Criminalizar a quienes prestan ayuda a los inmigrantes que huyen de la violencia y la miseria como hace la envejecida Europa con organizaciones humanitarias como Sea Watch y Open Arms equivale a enterrar la cabeza como los avestruces o taparse lo ojos como los niños pequeños cuando algo no les gusta. Pero no conseguirán frenar la inmigración ni resolver el problema hasta que se aborden sus causas.

Opinión y análisis de Xavier Caño Tamayo.

La embarcación, frágil y vulnerable ante los embates del mar, queda a la deriva tras agotarse el insuficiente combustible. Sólo resta esperar a que aparezca la lancha de la Guardia Civil del Mar. Otras veces, la muerte llega antes porque el mar está agitado y la patera no resiste.

Esas líneas se escribieron hace 15 años, a propósito de las muertes de refugiados e inmigrantes en el Mediterráneo que empezaban a ser un serio problema. ¡Quince años! Pero, a tenor de las noticias actuales, parece que estemos en el mismo punto. Miles de inmigrantes y refugiados quieren llegar a Europa, se lanzan al mar y muchos mueren ahogados.

La alemana Carola Rackete, capitana del buque humanitario Sea Watch de rescate de náufragos, fue detenida por orden del xenófobo ministro italiano de Interior, Matteo Salvini, por atracar sin permiso en el puerto italiano de Lampedusa. Rackete desembarcó a 41 migrantes rescatados del mar y por esa acción humanitaria fue acusada de varios delitos. Por fortuna y por justicia, Alessandra Vella, jueza de Agrigento ante la que fue llevada la capitana arrestada, la puso en libertad sin cargo alguno. Argumentó la magistrada que Carola Rackete cumplió con su deber al salvar vidas del mar.

Johannes Bayer, presidente de la entidad propietaria del buque de rescate Sea Watch, declaró que están orgullosos de su capitana y añadió que quien debería ser investigado es Matteo Salvini por posible violación del derecho internacional. Salvini también ha amenazado con multas, incautaciones y arrestos a otros barcos humanitarios: el catalán Open Arms y el alemán Alan Kurdi, que navegan por el Mediterráneo para rescatar migrantes en peligro.

La Unión Europea contra la acción humanitaria

Foto: https://sea-watch.org/en/

Pero no solo tiene un comportamiento inaceptable y vulnera la ley del mar el gobierno italiano. El citado navío Open Arms, propiedad de la ONG catalana Proactiva, lleva seis meses en paro forzoso porque el Gobierno de España le ha prohibido buscar en el mar embarcaciones de inmigrantes en riesgo de naufragio. El director general de Marina Mercante del ministerio de Fomento advirtió por carta al capitán del Open Arms que, de retomar los rescates en el mar, la ONG podía ser multada hasta con 900.000 euros por salvar a náufragos.

¡¡¡Multar por salvar vidas!!! Y eso sucede en el reino de España con un gobierno que dice ser socialista, que además osa argüir que la sanción por rescatar inmigrantes sería por “infracciones contra la seguridad marítima”. ¿Salvar vidas va contra la seguridad marítima? Al contrario, el derecho internacional del mar obliga a auxiliar a las personas en peligro en el mar a cualquier embarcación que las encuentre.

Esa carta de la dirección de Marina Mercante al capitán del Open Arms muestra la inaceptable actitud y peor actuación de algunos gobiernos europeos, incluido el español, ante la tragedia de miles de ahogamientos en el Mediterráneo. Además, están en marcha 24 procedimientos penales y administrativos contra ONG humanitarias, entidades propietarias de buques de salvamento y miembros de sus tripulaciones. La Europa Fortaleza cae bajo en respeto de los derechos humanos.

Derechos humanos en una democracia de verdad

En democracia de verdad, que implica más que votar cada cuatro años, no hay nada por encima de los derechos humanos, que determinan el nivel y la calidad de esa democracia. Y el derecho a la vida es indiscutible. El artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Parece escrito pensando en los refugiados e inmigrantes que se lanzan al mar para huir de la violencia, de la muerte y del empobrecimiento creciente de sus países de origen.

Desde el año 2014 han muerto ahogadas en el Mediterráneo más de 14.000 personas que intentaban llegar a Europa, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con sede en Ginebra. Lo inadmisible del comportamiento de los gobiernos europeos ante la emigración y la llegada de refugiados ignora además el hecho incontrovertible de que la inmigración es económicamente necesaria para la envejecida Europa y, peor aún, desprecian el hecho de que los tratados internacionales firmados sobre acogida de personas refugiadas (también por España) obligan a su cumplimiento.

Desde principios del año 2016, los refugiados que huyen de la guerra de Siria llegaron a sumar cinco millones de personas, casi la cuarta parte de la población de ese país, en uno de los mayores éxodos de la historia reciente. Los continuos bombardeos sobre la población civil y todo tipo de violencia armada han provocado la mayor crisis humanitaria de la historia reciente con oleadas masivas de refugiados huyendo hacia Europa. Millones de refugiados ya llegaron a Turquía, Grecia, Líbano, Jordania, Serbia, Irak, Egipto y Alemania y unos cuántos miles más a otros países europeos. Y seguirán llegando o intentándolo, porque los problemas no se resuelven ignorándolos y una realidad innegable es que, huyendo de la violencia, la persecución y la miseria cientos de miles de personas de oriente próximo y África dejan sus países y llegar a Europa. Enterrar la cabeza como los avestruces o taparse lo ojos, como hacen los niños pequeños cuando algo no les gusta no resuelve un problema. Está ahí y hay que afrontarlo. Pero parece que la vieja Europa ha elegido el peor camino: la represión.