La peor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial exige soluciones a países obligados por los tratados internacionales con los refugiados que huyen de guerras y de violaciones sistemáticas de derechos humanos mientras hacen negocio las empresas que venden sofisticadas tecnologías de vigilancia y “seguridad”.

La retención por la Fiscalía de Catania (Italia) del barco español Open Arms de rescate de refugiados en el Mar Mediterráneo es la última de las oscuras actuaciones de las autoridades europeas para expulsar a organizaciones humanitarias de salvamento de la letal ruta marítima de los refugiados hacia Europa. La Fiscalía pretende que la tripulación del navío habría cometido un delito de “promoción de migración ilegal” a Italia, pero lo que hizo fue salvar vidas humanas.

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, viajó a Italia para pedir la liberación del barco de la ONG catalana Proactiva Open Arms. Ese buque fletado en 2015 ha salvado la vida a unas 60.000 personas en la ruta de Libia a Italia. Colau exigió la liberación del navío y añadió que “si salvar vidas es un delito, Barcelona y yo nos declaramos culpables”.

Migrantes y refugiados lo tienen difícil en todo el mundo. Donald Trump amenaza con construir en la frontera de Estados Unidos con México un altísimo muro para impedir el paso de migrantes. Y además pretende que lo pague México. En el sur de Europa, titulares frecuentes informan de la desaparición de 49 personas en el mar Mediterráneo, que otras 60 se ahogaron camino de Libia a Italia o que en el mismo fin de semana murieron ahogadas 126 personas. Noticias habituales en las que solo varía el número de víctimas, de cadáveres flotando en el mar. Desde 2014 han muerto en el Mediterráneo unas 16.000 personas que querían salvar sus vidas lejos de la guerra.

Los refugiados huyen de las peores guerras

¿Qué hace la Unión Europea ante la tragedia? Toma medidas de fuerza para cortar la imparable corriente de refugiados que buscan la seguridad de Europa.

Michel Forst, relator de la ONU para derechos humanos, ha acusado que retener barcos de rescate es propiciar las muertes en el mar. En su informe al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Forst ha denunciado los inadmisibles ataques contra organizaciones humanitarias que salvan la vida a muchos refugiados.

Otra ruta, por donde los refugiados huyen de la guerra para llegar a Europa, es la ciudad española de Ceuta, en la orilla africana del estrecho de Gibraltar, separada de Marruecos por una doble alambrada de seis metros de altura y 8 kilómetros de longitud cuajada de afiladas cuchillas. Pero los intentos de saltar la valla no cesan.

Por el Mediterráneo, por Ceuta, por las islas Canarias o a través de Turquía y países europeos fronterizos, los refugiados huyen de las atroces guerras de Siria, Eritrea, Sudán, Afganistán, Irak y otros diez conflictos armados en los que mueren más de 10.000 personas cada año, civiles la mayoría, no combatientes.

En julio de 1951, la ONU aprobó El Estatuto de Refugiados para proteger a millones de europeos en una Europa destrozada por la Segunda Guerra Mundial. En 1961 ese Estatuto se amplió, más allá de las secuelas concretas de la guerra mundial. El nuevo Estatuto definió quién es refugiado, estableció su derecho al asilo y la obligación de los Estados de atender a los refugiados y acogerlos.

La inaceptable respuesta de la Unión Europea

Esa obligación sigue vigente, pero la Unión Europea y sus países miembros la ignoran miserablemente. Eslovaquia sólo acepta refugiados católicos y de los 17.387 refugiados que España se comprometió a acoger, sólo ha aceptado 1.212. Por su parte, policías de Macedonia han arrojado granadas lacrimógenas contra miles de refugiados que cruzaban su territorio hacia otros países europeos y, en Hungría, la policía disparó gases lacrimógenos contra refugiados. El gobierno húngaro además levantó una alta alambrada con cuchillas en toda la frontera con Serbia.

Amnistía Internacional denunció además al gobierno de Macedonia por cerrar su frontera con Grecia, dejando atrapados en condiciones inhumanas a unos 4.000 refugiados que huían de la guerra de Siria y a los que la policía militar macedonia bombardeó con granadas paralizantes.

La lista de atrocidades perpetradas por “civilizados” gobiernos europeos se prolonga en la mayor crisis de refugiados humanitaria desde la II Guerra Mundial. Pero las democráticas cúpulas dirigentes de la Unión Europea ignoran que millones de personas huyen de las violencias de la guerra, de sistemáticas violaciones de derechos humanos y de graves brutalidades en sus países de origen.

La Unión Europea no acoge a los refugiados como debería según los tratados internacionales que ha firmado y ratificado. Pero sí se ha gastado 17.000 millones de euros de 2014 a 2016 para frenar a refugiados y migrantes que huyen de la violencia y la pobreza. Y continúa gastando dinero en sofisticadas tecnologías de vigilancia fronteriza. Un jugoso negocio para grades empresas como Siemens, Indra, Ericsson, Airbus, G4S, Thales… que venden medios, personal, tecnologías y servicios para cortar el paso a los refugiados.

Hay que ir a las causas

El Reino de España también reprime a los refugiados y los expulsa “en caliente”, además de dar 168 millones de euros a Mauritania y Senegal para que impidan partir embarcaciones hacia Canarias. Y la Unión Europea no se queda atrás en la indignidad y firma acuerdos con Nigeria, Níger, Senegal, Malí y Etiopía para que impidan salir a refugiados y migrantes de esos países. Entre tanto, Turquía recibió 3.000 millones de euros de la Unión Europea por cerrar el paso a Europa a millones de refugiados varados en zonas turcas y también de Grecia, convertidas en grandes campos de concentración.

En 2016 los refugiados del mundo eran más de 65 millones, una cifra récord desde la Segunda Guerra Mundial que empeora. Mirar a otro lado y pretender cortar el flujo de refugiados a Europa por la fuerza, con muros o levantando alambradas, es inútil y estúpido. La única vía, aún sin ser fácil, es ir a las causas del éxodo: las guerras antes citadas y, de modo especial, la de Siria.

La gran crisis de refugiados ha sido resumida con lucidez por Cristina Gortázar, profesora de Derecho en la Universidad de Comillas: “compramos fronteras y vendemos derechos humanos, pero no dejará de haber refugiados si no se detienen los conflictos armados”.


Imágenes de Amnistía Internacional y de Flickr