¿Sólo valoramos nuestra cultura cuando alguien de fuera se apropia de ella? Más allá de la indignación con Carolina Herrera, deberíamos buscar soluciones como diseñadores y consumidores para defender nuestro legado cultural. Más que erigirnos en víctimas de ultraje, es momento de crear conciencia e impulsar el desarrollo del oficio invaluable de los artesanos. Citando a la ONU, la carta del gobierno de México a Carolina Herrera hablaba de “promover la inclusión y hacer visibles a los invisibles”, algo que hay que empezar a hacer desde nuestra propia casa.

Por Aracely Lugo Melendrez.

Creamos lo que no somos”, decía el poeta argentino Hugo Mujica en Lo naciente. Pensando el acto creador. Crear significa dar un paso fuera de nuestras circunstancias. En el mundo del diseño donde aparentemente ya todo existe, a veces los creadores se quedan sin ideas propias y entonces encuentran una fisura, una falla social poco explorada de la cual adueñarse y expresar su propia palabra a través de ella. Así sucedió con la reciente polémica despertada por la casa de moda Carolina Herrera y el lanzamiento de su colección ‘Resort 2020’, inspirada en la cultura mexicana y criticada fuertemente al considerársela plagio.

La marca de ropa de lujo asegura haber tomado su inspiración del colorido ambiente de una festividad latinoamericana y con palabras en español se refieren a “la alegría de vivir”. En ningún momento se menciona a la cultura mexicana, razón que ha causado indignación en el país, y que la Secretaria de Cultura mexicana haya enviado una carta a los directivos de la marca exigiendo que expliquen públicamente los fundamentos en los que se basaron para hacer uso de elementos culturales tan característicos de ciertas comunidades indígenas, así como la retribución económica a ellas.

Un total de 43 looks compone esta colección, de los cuales tres de ellos tienen claras influencias indígenas mexicanas: los atuendos que incluyen el textil de los sarapes, y los bordados con flores de cempasúchil. El resto de las piezas se compone de telas lisas, encajes, patrones de lunares, tul, transparencias, y bordados florales que bien podrían corresponder a otras etnias.

Hay diseñadores que defienden a la firma alegando que todos tomamos de inspiración lo que se nos rodea, incluyendo a otras culturas, lo que no implica deshonestidad. La cultura mexicana ha servido de inspiración en muchas ramas del arte, la arquitectura y el diseño. Nno sería la primera vez que otro personaje extranjero con renombre viniera a tomarlo como fuente de inspiración. Incluso el Museo de Arte Popular Mexicano no considera que la firma haya actuado de manera mal intencionada y que su único objetivo fue poner en alto el nombre de nuestro país y cultura a nivel internacional. Resaltan los lazos profesionales sólidos con la firma, con la que han desarrollado diversos proyectos de la mano de artesanos mexicanos.

Mientras que diseñadores mexicanos anhelan crear piezas con estilo internacional y entrar a la visión cosmopolita de la moda, más parecida al mundo del fast fashion, personajes internacionales apuntan hacia el origen de las culturas más emblemáticas. Los atuendos autóctonos de comunidades indígenas mexicanas, exclusivo de algunos pueblos, están reservados para ocasiones especiales. Exceptuando eso, se desprecia el uso de prendas tradicionales a las que no se les considera “de calidad” ni se piensa que aporten “elegancia”.

El caso de Carolina Herrera ha retratado la doble moral que supone discriminar en la vida diaria a las tejedoras sentadas en las aceras de los pueblos mágicos con sus preciosos productos textiles con precios que algunos se atreven a regatear y luego exigir el un trato y un reconocimiento que nosotros no les damos. No se nos ocurre criticar el lujo de tendencias internacionales que admiramos aunque tenga miles de influencias distintas, pues forma parte del mundo globalizado. Y aquí no hay “abuso”.

En el proceso creativo, los diseñadores dejamos impregnadas las experiencias que nos marcan. Crear de lo que no estamos hechos es abrir nuestros horizontes para explorar el mundo. Es imposible que se nos limite a diseñar bajo los mismos estándares de estilo toda la vida cuando podemos explorar cosas nuevas basadas en la reinterpretación. Si son acertadas o no estas nuevas expresiones tampoco debería entrañar delito alguno. El acto creativo no brota de la nada, germina justo ahí donde se asume a cabalidad una forma de vida dedicada a la creación, como decía Francisco Pérez Cortés en Acto y proceso creativo. Crear requiere un punto de partida y a la vez un resultado. Es un proceso que necesita ser sembrado, cultivado, y hacerlo florecer. En México, la creatividad desborda sin duda, pero aún faltan muchos méritos, propuestas y programas para conseguir el éxito que le corresponde y que todos anhelamos.

Este acto de apropiación cultural, como lo han denominado, debiera ser también un llamado de atención introspectivo que nos haga valorar nuestra riqueza cultural.