El escritor mexicano Mario Hinojos define su última novela como “las batallas de un hombre para regresar a casa”. Presentó Animal Doméstico hace unos días en el Instituto de México, en Madrid.

 

La novela habla de la guerra y de lo que la define, de cuándo podemos saber que estamos en ella y más si no encaja con nuestra idea preconcebida. Debido a un atentado y al estallido de una guerra muy poco definida, el personaje principal se ve atrapado en la que había sido su casa pero que ya no reconoce.

Animal Doméstico explora la necesidad y el deseo de “relacionarse con algo que te pertenece, aunque sea negativo”. Con la presencia cada vez más fuerte de México, aunque no se llega a decir explícitamente que éste sea el país de la novela, el autor analiza el concepto de familia a través de la búsqueda de un nuevo hogar por parte de su principal personaje.

Mario Hinojos nació en Mazatlán, en el estado de Sinaloa, ciudad a la que describe como una zona que respira cultura norteña, establecida en la frontera entre el norte y el resto del país. A finales de 2006 viajó a Barcelona, atraído por la industria literaria, para realizar un máster en comunicación cultural. A través de unas prácticas pudo acceder a un trabajo y establecerse en la Ciudad Condal. Han pasado 11 años desde entonces.

Al poco tiempo de su llegada a España, el presidente Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico y comenzó el aumento de la violencia que aún perdura en México. En su siguiente viaje a México, 4 años después, Hinojos se encontró con calles que ya no reconocía y con una normalización de la violencia que le produjo una sensación de vértigo.

Animal Doméstico explora la necesidad y el deseo de “relacionarse con algo que te pertenece, aunque sea negativo”.

 

¿Qué opinas de la situación actual de México?

No estoy seguro si me permitiría opinar, pero incluso el libro podría ser una especie de lectura un poco alegórica de mi visión excéntrica sobre lo que ocurre en México, más porque provengo de un lugar que está familiarizado con ese tipo de violencia desde hace mucho tiempo y esa relación es de vértigo. Sentirse descolocado, no ser capaz de leer lo que está ocurriendo allí.

He ido pocas veces a México y la sensación es que, desde dentro, se ha normalizado y se ha vuelto como algo cotidiano. Descoloca muchísimo. Ir como a intervalos, acercarte para ver cómo va evolucionando todo eso es mucho cante. Recuerdo la vez que fui con mi pareja, es española, y algo tan normalizado como ver tanques en las calles, estar y no estar en guerra, fue tan raro…

Obviamente hay espacios muy violentados, muy explícitamente violentados pero hay otra parte, la de la vida cotidiana… cómo la gente va dejando de hacer ciertas cosas, eso me pareció muy heavy.

¿Cómo crees que los medios españoles tratan estos problemas en México?

Creo que últimamente ya no los tratan, dejó de ser parte de la agenda. Creo que, como ha ocurrido con otro tipo de violencias en Latinoamérica, quedó rezagado. Incluso creo que para personas de aquí, que no están tan familiarizadas, ocurre la sensación como de que ya pasó. Un punto de partida del libro tiene que ver con esa especie de vértigo, porque cuando yo empecé a pensar en este libro fue en el estallido de la guerra calderonista en México. En ese momento estuvo en la agenda y se hablaba mucho de eso aquí y también me generó mucho vértigo contrastar la versión de los medios europeos, digamos, con la visión que te podía dar la gente de la vida cotidiana allá. Veo que lamentablemente se ha dejado de mirar tanto y eso prevalece, está allí y sigue creciendo.

 

¿Dirías que la guerra calderonista ha sido la inspiración para este libro?

En cierto sentido el libro parte de la imposibilidad de pensar que lo que está ocurriendo en México es una guerra y que te digan que es una guerra te lleva a cuestionarte: ¿qué es una guerra?

Se trata de voltear allá y pensar: “no entiendo que ocurre”. Pero el imaginario que yo tengo, siendo alguien que no ha vivido una guerra, no se corresponde con lo que uno, incluso cinematográficamente, se imagina que es una guerra.

O incluso al contrario, por eso un poco también lo del animal doméstico ¿Qué tan dispuesto estarías a ceder para recuperar esa seguridad? ¿Qué tan dispuesto estarías a dejarte domesticar para recuperar el cobijo que significa tener a alguien que te protege?

 

¿Crees que un mexicano, más expuesto a esta normalización de la violencia, tiene una visión distinta de tu libro que un español? ¿Crees que es un tipo distinto de lector?

Obviamente uno se acerca desde sus propias bajas a los textos. El libro intenta ser un poco más neutral o internacional, por así decirlo, al principio, pero como también se plantea una especie de regreso a casa, una especie de viaje truncado, el libro conscientemente se vuelve mexicano al final. He tenido experiencia de que algunos lectores españoles me han pedido que les descifre ciertos aspectos del lenguaje o incluso algunas situaciones, pero no creo que tenga que ser alguien muy versado en la actualidad mexicana para acercarse a la historia.

 

¿Crees que se invierte suficiente en cultura en ambos países?

Trabajo en cultura, entonces verlo desde adentro es muy distinto para bien y para mal. No soy muy partícipe de esta tendencia a la queja. Obviamente se invierte poco, probablemente se invierta poco en cualquier sitio. Porque si comparas la cuota que invierte México con un país del norte de Europa la ecuación te sale claramente negativa. ¿Se invierte poco? Sí, pero también hay gente haciendo cosas muy interesantes sin la necesidad de vincularse con la inversión del estado, encontrando nuevas formas y creo que ahí es donde se están generando las cosas interesantes. México es un caso particular, puede que se invierta poco, puede ser un país muy centralizado, pero también es el único país donde hay una dinámica de becas para escritores como no existe en ningún sitio. No estoy posicionándome ni a favor ni en contra porque también hay mucho discurso y muchas críticas al respecto pero es un modelo muy particular que incluso es extrapolable a países que nosotros entendemos como más “avanzados”.


Fotografías de Javier González Sánchez