¿Qué tan buen presidente fue Felipe Calderón? En realidad, ni tan malo como dicen sus opositores ni tan bueno como afirman sus seguidores. Apostó su mandato al tema de la seguridad pública, pero no logró cambios espectaculares. Sus políticas sociales fueron exitosas, pero no supo comunicarlas. La creación de un nuevo partido y la división de la derecha le convienen a Andrés Manuel López Obrador.

Opinión de Fernando Dworak.

Aunque ya se veía venir desde hacía tiempo, las elecciones de 2018 precipitaron la crisis y el colapso de los partidos políticos en México. Pasarán varios años y quizás hasta un recambio generacional total, antes de que se reconfigure el espectro político, y mientras tanto se espera un periodo de hegemonía de Morena.

Mientras eso sucede, reina la confusión entre la opinión pública. Algunos creen que podrían forzar la renuncia de Andrés Manuel López Obrador, aunque eso no sólo afianza a sus seguidores, sino que además ser abriría una crisis institucional mayor. Otros suponen que circular bulos, memes y burlas hará que el gobierno pierda popularidad, cuando en realidad moviliza y reafirma las convicciones de los simpatizantes radicales. Algunos más buscan figuras opositoras, como el ex presidente Felipe Calderón, quien incluso está formando un partido político.

Para los presidentes del PRI, los expresidentes fueron un problema político serioque debía ser atendido al inicio de cada mandato. En un sistema político donde las lealtades se orientaban a quién podía repartir cargos, solía haber un vacío de poder entre los ejecutivos salientes y entrantes en los primeros y últimos años de cada mandato. De esa forma se debía actuar rápido y dar algún golpe de autoridad para que el recién llegado se consolidase en el poder.

Gracias a ello el ex presidente también se convertía en una persona indeseable políticamente y en no pocas ocasiones sufrió hasta el exilio. A menudo también se convertían en una especie de chivo expiatorio, al que se le hacían máscaras o se le dirigían todo tipo de maldiciones. Conforme el sistema político ha ido concretando instituciones más o menos sólidas, se volvió innecesario condenar a un ejecutivo saliente, e incluso muchos de ellos han formado parte de la vida pública.

Mientras la mayoría de los ex presidentes han tenido un bajo perfil después de asumir el cargo, tanto Vicente Fox como Felipe Calderón buscan permanecer vigentes en la vida pública. Pero mientras el primero reduce sus participaciones a marchas y redes sociales, el segundo pretende convertirse en una figura similar a su par colombiano Álvaro Uribe: alguien con vigencia en la vida pública. Inculso está formando su propio partido, México Libre, y busca contender para la Cámara de Diputados en 2021.

De hecho, el gobierno le dio un empujón en el debate hace unos días, atribuyéndole al ex presidente estar detrás de la rebelión de miembros de la Policía Federal. ¿Perjudica esto a Calderón? De ninguna forma. Como sucede con el propio López Obrador, es una figura pública que polariza y por ello se beneficia de la controversia.

¿Qué tan buen gobernante fue Felipe Calderón? En realidad, ni tan malo como dicen sus opositores ni tan bueno como afirman sus seguidores. Apostó su mandato al tema de la seguridad pública, pero no logró cambios espectaculares. Sus políticas sociales fueron exitosas, pero no supo comunicarlas. Aunque era necesario actualizar las instituciones públicas para consolidar la democracia, abrió el debate hasta el final de su mandato, cuando nada se podía hacer.

Cuando fue presidente manejó su hoy ex partido, Acción Nacional, de manera patrimonialista, imponiendo a sus dirigentes. De esa forma excluyó los cuadros que había formado su antecesor, Vicente Fox. Años después, cuando él mismo fue excluido por el grupo que actualmente dirige al instituto político, se nota no sólo la impericia de los panistas para resolver sus conflictos internos, sino también un sentimiento de justicia poética.

Ninguna persona del grupo que llevó a Calderón al poder lo acompaña en su intento por formar un nuevo partido. Al desplazar los cuadros políticos y administrativos que se habían formado durante el sexenio de Fox, puso en la primera línea de fuego a toda una generación de jóvenes que no estaban listos para tanta responsabilidad. El resultado: el PAN no tiene líderes fuertes de la generación “X”. Si bien su esposa, Margarita Zavala, compitió como candidata a la presidencia en 2018, renunció a la mitad de la campaña.

¿Qué tan popular es Calderón? Mucho para un puñado de personas que, ante el vacío total de liderazgos, lo ven como alternativa. Sin embargo, muchos lo odian: parte de la mitología de la izquierda sostiene que venció a López Obrador con fraude en las elecciones de 2006, y se le atribuye la militarización del país. Todavía más, una crisis de comunicación mal manejada por parte de su equipo durante su presidencia llevó a que se le identifique como un alcohólico, aunque eso nunca se ha acreditado. En breve, arrastra demasiados negativos para ser una figura que aglutine a la oposición, o para que su posible partido llegue a ser una fuerza competitiva.

Ahora bien, ¿qué le conviene a López Obrador? Dividir a la derecha con un partido calderonista, del cual muchos pronostican que desfondaría al PAN. Por eso el interés del gobierno en convertirlo en el hombre de paja favorito para sus ataques.