El número de casos en México de poliomelitis descendió drásticamente desde que comenzó la vacunación en 1963. Sin embargo, cada año se producen 1,5 millones de muertes infantiles por enfermedades que podrían prevenirse con vacunas.

En 1998, el ex cirujano e investigador Andrew Wakefield publicó en la revista The Lancet, una de las prestigiosas revistas médicas, un artículo que relacionaba la triple vacuna vírica (sarampión, paperas y rubéola) con el riesgo de padecer autismo. Este artículo alentó e infundió energía en los movimientos antivacunas ya existentes, que vieron sus ideas apoyadas por estudios científicos. La misma revista, en el año 2004, se retractó por completo de dicho artículo.

Los medios se hicieron eco de niños y niñas autistas, cuyos padres culpaban a las vacunas administradas, y así adquirió fama internacional. Fue el propio Wakefield quien abanderó el movimiento antivacunas. A medida que aumentó la influencia del movimiento disminuyó el porcentaje de vacunación, especialmente en aquellos países con calendarios y normativas de vacunación más flexibles.

Con el paso de los años, y estudio tras estudio, su publicación ha perdido cualquier tipo de veracidad, llegando incluso a perder él mismo la licencia para ejercer la Medicina en el Reino Unido.

Sin embargo, el daño que esta publicación supuso para las campañas de vacunación fue terrible. A día de hoy, los grupos antivacunas no han dejado de crecer, apoyados incluso por Donald Trump.

Las mayores tasas de no vacunación se encuentran en países europeos como Francia, que encabeza la lista a nivel mundial. Como medida, el gobierno francés ha decretado la vacunación obligatoria para once enfermedades a partir de este 2018 con el fin de combatir los casos de sarampión o paperas. Los países europeos están endureciendo su legislación en este asunto, según el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades.

Cada año se producen 1,5 millones de muertes infantiles por enfermedades que podrían prevenirse con vacunas, según la OMS (Organización Mundial de la Salud). La misma organización estima que 12.9 millones de menores no se encuentran correctamente vacunados, lo que provoca desprotección ante enfermedades como la difteria.

Aunque la situación no ha sido evaluada aún en México, se cree que la mayor parte de los menores no vacunados es por problemas de accesibilidad. Pero también hay padres y madres que deciden no vacunar a sus hijos. Se necesita saber porqué. La educación y la información desde los organismos de salud hacia padres y madres reducirían en cualquier región las tasas de desvacunación.

El número de casos y muertes en México atribuibles a la poliomelitis descendió drásticamente desde que comenzó la vacunación en 1963. Treinta años después, América ha quedado libre de esta enfermedad infecciosa producida por un virus que ataca la médula espinal y provoca atrofia muscular y parálisis. Ante esta evidencia médica y estadística, todas las organizaciones médicas recomiendan y promueven la vacunación.

Cuando una población tiene altos índices de vacunación, la protección alcanza a las personas no vacunadas porque los agentes causales de la enfermedad encuentran dificultades para su propagación. Pero si todos acaban pensando así, nos encontramos con una población desprotegida y con el resurgimiento de enfermedades no aparecieron en generaciones anteriores.

Los padres y madres tienen libertad para decidir lo mejor para sus hijos  pero conviene que estén informados sobre las consecuencias que tiene para ellos y para la comunidad el rechazo de las vacunas, que rara vez presentan efectos secundarios.