Fracasó la cumbre europea para acordar los medios económicos y financieros con los que afrontar la crisis del coronavirus por lo que el autor de este análisis considera arrogancia y amnesia selectiva de Holanda y Alemania, que cargaron con dureza contra los países europeos menos ricos.

Análisis de Xavier Caño Tamayo.

MADRID, España.- A instancias de los ministros de economía y finanzas de la Unión Europea (Ecofin), el Consejo Europeo se disponía a tomar medidas para limitar la propagación de la pandemia del Coronavirus por medio de medicinas necesarias, equipos sanitarios, alimentos y otros bienes necesarios.

Junto con la necesidad de restringir las fronteras de la Unión Europea, esto implicaba un enorme coste, tanto por inversión y gasto como por las medidas imprescindibles que mitiguen las consecuencias económicas y laborales por el obligado cierre de negocios y servicios al aplicar el confinamiento obligatorio que frene los contagios.

La crisis sanitaria y económica desatada por la pandemia del coronavirus obliga a medidas de excepción.

La más importante es la emisión de deuda pública conjunta de la Unión Europea (UE), en concreto de los países de la eurozona, para disponer del presupuesto necesario con el que afrontar con solvencia todos los retos derivados de la pandemia del coronavirus.

Los eurobonos, también llamados hoy coronabonos, son títulos de deuda pública avalados por los países de la eurozona. La oferta conjunta de esos bonos proporcionaría las mejores condiciones de financiación para los Estados miembros. Sin embargo, Alemania y Holanda se han opuesto con el argumento de que los Estados miembros del Sur de la UE (Portugal, España, Grecia, Italia e incluso Francia) derrochan en sus presupuestos y de que los países ricos no tienen porqué solventarles la papeleta en el marco de la Unión Europea.

Conviene recordar que algunos estados menos ricos de la UE obtuvieron préstamos públicos y privados de países ricos al inicio de la crisis de 2008. Estos préstamos se ofrecieron de modo insistente y con condiciones leoninas a países como Grecia.

Cabe preguntarse donde estaría la poderosa Alemania si los países miembros de la Unión Europea no hubieran importado al por mayor bienes, productos y servicios del país que preside Ángela Merkel. ¿Donde estaría la arrogante Alemania de no ser por la solidaridad y generosidad de muchos países europeos? Desde principio de los años 50, ha sido el país europeo que más deuda propia ha dejado de pagar en la historia reciente y al que más deuda se le ha perdonado. Olvida Alemania que, en 1953, debía una fortuna a más de 70 estados y que esos países le perdonaron, en el denominado Acuerdo de Londres, el 62% de la deuda pendiente de la primera guerra mundial, de la segunda y por la reconstrucción de Alemania en la postguerra.

Fue tal la generosidad de los países acreedores que a Alemania se le permitió que sólo dedicara a pagar un reducido 5% de sus ganancias por exportaciones a países europeos. Gracias a esa generosidad financiera, Alemania levantó cabeza pocos años después tras la guerra y se convirtió en potencia económica en unas décadas.

Como ha escrito el profesor Juan Torres López de la Universidad de Sevilla, Alemania no puede olvidar su propia historia ni las verdaderas causas de su situación de privilegio. Hoy tiene poder para imponer a los países de su entorno lo que le conviene, pero no siempre fue así.

Amnesia selectiva de una Alemania rescatada tras dos grandes guerras que provocó

La ausencia de solidaridad de Alemania roza la indecencia al conocerse que el gobierno alemán, líder hasta ayer de la más implacable austeridad presupuestaria, se endeudará en 156.000 millones de euros y creará un Fondo de Estabilización para la economía alemana de 600.000 millones de euros para afrontar la crisis del coronavirus y sus secuelas. Pero solo para ellos.

El colmo de actitud tan insolidaria de Alemania es su oposición a la emisión conjunta de eurobonos o coronabonos, como se prefiera, para financiar la batalla que se avecina, sanitaria, pero también socioeconómica.

Alemania no parece muy dispuesta a buscar soluciones europeas unitarias para financiar el reto de la pandemia y sus consecuencias socioeconómicas. Pero sí lo reclaman Francia, Portugal, Italia o España, que proponen de nuevo la emisión de eurobonos para financiar la crisis en la que estamos inmersos.

Tras cargarse la reciente cumbre del Consejo Europeo para buscar soluciones a la actual crisis, Alemania y Países Bajos proponen que cada país actúe por su cuenta. ¿Para que sirve entones la Unión Europea? El remate de la sinrazón es que ambos países proponen cada país por su cuenta recurra al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), creado en 2011 para rescatar países con problemas financieros. Lo malo es que el precio de utilizar el MEDE es aplicar una política de austeridad, acorde con los intereses de Alemania y del poder financiero. En tal situación se deteriora y rebaja el estado de bienestar, que consiste en redistribuir mejor la riqueza. O, si se prefiere, algo más de justicia social.

Alemania y Países Bajos se empeñan en defender el recorte de gasto de otros para reducir la deuda, aunque tras diez años de aplicar tercamente esa política de austeridad no se haya conseguido otra cosa que una economía embridada y débil.

Alemania se endeuda con el ambicioso plan de choque económico que ha aprobado para sí, pero la situación es diferente en España, Portugal, Italia o Francia, que llegan a esta crisis con algunos problemas más. Si la Unión Europea y la eurozona no aflojan en su obsesiva fijación por la reducción del déficit, la salida del túnel estará cada vez más lejos. ¿Para que queremos entonces esta Desunión Europea?