En el ámbito de la salud, las nuevas tecnologías funcionan como el bisturí del instrumental quirúrgico. En buenas manos pueden salvar vidas al dar acceso a información que ayuda a mejorar vidas y a una mejor comunicación con los profesionales. En las manos equivocadas, pueden convertirse en una amenaza para la intimidad o incluso en arma letal para la salud.

Por Ramón Ortega Lozano.

Con frecuencia, los pacientes buscan información en Internet, lo que conlleva el peligro del autodiagnóstico y, por otro lado, un cambio en la relación con el profesional de la salud, que teme perder su autoridad o cuanto menos le intranquiliza la capacidad del paciente de distinguir entre información útil, objetiva y rigurosa.

Búsqueda de información de pacientes y profesionales

Aunque los profesionales suelen usar a diario la red para encontrar información útil, no recomiendan a los pacientes buscar información por su cuenta. Según un estudio publicado en Atención Primariaen 2013, un 61% de los pacientes ha usado internet como fuente de información sobre su salud, el 44,3% refirieron hacer más preguntas en consulta y el 80,8% creen que su médico estaría dispuesto a conversar acerca de la información encontrada en internet. Otros estudios revelan que las fuentes más usadas por los usuarios son foros especializados en enfermedades (42%), Google (41%) y Wikipedia (27%).

El hecho de que haya más acceso a la información no quiere decir que los profesionales de la salud hayan perdido su lugar como principales proveedores de información sanitaria. Incluso hay quien opina que este creciente acceso a la información relacionada con la salud mejora la comunicación entre los usuarios del sistema sanitario y sus profesionales de referencia, y permite la creación de nuevos espacios de interacción entre pacientes. Todo ello contribuye a la formación de un rol más activo por parte de los pacientes.

Información de salud en los medios de comunicación

Tampoco podemos olvidar que gran parte de la información que se obtiene de Internet tiene que ver con una labor periodística. Daniel Catalán-Matamoros publicó en 2015 en Panace@: revista de medicina, lenguaje y traducciónun artículo sobre periodismo y salud. Afirma el autor que los medios de comunicación se están convirtiendo en la principal fuente de información para temas de salud, incluso por encima de los profesionales sanitarios.

La información que aparece en los medios de comunicación puede ayudar a controlar enfermedades contagiosas, a prevenir enfermedades (por ejemplo, por consumo de alimentos contaminados), a informar acerca de los últimos avances en el ámbito sanitario o promover estilos de vida saludable.  Sin embargo, existen riesgos.

Algunas veces los contenidos pueden estar sesgados o contar con poco rigor científico,

generar falsas creencias, reforzar estereotipos o estigmas, como puede ser hacia un tipo determinado de enfermedades (esquizofrenia, VIH, etc.).

Intimidad y privacidad

Otra gran inquietud que surge en relación con las nuevas tecnologías, y que está ligada al uso de Internet desde sus orígenes, es la vulnerabilidad que sufre la privacidad de los usuarios. Este aspecto cada vez más notorio tiene grandes repercusiones desde el éxito alcanzado por las diferentes redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, por citar sólo unos representantes de la vorágine de posibilidades) y el impacto que han tenido en nuestro modo de vida.

Ya Susan B. Barnes definió la “paradoja de la privacidad” que consiste en que a pesar de que los usuarios se muestran cada vez más conscientes y preocupados por la protección de su vida privada, sus comportamientos en las redes sociales tienden justo a lo contrario, introduciendo de manera constante datos privados para nutrirlas. Parte de la información que se ofrece versa sobre cuestiones de salud, que no son mostrados sólo a familiares y amigos, sino también a desconocidos, con los riesgos que dicha conducta supone. A esto se le suma que la información de los usuarios es utilizada por esas grandes aplicaciones informáticas que almacenan datos.

Big Data en la salud

Estos datos, que conocemos como Big Data, pueden ser útiles en la medida que se han convertido en un componente importante en la vigilancia de enfermedades infecciosas. Puede obtener mapas geográficos de salud de toda la población de una región con la capacidad de evaluar, en un futuro, factores como contaminantes, tráfico, calefacción, tiendas de comestibles y mercados, o insumos alimenticios, que podrían mejorar la precisión de la estratificación por riesgo de la población.

Pero esta información también implica amenazas a los usuarios de internet y redes sociales al permitir que se infiera información sobre las personas y sus comportamientos sin que ellas las hayan difundido de forma explícita o voluntaria.

Una mujer, bajo un determinado rango de edad, puede hacer una búsqueda por Internet a un hospital con servicio de obstetricia, sin ser consciente de ello quede expuesta a estos sistemas. Es muy probable que, gracias a los sofisticados algoritmos de las herramientas informáticas, esta mujer comience a recibir información sobre productos para el embarazo y, hasta cierto punto, pueda ser persuadida de llevar a cabo algún tratamiento, o para que adquiera algún tipo de producto o que cambie de hábitos.

Redes sociales en la salud

Por otro lado, las redes sociales crean vínculos en torno a la salud, como puede ser una más rápida y eficaz capacidad de interacción con profesionales sanitarios, o la posibilidad de relacionar a pacientes que padecen una misma enfermedad o patologías similares, sin olvidar a grupos de familiares u otras personas del entorno cercano.

Esto tiene ventajas a la hora de compartir experiencias acerca de una enfermedad, además de aprender sobre ella y encontrar apoyo emocional en otras personas que sufren el mismo trastorno. Sin embargo, el mundo de las relaciones dista mucho de ser sólo un tema de privacidad o de diversos tipos de foros.

En el verano de 2015 una estudiante de enfermería se hizo un “selfie” con una paciente la cual parecía estar agonizando. Aunque fue un caso mediático no es el único, pues se ha convertido en una práctica común que algunos profesionales de la salud se hagan fotos a sí mismos en sus entornos de trabajo, a veces con los pacientes que están atendiendo, con o sin su consentimiento.

Un estudio llevado a cabo por el Complejo Asistencial de León mostró que el 94,5% de las enfermeras usa su teléfono móvil durante su jornada laboral y un 54,3% de las personas que gestionan esos equipos les preocupa que se tomen y difundan fotografías no autorizadas en su puesto de trabajo.

Las nuevas tecnologías funcionan como el bisturí del instrumental quirúrgico. En malas manos puede ser un arma peligrosa, pero en manos bondadosas puede salvar vidas.