Que el conjunto de españoles y españolas puedan llevar una vida digna es la mejor manera de defender a España. En su primer artículo, la Constitución afirma que ‘España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político’.

Opinión de Xavier Caño Tamayo.

Cuando las cosas no son como la derecha quiere, recurre sin pudor a la calumnia, al insulto, a la injuria y a la falsedad, como ocurrió en la investidura del presidente del Gobierno en España con un vergonzoso panorama político de golpes bajos, juego sucio y embustes tan rechazables como condenables.

La derecha hispana no es solo una derecha sin más, sino una extrema derecha, probablemente la peor de la Unión Europea.

Nada que ver con los conservadores en Alemania o en Austria, donde han formado gobierno con los ecologistas. Las derechas españolas acaso solo sean superadas en reaccionarismo por las de Polonia y Hungría, que hace tiempo cabalgan sobre el autoritarismo y la xenofobia.

Que las derechas hispanas son tal que así, se ha visto claro y cristalino desde las elecciones del 10 de noviembre hasta el inicio de la investidura del nuevo presidente de gobierno. En ese tiempo, las derechas españolas parecen haberse vuelto locas o haber sufrido intermitentes ataques de rabia. Las dos últimas semanas, portavoces de esas derechas han vomitado más que nunca insultos, falacias y amenazas.

Tal vez las derechas aún no hayan digerido haber sido apartadas del gobierno en junio de 2018, cuando prosperó una moción de censura del Partido Socialista contra Mariano Rajoy y Pedro Sánchez fue investido presidente del Gobierno contra todo pronóstico.

Apartado de la política, Rajoy aún se recupera de la sorpresa, pero su Partido Popular (PP) y sus aliados Ciudadanos y Vox se han hundido en un furor y una cólera nada democráticos.

Movidos por ira fascistoide, los diputados de PP y Vox gritaron “asesinos” cuando intervino la portavoz de Bildu en el debate de investidura. En ese contexto, la inefable portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas, pidió a los diputados socialistas que votaran contra su candidato Pedro Sánchez para impedir su investidura.

Por su parte, Pablo Casado y Santiago Abascal se hartaron de insultar a Pedro Sánchez y llamarle de traidor para arriba sin hechos ni argumentos, sólo gritos y bramidos sin contenido.

La zafiedad del ambiente llegó al colmo cuando una diputada del PP dirigió le preguntó por Twitter a una diputada socialista: “¿cómo puedes ser tan puta y apoyar la investidura de un traidor?” Fino, político y elegante, ¿no? Las amenazas varias y todo tipo de injurias en las redes sociales contra los diputados socialistas y sus aliados dejan a España como una república bananera.

Esta lista de despropósitos e injurias demuestra de qué pie cojean las derechas españolas. Siguen a rajatabla una pauta inamovible. O gobiernan ellos o lo que haya no es democracia. Para remachar lo permanente del franquismo que aletea en este reino sin acabar de desaparecer, la Conferencia Episcopal española ha expresado “inquietud” ante “un futuro incierto” con un gobierno del PSOE y Podemos. Temerán por sus privilegios, pero mejor harían en limpiar su casa, que buena falta le hace.

Restos del franquismo en España

Si en Alemania el neologismo desnazificar significó eliminar el nazismo tras el final de la II Guerra Mundial, se puede decir sin temor a errar, que España no se ha desfranquizado; no se ha librado del franquismo como Alemania se libró del nazismo.

Declaraciones, actitudes, actuaciones, acciones, omisiones y conductas muestran la nefasta persistencia del franquismo en algunas instituciones y en segmentos de sociedad.

Pero, como ha escrito Pedro Luis Angosto, lo importante ahora es que “España necesita acabar con los restos del franquismo, visibles o invisibles, y eliminar todos los privilegios derivados de ese régimen criminal y esencialmente corrupto.  Además, ha de dotar de medios y recursos la Sanidad y Educación públicas, ayudar a las personas dependientes, hacer viables unas pensiones suficientes, sancionar con dureza a machistas, racistas, xenofobos y explotadores de gente y acabar de una vez por todas con esta sociedad desigual con ricos cada vez más ricos y también cada vez más pobres y excluidos”. Pues no hay que olvidar que el reino de España es de los países más desiguales de la Unión Europea.

Acabar con ese vergonzoso récord de desigualdad es tarea prioritaria de un gobierno de coalición progresista a sabiendas de que sufrirá todo tipo de ataques de las derechas y de que jugarán sucio para impedir que haya justicia social. A fin de cuentas, como se ha comprobado una y otra vez, a las derechas les interesa por encima de todo tener su porción y, cuanta más, mejor. Así lo demuestra el casi millar de procesados por corrupción y delitos relacionados, perpetrados muchas veces por quienes se envuelven en la bandera de una España que en verdad le importa un rábano a las derechas. Es solo un nombre, el envoltorio, disfraz o camuflaje para ocultar sus verdaderas intenciones e intereses.

Que el conjunto de españoles y españolas puedan llevar una vida digna es la manera de defender a España. En su primer artículo, la Constitución que algunos dicen defender afirma que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Esta propuesta inequívoca que no es precisamente lo que las derechas proponen, sin el menor interés en construir un Estado social.