El Instituto de México en España organizó, junto a la Fundación Sophia, La Sabiduría del Temazcal, una conferencia impartida por Juan Francisco Fonseca Hernández sobre esta antigua tradición que conecta al individuo con la comunidad y la Madre Tierra.

El temazcal es un ritual milenario que se realiza en una especie de iglú hecho de piedra que simula metafóricamente ser el vientre de la Madre Tierra y en cuyo interior hay una piedra volcánica ardiendo en el fondo de un gran hoyo que se sitúa en el centro de la estancia. La persona que lleva a cabo el ritual arroja agua hirviendo sobre las piedras para generar una intensa nube de vapor que purifica el alma y el cuerpo de quienes se encuentran en el interior. Invocando a “ometeo”, música de un tambor y una caracola del mar, encontramos cuatro puertas pero no son puertas físicas, se trata de una puerta hacia el oriente que se abrirá cuatro veces, representando las cuatro elementos que intenta sanar el temazcal: palabra, tierra, agua y fuego. En náhuatl, el idioma prehispánico más extendido, significa ‘casa de Vapor’.

Los orígenes del temazcal se pierden en el tiempo. Los más antiguos que se han encontrado tienen unos 3000 años de antigüedad y están hechos de piedra, pero los temazcales pueden ser también de otros materiales no perecederos que no dejan huella.

El temazcal elimina toxinas y ayuda al enfriamiento del torrente sanguíneo pero su trascendencia a nivel filosófico, astronómico y cultural va mucho más allá de un baño de vapor.

“El temazcal es oscuro, no podemos ver nada fuera y la mente se ve obligada a mirar hacia dentro”, afirmó Juan Francisco Fonseca Hernández, autor del libro Temazcal: en el vientre de la Madre Tierra, en la conferencia organizada por el Instituto de México en España y la Fundación Sophia en Madrid.

La Fundación Sophia es una organización sin ánimo de lucro, formada por voluntarios culturales, que estudia las tradiciones clásicas a través de los siete grandes centros poblacionales de la historia: Egipto, Mesopotamia, La India, China, Japón, Mayas, grupos prehispánicos e Incas.

 

Un ritual sanador

El temazcal representa el vientre de la madre Tierra, un lugar cálido, húmedo y oscuro, simbólicamente regresamos al momento en el que estamos en el vientre materno. El nombre de la madre Tierra en náhuatl es Tlazolteotl, que significa “aquella que devora la basura”. Muchos estudiosos del temazcal consideran este término ofensivo pero Fonseca defiende que esta representación es correcta. El temazcal se entiende como un ritual sanador, que absorbe todo lo que nos resulta nocivo; ansiedad, temores, limitaciones…

Fonseca es un gran investigador de las tradiciones ancestrales prehispánicas y contemporáneas de México, entre las que se encuentran la astronomía, matemáticas, cuentas calendáricas, danza, canto, medicina y temazcal, sobre los cuales ha dado multitud de conferencias, talleres y cursos. En el 2003 recibió el título de Teopixke (Guardián de lo Sagrado) de manos del renombrado temachtiani, en náhuatl “el que hace que los otros sepan algo, conozcan lo que está sobre la tierra”, afirmó Francisco Jiménez Tlakaelel.

El temazcal es un ritual que es y continuará siendo material de estudio por su fascinación, por la sabiduría que encierra en el conjunto de tradiciones ancestrales de México

El centro del universo en la cultura prehispánica

Este ritual se basa en el concepto prehispánico del universo, en el que el paso cenital del sol es importantísimo. Grandes ciudades prehispánicas se construyeron en función a procesos astronómicos considerados sagrados. La Calzada de los Muertos de Teotihuacán no apunta a norte, sur, ni a la salida del sol y durante muchos años se pensó que su construcción se había realizado de manera arbitraria. Jesús Galindo Trejo, astrónomo mexicano, descubrió que la alineación de las calzadas de las principales ciudades prehispánicas apuntan hacia la salida del sol el día en que ocurre el paso cenital.

Los cuatro elementos del ritual

El ritual comienza saludando a los cuatro rumbos, existe la falsa creencia que este saludo es para pedir permiso a los dioses pero Fonseca cuenta que en realidad la persona toma conciencia de donde está y todo lo que le hace ser él con este saludo.

“Cuando hacemos un ritual así tenemos que estar unidos como una persona completa”, dice.

Una vez tomada conciencia del propio individuo entonces se puede realizar un acto sagrado y colocarse en el centro de la estancia, que representa el centro del universo.

“Y cuando estamos en este centro somos sagrados porque estamos tomando la decisión de que todos estamos en el centro”, concluye Fonseca.

En el temazcal también se representa el ciclo anual prehispánico. El cuatro es uno de los números más importantes en la cultura prehispánica y en esta tradición el cuatro simboliza los cuatro elementos anímicos. Las cuatro partes que componen a una persona: Tonalli (un pedazo de sol único que recibimos todos al nacer que hace que nuestra historia sea única), Teyolia (el impulso vital, el movimiento del corazón), Ihiyoti (aliento vital, nuestra respiración y nuestras emociones) y Nahualli (el material del que está hecho nuestro cuerpo, nuestro destino). La cultura prehispánica conserva aún esta dualidad en la que el ser humano se ve como un conjunto de alma y cuerpo.

 

En el ritual estos entes se representan con las cuatro veces que se abre la puerta del temazcal en las cuales se introducen 13 piedras, otro de los números clave. Estas trece pierdas representan al ser humano por el número de articulaciones principales. Estas trece piedras multiplicadas por las 4 veces que se abre la puerta suman 52, que forman lo que se conoce como el ciclo del fuego nuevo.

Para el temazcal se utilizan piedras volcánicas, tezontle en náhuatl, de un material muy poroso que resiste bien el calor. Puede durar hasta unas 8 horas y se puede realizar cualquier día del año pero existen fechas donde es más tradicional su celebración: los solsticios, equinocios y pasos cenitales.