Con Laida no es mi nombre, el escritor Carlos Lozano Asencio narra una historia de amistad, amor, gozo, dolor, desencuentro, nostalgia y olvido con la que se podrá identificar cualquier mexicano en España. La música, la literatura y las ganas de vivir ante el irremediable paso del tiempo vertebran esta apasionante novela que forma parte de la trilogía Contracorriente del Golfo junto con Ana desde hace tiempo.

MADRID, España.- En su época universitaria, Lidia, Santiago y Marina conocen al mexicano Hernán, que tocaba la guitarra en las zonas verdes de la Facultad de Ciencias de la Información. Juntos conforman la banda Arrecife, que los mantendrá unidos para siempre a pesar de los embistes de la vida en una de las tantas metáforas de la unión entre México y España que emplea el escritor mexicano Carlos Lozano Ascencio en Laida no es mi nombre.

Este novelón mexicano-español se puede descargar en Kindle junto con Ana desde hace tiempo, que forma también parte de la trilogía Contracorriente del Golfo que el escritor espera terminar con una tercera novela.

Hernán vuelve a su México natal para atender un asunto familiar de graves implicaciones éticas y legales. La noche anterior a su partida, ocurre algo que se mantendría como un secreto que el escritor deshoja con maestría a lo largo de las páginas.

La novela comienza cuando, años después, una llamada de Marina y su intempestiva llegada al departamento de Lidia y de Santiago una noche de tedio matrimonial, abre una caja de Pandora que no se cierra hasta el final de la novela.

Laida no es mi nombre responde con brillantez literaria a la pregunta que muchas veces no sabemos responder muchos mexicanos sobre lo que supone llevar tantos años en España.

Este público mexicano se sentirá identificado en Hernán, personaje mexicano que lleva el nombre del conquistador como otra de las metáforas que utiliza Lozano Asencio en esta novela que merece mucho más impacto del que ha recibido en medio de este maremágnum literario y que está ahí para ser descubierta por un guionista inspirado para convertirla en algo más.

Parte de la riqueza que atesora Laida no es mi nombre radica en la complejidad de los personajes, en los registros de la historia de México que el escritor ha acumulado en su memoria y sus recuerdos, en su conocimiento de la España profunda y de la idiosincrasia del país de acogida.

Se nutre también de la vida que sin duda ha vivido el autor en España para poder ofrecer semejante dosis de realismo en una novela de ficción que sirve de estandarte para esa estirpe de mexicanos que se fueron quedando en España por diversas circunstancias. Terminan por sentirse de aquí, de allá y de ninguna parte, sobre todo cuando comprenden que nadie es más ni menos mexicano por lo que coma, beba o deje de comer y beber, por sus amistades o círculos de mexicanos en España, por el tequila, por su acento o por la enjundia con la que celebran el 15 de septiembre. El realismo de la novela está también marcado por el manejo maestro de la temporalidad dentro de la narración, con tiempos que se entrelazan con los recuerdos y la memoria de sus personajes.

Laida no es mi nombre

La novela engancha a toda una generación que se sentirá retratada con las referencias al temblor de 1985 en la Ciudad de México, los comienzos del SIDA, la movida madrileña y todo lo que envuelve a su famosa vida nocturna de finales de siglo en la capital española, el surgimiento del EZLN y de la figura del subcomandante Marcos. También engancha su manejo de las diferencias en el uso del lenguaje entre mexicanos y españoles por medio de diálogos que parecen calcados de la realidad, que dan vida a las distintas formas de pensar y que dejan ver el grado de integración del escritor en la vida española sin que nadie pueda nunca quitarle su marcada identidad mexicana. Ni él mismo, aunque quisiera. Esta integración convive de forma paradójica con una cierta soledad que aqueja a cualquier persona que deja su país y a su familia.

El autor utiliza los nombres como metáfora no sólo de las múltiples identidades que pueden adoptar quienes sufren una metamorfosis tras haberse quedado en otro país, sino también de la carga simbólica de los nombres para países hermanados y enfrentados a la vez por la historia. Cambian los nombres, se transforman las identidades y las personas sufren una metamorfosis no exenta de dolor, pero con la promesa de algo nuevo, más completo y tan prometedor como el final de la novela, una catártica metáfora de un reencuentro entre México y España.