En la que probablemente será su última final de Copa del Rey, el capitán del F.C. Barcelona fue el protagonista absoluto para golear (5-0) al Sevilla del mexicano Miguel Layún.  

MADRID.- Es un secreto a voces que la de este sábado en el Wanda Metropolitano iba a ser la última final de Andrés Iniesta con el F.C.Barcelona. A  punto de cumplir 34 años de edad, el capitán del equipo azulgrana quiso que esta Copa del Rey fuese suya por completo. Y se convirtió en el máximo protagonista por méritos propios.

De sus botas nacieron las primeras jugadas de peligro para el Barça, que acabó goleando (5-0) a un Sevilla que se vio absolutamente desarbolado, con el mexicano Miguel Layún en el banquillo (entró al campo en el minuto 81’ por Sarabia) y sin opciones durante todo el encuentro.

Como si antes de irse a China quisiera darse un homenaje: mostrar en 90 minutos todo ese repertorio de eslalons, quiebros, recortes y pases que han hecho de él uno de los mejores futbolistas del mundo en la última década. Capitán y pieza clave de una de las épocas más gloriosas del equipo catalán. Ese hombre que con su humildad y calidad ha enamorado los campos de toda España y ha salido de ellos ovacionado a pesar de jugar como rival.

Foto: Juan Carlos Rojas

La cordialidad ha sido la nota dominante de su carrera. Y lo volvió a ser en su última final. Su actuación eclipsó los pitos al himno, así como las incautaciones de prendas amarillas y banderas esteladas a aficionados del Barça que defienden la independencia de Cataluña. Porque por encima de la política y de las rivalidades deportivas, siempre estuvo él. Primero en el terreno de juego, siendo el mejor del partido y saliendo ovacionado una vez más por los hinchas rivales, y después en el palco recogiendo la Copa de manos del Rey Felipe VI.

Foto: Juan Carlos Rojas

Héroe y protagonista indiscutible de un duelo en el que el Barça pasó completamente por encima del Sevilla.  Sólo trece minutos tardó el equipo azulgrana en meter el primero, obra de Luis Suárez. Un tanto que nació de un pelotazo de Cillessen que recogió Coutinho en campo contrario ante una defensa sevillista completamente dormida. El brasileño llegó hasta línea de fondo y se la puso al uruguayo Luis Suárez para que anotase.

Hubo una tímida reacción del Sevilla. Sofocada en el minuto 30’ por una maravillosa serie de paredes entre Iniesta y Jordi Alba, quien acabó sirviendo de tacón un pase de la muerte para que Lionel Messi hiciese el segundo.

Un mazazo del que el equipo andaluz ya no volvería a levantarse, mientras Iniesta volvía loca a toda su defensa. Nueve minutos después, fue Messi quien filtró un pase al hueco perfecto para que Luis Suárez batiese a David Soria con un disparo ajustado al palo.

En el descanso Montella movió el banquillo. Entró Sandro por Correa. De nuevo pareció un intento del Sevilla por volver a meterse en el partido. De nuevo duró poco. Y de nuevo fue Iniesta el principal responsable.

Asumió la batuta y convirtió el partido en un rondo. Los jugadores del Sevilla perseguían el balón mientras los del Barça se asociaban continuamente con su capitán para mover la pelota de un lado a otro hasta llegar al área.

Así en el minuto 51’, combinó de nuevo Iniesta con Messi, que le dio un pase perfecto a la espalda de la defensa. El manchego se quedó sólo ante David Soria y con un amago, un leve pero inigualable movimiento de cintura, dejó en el suelo al guardamenta sevillano y anotó a puerta vacía el cuarto de la noche.

Era la guinda del pastel. Luego llegaría el quinto, obra de Coutinho de penalti en el minuto ’68. Un simple aderezo en la fiesta de Iniesta, que se llevó una tremenda ovación de todo el estadio, incluidos 25 mil aficionados sevillistas, cuando fue sustituido por Denis Suárez en el minuto 87’, ya con marcador de 0-5 y con el mexicano Layún recién ingresado en el terreno de juego.

Foto: Juan Carlos Rojas

Esta copa era de Iniesta y él fue el encargado de recogerla en el Palco de Honor. La 30ª Copa del Rey del Barça. La sexta del manchego, que se irá a China pero quedará para siempre en el recuerdo de todos los aficionados en España.

Foto: Juan Carlos Rojas

Un tipo único y singular. El hombre que ha hecho de la humildad un arte en un negocio multimillonario que a veces parece olvidar su vertiente deportiva. Un futbolista inolvidable a quien todavía le queda una Liga por levantar antes de emprender rumbo a Asia.