“El Presidente López no tiene reparo alguno para demoler leyes, cancelar obra pública o destruir instituciones del Estado. No repara tampoco en los costos o multimillonarias pérdidas económicas de sus decisiones”.  Opinión del analista y ex diplomático mexicano Bernardo Graue Toussaint.

Por Bernardo Graue Toussaint

Dos adjetivos marcan el frenético gobierno del Presidente López: INCONTROLADO E INCONTROLABLE.

La definición del primero es “QUE ACTÚA SIN CONTROL”. La del segundo es “QUE NO PUEDE SER CONTROLADO”.

Lo visto desde el proceso de transición de gobierno hasta la fecha, muestra a un mandatario en un papel de demoledor, de dinamitero, que busca derruir todo aquello que no cumpla o se acerque a sus objetivos políticos y personales.

Desde hace varios años, en diversos artículos, he subrayado la PARANOIA de AMLO como sello personalísimo de su actuar en la vida pública, entendiendo que la PARANOIA NO ES LOCURA, PERO SÍ ES ENFERMEDAD.

La Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE/OMS en su apartado psiquiátrico), nos describe, en tres párrafos, las características de la PARANOIA:

(TEXTUAL) “Se caracteriza principalmente por la presencia de DELIRIO O IDEAS DELIRANTES (DE PERJUICIO, DE GRANDEZA, DE SEDUCCIÓN, ETC.)*se basan en una INCORRECTA VALORACIÓN DE LA REALIDAD EXTERIOR“.

“El paciente se siente VÍCTIMA DE LAS ACCIONES DE UNA PERSONA, DE VARIAS PERSONAS O DE UNA INSTITUCIÓN; cree que actúan en su contra con ánimo de perjudicarlo, CON ENTRAMADO ARGUMENTAL COMPRENSIBLE -PERO NO REAL- CON EL QUE INTENTA JUSTIFICAR SU DELIRIO.”

“El paciente está TOTALMENTE SEGURO DE LA CERTEZA DE SUS CREENCIAS Y NO SE LE PUEDE CONVENCER DE SU ERROR MEDIANTE EL RAZONAMIENTO LÓGICO“. (Fin de la cita).

Es fácil entender que si a un paranoico (como el personaje de marras) se le entrega un poder inmenso sin contrapesos, éste se dedique a derruir, a demoler todo aquello que (desde su “singular visión”) parece “el enemigo”, el “culpable de todos los males” pasados.

Por esa vía, AMLO pasó de ser un paranoico pasivo (antes de ostentar el poder) a un paranoico activo, es decir, un paranoico al que la sociedad mexicana le ha brindado ahora de herramientas concretas para “combatir” (en acciones de permanente revancha) a los fantasmas de su delirio.

En su gozo de saberlo, el Presidente López no tiene reparo alguno para demoler leyes, cancelar obra pública o destruir instituciones del Estado. No repara tampoco en los costos o multimillonarias pérdidas económicas de sus decisiones. Para él, todo ello está ABSOLUTAMENTE justificado.

Desde el 1 de diciembre vemos a un personaje INCONTROLADO, sin control, sin miramientos frente a sus decisiones, porque la total certeza de sus creencias (que él llama “convicciones”) no le permiten postergación alguna en su actuar demoledor. Y en su idea delirante de grandeza, AMLO requiere (los 365 días del año) que el pueblo sepa de su heroicidad, mediante sus mañaneras conferencias de prensa.

El Presidente López se muestra igualmente INCONTROLABLE, toda vez que en su partido (construido por él y para él) así como en su entorno de colaboradores, no parece existir nadie que se atreva a contradecir a quien ostenta tal nivel de poder público. Nadie quiere verse señalado como adversario del gran líder nacional. Los partidos de oposición siguen en su *proceso de duelo político después de su derrota*. Los empresarios, pasmados, siguen prefiriendo otorgar “beneficios de la duda” con tal de no correr el riesgo de enemistarse con el Presidente todopoderoso de México.

AMLO no tiene dudas. Sus falaces “convicciones” guían su actuación. Yo tampoco tengo duda alguna respecto del enorme riesgo al que nos puede conducir este hombre incontrolado e incontrolable.

graue.cap@gmail.com