión de tejer redes de desarrollo comunitario en las que la solidaridad y respeto son pilares fundamentales. Más de cien niños y niñas de 30 países conviven y comparten camiseta en este proyecto, iniciado en 2014.

Mi hijo, con 6 años, entrenaba en alguno de los grandes clubes de Madrid en la categoría de prebenjamín. No nos convencía mucho”, explica Jorge Bolaños, presidente del club, periodista y doctor en Ciencias Sociales y Jurídicas.

Fue el comienzo de una opción deportiva alternativa, impulsada por padres y madres que se conocían del colegio público en el que estudiaban sus hijos, que representase la diversidad y la forma de vida del barrio.

Al principio nos centramos en conseguir recursos materiales y humanos. Las instalaciones siempre fueron un dilema”, señala Bolaños. Las categorías que forman los diferentes equipos de Dragones jugaban en un campo distinto al que entrenaban; sin embargo, lejos de suponer un problema, les incentivó para mejorar y plantearse nuevos objetivos.

Bajo el amparo de los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas y el cambio en Madrid de gobierno municipal hacia una perspectiva más social, hace unos años consiguieron un espacio sin utilizar en una de las calles del barrio.

Nosotros transformamos el campo, retiramos escombros, pusimos la hierba y las porterías. Una empresa de construcción nos donó una caseta de obra que utilizamos de almacén, aunque también ha sido una ludoteca.

El convenio de colaboración que tiene el distrito municipal de Madrid con la Fundación del Atlético de Madrid les ha financiado el césped artificial para el campo.

Hubo algún problema de entendimiento con la Fundación, tienen otra forma de ver las cosas. Aquí el fútbol social en España no se lleva mucho.

Las redes vecinales que han tejido les han permitido ampliar sus objetivos y participar en foros de discusión.

“Incluso en 2016, dimos el pregón de las fiestas del barrio por San Cayetano y San Lorenzo”, cuenta Bolaños con orgullo. En 2017, más de 20 jóvenes de Europa, sobre todo del Este de Italia y Francia, vinieron a compartir la experiencia, una puerta a nuevas oportunidades para entablar relaciones con otros proyectos internacionales como es el proyecto SPES, Sport and Education for Skills Development of Young European Students.

Te emocionas, cuando llega un correo de la Unión Europea diciendo que han aprobado el convenio.

Durante una de las visitas organizadas en la ciudad de Londres dentro del SPES PROJECT, Daniel Smyth, fundador de Sport and Thought, les explicó su perspectiva del fútbol como terapia en dos ubicaciones: una en el instituto del barrio de Brent y otra dentro de las instalaciones del Arsenal.

El programa llamado ‘Arsenal in the Community’ ofrece fútbol más allá de sus instalaciones en el vecindario, parques, escuelas e incluso en las cárceles”, cuenta Bolaños, que asistió a estas jornadas con otros miembros de la junta de Dragones. Se estima que este proyecto ha ayudado a ahorrar al sector público británico 73.900 libras (casi 88.500 euros o más de 98.500 dólares americanos) en gastos asociados a comportamientos disruptivos persistentes y a absentismo escolar, además de expulsiones permanentes.

Uno de cada cinco jóvenes de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de la que forman parte países como España o México, no termina la educación secundaria. Durante la etapa adulta, pueden enfrentarse a situaciones de marginación y empleos precarios con salarios inferiores. La diferencia entre las aptitudes desarrolladas en los centros educativos y las competencias que requieren los puestos de trabajo de las empresas provoca desfases económicos y sociales que dificultan la creación de sociedades incluyentes.

“Esto es una mezcla. Las familias son diferentes y de distintos niveles sociales. Hemos establecido diferentes programas junto con otras organizaciones y el Ayuntamiento que van más allá del deporte. Por ejemplo, uno de ellos para prevenir el absentismo escolar”, dice Bolaños, que centra la atención en la importancia que tiene la comunicación con todas las personas que intervienen en la vida de los menores.

Teníamos acceso a una información que a las trabajadoras sociales, en una entrevista formal, les costaba más. Era una observación participante en la que te dabas cuenta de muchas cosas. Se trata de ayudar a las familias que más lo necesitan”, dice sobre el papel que tienen como agentes de prevención y detección de conductas negativas. No sólo pasan horas junto a ellos, sino que además generan confianza en un espacio más abierto y flexible en el que los jóvenes se sienten relajados para poder ser ellos mismos.

En tan sólo cinco años, Dragones ha conseguido hacerse fuerte y encontrar opciones donde en un principio parecía que no las había.

A través de estas redes hemos podido mandar a jugadores y entrenadores un par de días a Colonia o Londres, en los que juegan y tienen jornadas de convivencia con otros jóvenes de más de 20 países diferentes.

Desde Dragones, intentan fomentar la formación como entrenadores de la gente joven que sale del juvenil o del cadete, puede ser un complemento profesional a su formación y para que en un futuro continúen el trabajo comunitario con los niños del barrio.

El diseño de las ciudades, basado en la propiedad individual y en la vigilancia masiva, olvida a muchas personas en lugar de crear ciudades sostenibles con relaciones horizontales de equilibrio. Es importante abrirse, participar y colaborar en comunidad, partir de lo local para crear barrios conscientes, fuertes y activos para poder abordar problemas globales.