México y España están entre los países con mayores problemas de abuso de teléfonos y nuevas tecnologías. Se empieza a considerar enfermedad mental la adicción a los dispositivos, un peligro que planea sobre la vida de miles de millones de personas, sobre todo los niños y jóvenes que no conocen otra realidad que la del dominio de las tecnologías en todos los ámbitos de la vida.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) eligió como lema los jóvenes y la Salud Mental en un mundo en transformación para este Día Mundial de la Salud Mental. En España, el Ministerio de Sanidad acaba de incluir el uso compulsivo de nuevas tecnologías en su Plan de Acción sobre Adicciones 2018-2020.

A los problemas de cuello y cervicales, de tendinitis, de vista, de alteraciones de sueño y a los accidentes de coche y en el hogar provocados por distracciones con los teléfonos se suma el peligro de adicción que planea sobre cada vez más adultos, jóvenes e incluso niños que se manifiesta en ansiedad. Por eso no pueden salir de su casa sin su dispositivo y por eso miran la pantalla de su teléfono cada dos minutos, estén donde estén, lo que se conoce como nomofobia. Se empieza a considerar enfermedad mental esta adicción a los teléfonos y a las nuevas tecnologías.

Una de cada veinte personas en España sufre adicción al teléfono, mientras que el 15,4% hace un uso excesivo con “riesgo de padecer complicaciones” y depresión, según un estudio en el que han participado la Universidad Complutense de Madrid (UCM), el Hospital Universitario 12 de Octubre (Madrid), el Instituto de Investigación Biomédica de Málaga y la Universidad San Ignacio de Loyola (Perú).

María Luisa Carcedo, ministra de Sanidad, reunida para abordar las adicciones en España.

En México, cerca del 50% de las personas consideran indispensables sus dispositivos móviles. Incluso volverían a su casa si lo llegaran a olvidar, según datos de IAB México y Millward Brown. México se ha convertido en uno de los países con mayores problemas en el uso de teléfonos en el entorno educativo, con un 30% de estudiantes que utilizan sus dispositivos en clase, según un estudio de Forbes al que cita el experto Rafael Solares. El crecimiento anual de uso de smartphones supera el 40% anual, con 40 millones de teléfonos utilizados por jóvenes entre 15 y 29 años.

En la entrevista del periodista Johann Hari al psicólogo Bruce Alexander durante la preparación de su libro sobre adicciones, Tras el grito, el experto contó que había encontrado una grieta en los experimentos que se hicieron con ratas en los años ‘80. En el anuncio de televisión se veía a una rata en una jaula donde tenía dos recipientes para elegir: uno con agua y el otro con agua mezclada con cocaína. Al final del anuncio se mostraba a la rata bocarriba, muerta por una sobredosis.

Alexander reprodujo el experimento, pero esta vez introdujo una segunda jaula con varias ratas con diversos juegos y elementos de “entretenimiento”. La rata que estaba sola incrementaba su dosis de agua con cocaína conforme pasaban los días, hasta que moría. Las ratas que vivían en comunidad apenas probaban el agua que contenía la droga, lo que pone a prueba las teorías de la adicción que la atribuyen sólo a una dependencia química.

De la gente que consume alguna droga, un 10% ha sufrido daños o desarrollado un problema de adicción, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Si la adicción sólo tuviera un componente químico, los parches de nicotina habrían triunfado como método para dejar de fumar. Pero sólo un 17,2% de quienes los usan en Estados Unidos lo han conseguido. No deja de tener relevancia el aspecto químico, pero hay que tener en cuenta experiencias traumáticas de la infancia, la falta de vínculos sociales, la soledad no elegida y el aislamiento que puede producir nuestra “vida líquida” de interconexiones que no podemos asimilar.

Al rascar en la infancia de personas que han padecido adicciones, Hari se encontró infancias llenas de dolor y de experiencias que muchos no pueden soportar sin el consumo de drogas para evadirse, para huir de los barrotes de su propia cárcel mental.

Entrevistado por Hari, el médico canadiense Gabor Maté afirma que nada en sí es adictivo; una sustancia se convierte en adictiva cuando encuentra a una persona susceptible para caer en la red.

El trauma de la infancia te hace sentir mal respecto a todo: mal respecto a la familia, mal respecto a la vida […]. La gente se pregunta: ¿por qué los adictos continúan con su adicción? Porque los hace sentirse bien, y el resto de su vida no los hace sentir bien.

Comprender la adicción a las drogas puede contribuir a desentrañar el abuso de las tecnologías que convierte a tantas personas en zombies que miran una pantalla en el parque, en el metro, en bares, restaurantes y cafeterías, en el comedor, en la cocina y hasta en el baño para paliar su soledad, aunque en realidad se alejan más del auténtico contacto humano. Ahí radica la paradoja de las nuevas tecnologías y de las drogas, dos caras de la misma moneda.