Hablar de una verdadera ética medioambiental consistiría en considerar a la naturaleza como un ente con valor en sí mismo y no sólo una serie de normas por miedo a las consecuencias del cambio climático o el agotamiento de los recursos naturales. Así lo sostiene este escritor mexicano en España por el Día de la Tierra que se celebra hoy.

Artículo de Ramón Ortega Lozano *

MADRID, España.- Como todos los años desde el 22 de abril de 1970, hoy se celebra el Día de la Tierra en todo el mundo. En esta jornada de reflexión sobre la importancia de proteger el medio ambiente se organizan actividades de concienciación sobre las diversas formas de cuidar la naturaleza.

En la actualidad, el calentamiento global, la escasez del agua, la contaminación en general, el agotamiento de los mares, la desertización del suelo, el deterioro de la capa de ozono y la disminución de la biodiversidad son sólo algunos de los principales problemas medioambientales.

Frente a ellos hay diferentes posturas: a) los que opinan que la actividad humana no puede alterar significativamente a la naturaleza, b) los que creen que deberían adoptarse medidas para prevenir los problemas que vayan surgiendo y c) quienes piensan que estos daños han sido claramente causados por el hombre y que habría que producir cambios profundos en la mentalidad, la forma de vivir y de producir del ser humano.

Existe otro grupo que podría llamarse de “los resignados”, pues tienen la idea de que ya es demasiado tarde y que sería inútil intentar remediar el daño. La posición oficial que los gobiernos adoptan es una mezcla de la primera y la segunda.

Desde hace unas décadas, esta situación ha llevado a intelectuales, filósofos, científicos y gente preocupada por el ecosistema a plantearse la idea de fomentar una “Ética medioambiental”. Ciertos movimientos y figuras, como Greta Thunberg, han popularizado la preocupación medioambiental, objeto de esta disciplina. Esta rama de las éticas aplicadas ha generado ciertas políticas con el ánimo de cambiar los métodos de producción humana y así no llegar a un agotamiento de los recursos. Por esta razón se han adoptado en el lenguaje común términos como “desarrollo sostenible”, “ahorro energético”, etc.

Sin embargo, por muy en boga que esté la “ética medioambiental”, todavía no se puede hablar de una verdadera ética, sino de simples códigos normativos de protección ambiental. Si se han creado estos códigos se debe al miedo que encierra el cambio climático y la escasez de los recursos naturales. O, como pasa en el discurso de Greta Thunberg, como un reclamo a los adultos por impedir a las nuevas generaciones disfrutar en un futuro de la naturaleza. En todo caso, es sólo el interés, el utilitarismo o una visión estratégica, lo que ha llevado a varios sectores a abogar por una reformulación ética que se desvíe de la ruta del colapso ecológico.

Hablar de una verdadera ética medioambiental consistiría en considerar a la naturaleza como un ente con valor en sí mismo. Un código normativo cumple con su función al sentar las reglas para una mayor protección del medio ambiente o por lo menos una menor aniquilación. Acatar dichas normas no supone necesariamente un amor o respeto a la naturaleza, sino una preocupación frente a lo que supondría no poder disfrutar más de los beneficios que otorgan los recursos naturales. Queda camino que recorrer para considerar que la naturaleza se merece un reconocimiento ético por lo que significa en sí misma. Sin embargo, días como hoy invitan a este tipo de reflexiones.


Día de la Tierra: hacia una verdadera ética medioambiental

* Profesor Doctor del Centro Universitario San Rafael-Nebrija, miembro de la Red Global Mx, capítulo España

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