Los carnavales de Iztapalapa, los más grandes de la Ciudad de México, con comparsas centenarias. Hay una de reciente creación que el fotoperiodista Ricardo Maldonado ha fotografiado en los últimos años y que acoge sin discriminar a quien quiera unirse a la fiesta y formar parte de la familia: la Comparsa Calaveras.

MADRID, España.- En el pueblo de Santa Cruz Meyehualco, en Iztapalapa, a las afueras de la Ciudad de México, existe una tradición carnavalesca que se remonta a hace más de 100 años. El fotoperiodista Ricardo Maldonado lleva varios años viajando a esta localidad para documentar a un grupo de personas que desfilan y bailan disfrazados: La Comparsa Calaveras.

Los carnavales de Iztapalapa son los más grandes del distrito federal; este año se cerró una avenida entera para el pasacalles y unas 30.000 personas acudieron a ver las comparsas.

Estas fiestas están muy arraigadas en la tradición del pueblo, aunque es una práctica que emigra del pueblo de Chimalhuacán, cuenta Maldonado, cuando la gente comienza a mudarse a Meyehualco. Son muy conocidos a nivel local y algunas comparsas tienen una tradición de más de un siglo. Pero no suelen tener un lugar en los grandes medios, sostiene el fotoperiodista, pues dan más prioridad a la representación de Cristo.

Cada año Santa Cruz de Meyehualco se divide en dos barrios. En uno pasean las comparsas con sus tradicionales trajes de charro y vestidos de carnaval. En las otra zona se encuentran los lugareños que eligen disfraces de tema libre. En estas calles podemos encontrar a personas disfrazadas de actores, personajes de moda y representaciones de temas de actualidad. De su visita más reciente, Maldonado cuenta que encontró a un grupo que se había disfrazado de huachicoleros (como se llama a los que roban combustible de los ductos), simulando estar quemados.

En Meyehualco existen otras comparsas con una tradición centenaria pero las condiciones para participar en ellas son muy estrictas, por lo que varios ciudadanos crearon, hace ocho años, la Compara Calaveras sin tantos cánones estéticos como exigencia para participar.

“Está abierta a todo el mundo, no se les exige porte físico, posición social, cuotas exageradas; es parte de una nueva administración, con otra mentalidad. Aquí a través del baile  le damos salida a nuestros problemas familiares, nos desestresamos, venimos a convivir sanamente”, dice Antonio Garcés Varga, miembro de la Comparsa Calaveras. A pesar de la presión de comparsas más antiguas, Calaveras ha ido creciendo hasta hacerse con un lugar en el desfile de Meyehualco al que cada año se suman más personas.

Se trata de una comparsa de charros. Los hombres llevan trajes muy coloridos, fabricados de manera manual y cosidos con hilo de oro. Las mujeres mandan confeccionar sus propios vestidos.

La Comparsa Calaveras se acompaña cada año de una orquesta que acompaña exclusivamente al grupo durante los cuatro días que dura la celebración. Este año, la orquesta Dinastía Suárez ha puesto música al paseo de los charros.

“Las principales melodías que se bailan en estos días de fiesta son: el tamarindo, el tololoche, el sauce y la palma, la filomena, como quieres que te quiera, el aparatito, sal y limón. En el cierre de carnaval se coronan a las reinas de Santa Cruz Meyehualco”, explica Maldonado.

Calaveras se ha convertido en una comparsa familiar, en la que los mayores intentan pasar la tradición a sus hijos. Al tratarse de una comparsa relativamente nueva no cuenta con muchos apoyos económicos. La delegación suele favorecer a las comparsas más antiguas; el dinero  proviene de las aportaciones de sus miembros, lo que supone cada año un gasto de 15.000 pesos de promedio.

Toda la familia participa de alguna u otra manera; algunos preparan el desayunos o las comidas para que toda la comparsa coma junta durante los cuatro días de festejos; otros miembros, que son carpinteros o herreros, ayudan en la construcción de los carros o en el tejido de los vestidos.

“En otras comparsas no podía bailar con mi esposa, había ciertas limitaciones; tengo diecinueve años de casado y al llegar a la Comparsa Calaveras comencé a bailar con mi mujer. Al participar y bailar juntos nos divertimos, es un placer; pero lo más importante es que nos ha unido como pareja. Mis hijas están contentas al vernos salir a zapatear. Varios compañeros comenzaron a bailar con sus esposas en esta comparsa, el tiempo que participaron en otras comparsas no se les permitía bailar con sus cónyuges”, explica Francisco Martínez Solís, otro miembro.

Cada año la comparsa elige  a su reina. Para ello lanzan la convocatoria entre sus miembros y cualquier mujer entre 14 y 25 años puede participar en ella. Entre los compañeros se busca un padrino que coronará a la elegida. Los miembros de la comparsa votan por su favorita y la ganadora se convierte en soberana y el resto de mujeres en sus princesas. Todas suben al carro alegórico el día del desfile.


Imágenes: Ricardo Maldonado Garduño