“En México tenemos un gran pendiente con la educación, que es la única forma para otorgar igualdad de oportunidades para todos”, afirma el profesor Mario Santiago Juárez en esta segunda entrega de la entrevista por la escritora y traductora Lucía Duero sobre igualdad de derechos aplicada a México. También se refiere a la lógica imperante de entrenar a estudiantes para trabajar en las empresas, en abandono de la idea de universidad como formación integral de las personas para transformar la sociedad.

Leer primera parte: Igualdad: ¿Posibilidad real o quimera?

Leer tercera parte: Desigualdad en México: los pueblos indígenas

Por Lucía Duero.

“El problema actual es que el uso de una retórica de derechos humanos muchas veces esconde una realidad muy diferente”, dice el profesor Mario Santiagoen referencia a la universalidad de los derechos en México.

¿Cómo se aplica en México la universalidad de los derechos?

El discurso oficial del gobierno mexicano se encuentra sustentado por la lógica de los derechos. Pienso en la legislación migratoria que expresamente reconoce el respeto irrestricto de los derechos humanos de los migrantes; sin embargo, la propia norma restringe derechos: se priva de la libertad a decenas de miles de personas anualmente, violando el derecho a la libertad personal de los extranjeros. Para salvar las formas se usa el eufemismo de “alojamiento.” El discurso parece intacto, pero la realidad es escandalosa. Lo mismos sucede en otros ámbitos. Pensemos en la situación de desigualdad en nuestro país.

Todos tenemos los mismos derechos, pero en un primer vistazo nos daremos cuenta de la desigualdad insultante. Si abrimos los ojos nos daremos cuenta de que las personas que se encuentran más desfavorecidas pertenecen al grupo que históricamente ha estado en esa posición, lo que significa que no hemos podido romper con las causas más profundas.

En México tenemos un gran pendiente con la educación, que es la única forma para otorgar igualdad de oportunidades para todos. Siel promedio de escolaridad de las personas indígenas es cuarto de primaria, la mitad que para el resto de la población, podemos darnos cuenta del problema al que nos enfrentamos.

El profesor mexicano Mario Santiago Juárez. Foto: Christian Morales

En varios países europeos el sistema de educación pública garantiza cierto nivel y prestigio, mientras que en México la educación privada está reservada para ciertas clases y presenta un prestigio significativo, en ocasiones inmerecido. Hay un rechazo de lo público. ¿Cómo se ve afectado el papel del estado si lo público es considerado ineficiente, y lo privado en un país de desigualdades económicas naturalmente resulta accesible sólo para cierta parte de la población?

Para lograr la igualdad real, más allá del reconocimiento formal, las sociedades han establecido responsabilidades estatales. Si dejamos que los agentes privados funcionen libremente no hacemos más que generar desigualdad.

Impartir educación básica es tal vez una de las funciones indiscutibles del Estado para igualar las oportunidades de todas las personas para competir en circunstancias similares por empleos mejor remunerados.

Lamentablemente, la apuesta por sistemas de educación públicos de calidad implica una fuerte inversión de recursos y no todos los gobiernos están dispuestos a realizarla. En México, la educación pública universitaria es insuficiente, por lo que hay un porcentaje de rechazados muy grande. Cerca del 90% de los aspirantes a la Universidad Nacional Autónoma de México, la universidad pública más grande y más importante del país, son rechazados todos los años, y algo similar pasa con el resto de universidades públicas de prestigio. Nuestro país se coloca en el último lugar en el acceso a la universidad de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Solo el 17% de los adultos mexicanos entre 25 y 34 años ha accedido a la educación superior.

La escasez de recursos públicos para la educación y la gran demanda hizo crecer la participación privada en este sector. Esto, en un país como el nuestro, genera más desigualdad, pues las personas, cuyas familias pueden costear una educación privada, garantizan ciertas ventajas frente a los que estudian en el sistema público. Esto debería revertirse, la inversión en educación pública de calidad es una obligación del Estado; seguir por el mismo derrotero implica a la postre exclusión y más desigualdad.

Muchas instituciones educativas del sector privado que han surgido en México no tienen calidad necesaria. Un empresario sin estudios universitarios ni vocación docente puede fundar una universidad privada.

Es algo muy preocupante. El Estado fue cediendo la función educativa en México, los particulares vieron en esto oportunidades de negocio. Esto no es en sí algo malo, en realidad con una regulación y supervisión estricta podrían cubrir la necesidad de educación de calidad. No siempre es así. Para mí la deficiencia se ve con mayor claridad a nivel universitario.

La lógica que prima es la de preparar a los estudiantes para trabajar en las empresas. El objetivo expreso es crear competencias laborales. Se abandonó la idea que la universidad tenía y era la formación integral.

Hemos dejado de educar para transformar la sociedad, no estamos formando ciudadanos sino empleados modelo o, en el mejor de los casos, emprendedores modelo.