Circula por las redes un video en el que el historiador Rutger Bregman, presente en el Foro Económico Mundial de Davos hace un llamamiento a que los ricos dejen de llevarse sus fortunas a paraísos fiscales y paguen sus impuestos en lugar de hablar de filantropía. “Encima de que se quedan con la porción más grande de riqueza, los más ricos pretenden que los consideremos solidarios y responsables socialmente”, sostiene Xavier Caño Tamayo, autor de este artículo.

Por Xavier Caño Tamayo.

A finales de enero de 2019, ha vuelto el Foro de Davos (World Economic Forum), un encuentro internacional que reúne anualmente a grandes empresarios, directivos financieros, líderes políticos internacionales, periodistas e intelectuales destacados en el Monte Davos de Suiza. Se reúnen desde hace años con la pretensión de estudiar y analizar los problemas más apremiantes del mundo como la desigualdad, la pobreza y el calentamiento global.

En realidad, el Foro de Davos es un espectáculo de hipocresía, cuando no de recochineo, pues pretenden abordar los grandes problemas citados… pero en ningún momento se reconoce que la minoría rica y privilegiada que se reúne es en verdad responsable de los graves problemas que dicen estudiar.

Este año, el historiador y escritor alemán Rutger Bregman se ha quedado a gusto al denunciar que escucha a la gente rica e importante hablar de justicia, desigualdad y transparencia pero nadie menciona el más grave problema que debilita a los Estados y les impide acabar con la desigualdad que tanto dicen les preocupa. Se refería Bregman a la evasión y elusión de impuestos. Propone que se deje de hablar de filantropía y se hable de una vez de la obligación de pagar los impuestos que se deberían pagar y que los ricos simplemente no pagan. Compara Davos con un congreso de bomberos, ironizó, donde nadie pudiera hablar de fuego, agua y mangueras.

Bregman rememora que, hace 10 años, el Foro de Davos se preguntó: ¿qué deben hacer las empresas para prevenir el rechazo social? La respuesta es fácil: dejar de hablar de filantropía y empezar a hablar de impuestos. Y recordaba como historiador que en Estados Unidos hubo impuestos superiores al 70% para los que más tenían. En los años 50, con el presidente republicano Dwight Eisenhower, el tramo máximo de impuestos era de 91% para millonarios como los que van a Davos, donde llegan en sus jets privados. Se puede hablar mucho sobre todas esas tonterías de filantropías varias, dijo Bergman, pero “tenemos que hablar de impuestos, impuestos, impuestos. Todo lo demás son estupideces”.

Los ricos no pagan impuestos

Así es cuando conocemos que la organización internacional Tax Justice Network (Red de Justicia Fiscal) ya denunció que, de 2005 a 2010, la élite rica mundial evadió casi 17 billones de euros a través de paraísos fiscales, más que el PIB de Estados Unidos y Japón juntos. Y, en nuestros días,la organización denuncia de nuevo que las grandes fortunas y corporaciones ocultan en los paraísos fiscales de 21 a 32 billones de dólares para no pagar impuestos. ¿Se imaginan cuántos problemas se habrían resuelto ya si desde 2005 ricos, corporaciones y grandes empresas hubieran pagado impuestos según sus ganancias y riqueza?

Los impuestos tienen la misión de redistribuir la riqueza para financiar la justicia social y garantizar los derechos humanos de todos y todas, pero poca justicia puede haber cuando los abundantes beneficios de una minoría están cada vez más lejos de los parcos ingresos de la mayoría.

Como botón de muestra en España, CaixaBank ha obtenido en 2018 un beneficio de 1.985 millones de euros (17,8% más que en 2017) y BBVA logró hasta septiembre un beneficio de 4.323 millones de euros (25,3% más). Lo cierto y documentado es que los beneficios de los grandes bancos (Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Bankínter y Sabadell) se han disparado hasta alcanzar los 16.000 millones de euros anuales. ¿Como se ha trasladado parte de ese beneficio a los trabajadores de banca que sería lo justo? Ni un euro y sí con 90.000 parados bancarios más y el cierre de más de 11.000 sucursales. Aquí hay algo que no funciona en absoluto.

La banca española ha ganado 1.900.000 euros por hora en el extranjero y 777.000 euros en el país. Según el Banco de España, la plantilla de ese sector entre 2008 y 2017 disminuyó de 278.000 empleados a 192.000. Según la entidad reguladora del sector bancario, en once años han sido despedidos u objeto de un Expediente Regulador de Empleo 120.000 empleados. Aunque en ese tiempo ha habido 30.000 empleados nuevos, el saldo es negativo y en banca hoy hay 90.000 puestos de trabajo menos. Pero esto no acaba aquí, porque continuarán los despidos. Así lo amenazan CaixaBank, Unicaja, Caja España y Caja Duero. Santander prepara cientos de despidos en su red de filiales en el extranjero y en España despedirá a 3.000 trabajadores más a sumar a los 1.100 de los que prescindió el año pasado.

Beneficios empresariales y salarios

Mientras las empresas se llevan el trozo más grande del pastel de la recuperación económica, el reducido aumento de los salarios se diluye al repartirse éstos entre más trabajadores porque, aunque se crea empleo, es de baja calidad. No sirve para llevar una vida digna, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Los sueldos en 2013 bajaron bruscamente a 487.000 millones de euros, cantidad muy inferior a los 560.000 millones que se abonaron en 2008. ¿Por qué? Por la abundante destrucción de empleo que supuso la reforma laboral de 2012 del Partido Popular. Ese año se destruyeron en España más de 600.000 puestos de trabajo, según la Encuesta de Población Activa.

Para completar el panorama de desigualdad y los males a ésta asociados, en el Reino de España hay casi 13 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social, según informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza. Esos millones de personas tienen ingresos inferiores a 684 euros mensuales (una sola persona) o 1.700 (una familia de 5 miembros). Y un 6,4% de población (acercándose a los 3 millones de personas) sufren pobreza severa, porque sus ingresos por unidad de consumo son inferiores a 340 euros al mes. Soportar una carencia material severa significa que les cuesta pagar la vivienda, no pueden encender la calefacción, no tienen vacaciones, no pueden adquirir un televisor ni un móvil ‘inteligente’ y demasiado a menudo solo consiguen un empleo de 2 horas diarias o menos.

De esa millonada de gente con verdaderos apuros, según el Informe de Pobreza Juvenil en España, más de dos millones de jóvenes viven en situación de pobreza relativa y unos 600.000 sufren pobreza severa con datos de 2016 y 2017. El estudio, de la consultoría InPactos, revela que casi el 30% de  jóvenes estaba en situación de pobreza relativa en 2016 y que el 9,5% de los jóvenes sufría pobreza severa.

Volvamos a Davos. ¿Qué hacer ante una realidad social tan deprimente, tan frecuente? En castellano hay un dicho inspirador: el movimiento se demuestra andando o, más poético, caminante no hay camino, se hace camino al andar. Menos hablar de transparencia y del sexo de los ángeles y más afrontar los problemas para resolverlos. Va a resultar que encima que se quedan con la porción más grande del pastel, los ricos quieren que los consideremos solidarios y responsables socialmente, cuando lo que han de hacer es menos discursos solidarios en Davos y más pagar todos los impuestos que debieran. Entonces se resolverían los graves problemas que aquejan a la humanidad y que sirven de pretexto a la élite rica para reunirse una vez al año en Davos y que todo siga igual.