El fotoperiodista Bernardino Hernández viajó de la Ciudad de México a Barcelona para recibir el XIV Premio Miguel Gil Moreno. Como otros periodistas mexicanos, obtiene reconocimiento por su trabajo en el extranjero, mientras en su país sufre amenazas, intimidación y violencia. En entrevista telefónica habló de su infancia, de sus inicios como fotógrafo y de las agresiones que lo exiliaron a la capital de México.


MADRID, España.- Bernardino Hernández acababa de llegar al mundo en 1968 cuando su familia emigró a Acapulco desde Chiapas. Tenía siete años cuando empezó a vender aceite de coco, camisetas y hamacas para los turistas canadienses y de Estados Unidos en playas emblemáticas de la época dorada de Acapulco, entre las que estaban Caleta y la Condesa. “Éramos y seguimos siendo humildes”, cuenta este fotógrafo recién galardonado con el XIV premio Miguel Gil Moreno de fotografía, en Barcelona.

A pesar de esa pobreza, Hernández habla con nostalgia de un pasado en que llegó a comerse los platos de pescado que dejaban casi intactos los turistas en el restaurante donde trabajaba un amigo suyo.

Comienzos de Bernardino con la fotografía

El fotoperiodista y reportero Alfredo Sánchez lo separó de una pelea en su escuela con niños de mayor edad. Como la secuencia se repitió, Sánchez decidió alejarlo de la violencia, según cuenta el periodista. Le pidió entonces que lo ayudara a vender las fotos que hacía en los colegios, en las primeras comuniones y en las bodas. La madre del pequeño y aguerrido Hernández estuvo de acuerdo y así comenzó un vínculo de maestro y aprendiz. Aunque en un principio mandaba al niño a vender fotos, éste aprendió de su primer maestro el arte de retratar momentos en la catedral. Ese vínculo duró hasta la muerte de su maestro, pocos años después.

“Tengo un bello recuerdo de esta persona. Me iba con él a todos lados a hacer fotos. Un día, a los tres meses, de su muerte llegó su hermana y me dio una carta. Me dejaba su cámara y me heredaba su moto. Para mí fue un bello momento, aunque muy doloroso. No entiendo cómo una persona me dio tanto sin apenas conocerme”, dice Hernández con la voz entrecortada por lágrimas contenidas, emocionado por el recuerdo de un maestro que lo trató como a un hijo biológico que nunca tuvo.

Periodistas desplazados por la violencia

“El gobierno no quiere reconocer que hay un grupo de periodistas desplazados por la violencia”, dice el fotógrafo mexicano, que huyó como otros compañeros a la Ciudad de México para protegerse.

En enero de este año fue agredido junto con otros tres periodistas cuando documentaban un operativo de desarme de la Policía Comunitaria de la comunidad de Cacahuatepec, en el municipio de Acapulco. La versión de algunos medios confirma la de Hernández, según la cual los agresores pertenecían a la Policía Estatal de Guerrero.

“Había un conflicto en la Concepción, donde hubo varios asesinatos. Yo sólo tomé imágenes de lo que estaba ocurriendo. Me llevaron, me tiraron y me arrastraron a una casa, donde me golpearon con todo. Me dieron un culatazo en la cabeza, me quedé inconsciente. Se oyeron balazos pero no me dieron”, narra el fotoperiodista mexicano. Cuenta que le quitaron 2.000 pesos y su material de trabajo. “Cuando estaba en el hospital me llamaron para decirme que me iban a matar”, dice. Desde AP Images y Cuartoscuro, las agencias para las que trabaja, le ayudaron para huir de Acapulco al salir del hospital.

Ser periodista es peor que ser un delincuente. Molestas, eres como una piedra en el zapato. Compañeros míos han sido asesinados. Hace unos días mataron a golpes a una compañera en Monterrey. En Guerrero hay compañeros desaparecidos, a algunos les han matado a sus hijos”, dice Hernández. Aunque reconoce que tiene temor sostiene que no piensa dejar de hacer lo que le gusta. Incluso tiene planes de volver cuando “se calmen las aguas”.

“Quiero seguir fotografiando la violencia en el estado de Guerrero. Quiero que la sociedad, sobre todo los jóvenes, vea cómo podemos terminar si no cambiamos”, dice el fotógrafo.

Bernardino Hernández, identificado con el periodista Miguel Gil Moreno

Se identifica con la labor de denuncia de Miguel Gil Moreno, el periodista asesinado en el año 2000 en una emboscada en Sierra Leona por el cual se reconoce cada año la trayectoria de periodistas como él, que lo obtuvo este año por “la labor de denuncia que ejerce Hernández sobre los fuertes retrocesos sociales experimentados en su país”, según comunicaron la Fundación Miguel Ángel Gil y Penguin Random House Grupo Editorial.

“Tuvo corazón de guerrero, de un león. Se metió en todos lados. Para mí fue muy grande recibir este reconocimiento de este corresponsal de guerra. Demostró la importancia que tienen la generosidad y dar amor”, dice Hernández. Recuerda el fotógrafo de 50 años los años en que los pleitos se arreglaban a golpes.

“Ahora ves descabezados, desmembrados, colgados, balaceras por dondequiera por las bandas del crimen organizado. Se cobra “cuota” y “uso del suelo” (en referencia a la extorsión que mucha gente sufre por parte de distintos grupos), mucha gente abandona sus hogares, se ven casas quemadas, la mayoría de los negocios están cerrados. No sólo en Guerrero, sino en todo el país. No sé hasta dónde vamos a llegar”, dice el aguerrido Hernández, que cambió los puños por una cámara de fotos que le regaló su maestro Alfredo para luchar contra las injusticias.


Fotos aportadas por el entrevistado con la excepción de la que lo muestra hospitalizado, tras ser agredido. Esa foto es de Raúl Sendic García Estrada