Aunque a México y a España les una un vínculo histórico de siglos, en 2017 se cumplen apenas 40 años desde que se restablecieron sus relaciones diplomáticas tras décadas de enfriamiento por la Guerra Civil Española y la dictadura franquista.

Para celebrar estos 40 años de buena relación, la Embajada de México en España organizó el foro “El vínculo Hispano-Mexicano en la configuración de sus imaginarios nacionales”, un dialogo entre expertos de ambos países que analizaron la configuración y particularidades de las identidades nacionales y su vínculo con las del otro. Este evento estaba enmarcado dentro de una serie de actividades que contaron con la colaboración de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, universidades como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) o la Universidad de Alcalá de Henares y editoriales como Turner o el Fondo de Cultura Económica.

Mauricio Pilatowsky, filósofo, historiador, investigador y profesor de la UNAM considera que la imagen de España en el sistema educativo mexicano se ha construido a través de símbolos y mitos en distintos modelos históricos y sociales.

Mientras los niños mexicanos construyen un imaginario sobre su propia sociedad, aprenden qué papel juega en él la figura de España. A los niños se les inculca una relación entre lo propio y lo ajeno, entre “nosotros” y “ellos”. Desde el momento en que se les enseña en castellano, ese “nosotros” se identifica con todas esas personas que hablan español.

Aunque los hechos históricos son comunes, la manera de transmitirlos varía dependiendo de cada país.

“Cada país tiene sus propias estrategias donde la construcción de la historia juega un papel determinante. Parecen matices, pero son más que matices. Hay que revisar en cada sistema educativo cuales son los puntos que se recuperan, cuales se denotan o se critican, cuales no se mencionan, cuales se oscurecen”, sostiene Pilatowsky.

Braulio Saavedra Padrón lleva más de 20 años dando clases de historia a niños de varias edades, ha trabajado en varios colegios de toda España y en varios países de Latinoamérica y Europa. “El deber de un historiador y de un profesor es transmitir una visión objetiva y completa en la medida de lo posible de los hechos y procesos históricos. Partiendo de esa base debería hacer llegar al alumnado los efectos negativos de la conquista sin caer en el error del maniqueísmo tan socorrido de indios buenos y españoles malos”, dice.

Por su parte, en España la conquista de America se trata de una manera superficial.

“No recuerdo que ningún manual hiciese una mención a los efectos demográficos de la conquista que fuese más allá de una línea de texto”, declara Braulio, quien sostiene que en días como el 12 de octubre, al tratar el tema de la conquista y colonización de América, no puede faltar una referencia a las maneras opuestas de ver el aniversario del descubrimiento.

“No tiene nada que ver la forma en que muchos americanos ven el 12 de octubre con la interpretación que se da en España”, dice.

Otro profesor, Andrés Sánchez Rocher, profesor de historia en un instituto de España, ofrece una visión crítica también. “Los indígenas no tenían derechos para los españoles, no eran considerados personas. El tema no sale tratado profundamente en el libro y no ahonda nada en estos asuntos”, afirma Sánchez. Dice el profesor que sus alumnos no suelen tener interés en profundizar más en el tema, y que creen en la teoría del hombre blanco que debía civilizar a los indígenas.

Un elemento clave en la educación en México son los libros de texto gratuitos, impulsados por el expresidente mexicano Adolfo López Mateos y vigentes entre 1960 y 1972. Estos libros asentaron las bases de un imaginario que aún impera en la sociedad mexicana. Establecieron una diferencia entre criollos, indígenas y peninsulares. Graham Green, escritor y guionista británico, observó esta diferencia en el México de los años 30 que aparece reflejado en su novela El poder y la gloria. En ella aparece una visión negativa del mestizaje. El autor llega a hablar de “el indio, el español y el mexicano”.

Los libros de texto gratuitos transmitían la idea de que el nacionalismo mexicano era una construcción de los criollos, según Pilatowsky. Esta idea cobra fuerza con la imagen de Hernán Cortés que aparece en ellos, alguien que no es indígena pero que se rebeló contra los peninsulares. A través de las imágenes y dibujos de los libros los niños comienzan a construir la historia mexicana.

Cortés aparece como una figura autoritaria, un padre metafórico que impone la ley y aporta seguridad. La herencia indígena aparece representada con la figura de la Malinche, la madre. En los textos se habla con nostalgia de la cultura indígena, pero como algo del pasado, no propio, perdido frente a la crueldad de los españoles. Pilatowsky sostiene que se ha pretendido crear una cultura que distinga entre los criollos y la crueldad de los invasores españoles.

Después de siglos de historia compartida, las relaciones entre ambos pueblos han evolucionado de manera sorprendente, tanto españoles como mexicanos hemos sido migrantes y hemos tenido contacto con las otras culturas. Hay mucho que nos une, un idioma común que nos hace sentirnos en casa, estemos en Madrid o en la Ciudad de México, una historia común que sigue avanzando hacia la cooperación por la cultura y la educación.

“Apuesto por la enseñanza para poder revertir procesos de exclusión y gran parte de esto consiste en romper los imaginarios, donde todo proyecto nacional tiene sus nosotros y sus otros y a partir de eso genera sus propias políticas de inclusión y exclusión”, concluye Pilatowsky.