La mexicana Myriam Ojeda recorrió 105 kilómetros en 5 días para completar La Ruta del Císter,un itinerario que une a tres monasterios de la llamada orden del Císter: Vallbona de Les Monges, Poblet y Santes Creus. Con la primera de seis entregas, esta licenciada en Administración que ha trabajado en empresas como Google nos transporta a una experiencia que nace de su pasión por la montaña y el senderismo.

“No pensé terminar así, pero en esta vida no te acostumbras a no imaginarte y dejas que fluyan las cosas”. Me identifiqué con esta frase que escuché en un video de una fotógrafa en referencia a su nueva vida en Belltall, Cataluña. Por esa imaginación y fluir de la vida me encontré pisando tierra en donde nunca me había imaginado.

Mi nombre es Myriam Ojeda, soy mexicana. En enero 2018, una cartera robada en Barcelona me llenó de enojo e impotencia.

“No regresaré nunca”, le comenté a una amiga. Pero fue como si Cataluña me quisiera compensar y nació en mí una inquietud por recuperar ese tiempo que me dejé sustraer junto con mi dinero en efectivo y mis tarjetas. Un deseo hecho pensamiento que brotaba espontáneamente en mi mente varias veces al día. Sin embargo, si bien aprecio todo lo que ofrece una ciudad, la naturaleza es mi pasión. Así fue como encontré La Ruta del Císter, un itinerario histórico-turístico que une a tres monasterios de la llamada orden del Císter: Vallbona de Les Monges, Poblet y Santes Creus. Este triángulo ayudó a consolidar el poder en Cataluña en el siglo XII. Existen muchas maneras de explorar esta zona. Una de ella es caminar por la GR175, inaugurada hace 15 años. Se trata de un camino circular señalizado con marcas blancas, rojas y postes bidireccionales que forma parte de los senderos de Gran Recorrido de Europa (GR) y abarca las comarcas del Urgell, la Conca de Barberà y el Alt Camp en Cataluña.

Acostumbrada a practicar montañismo, busqué la posibilidad de acampar en la zona. Pero como no está permitido, este viaje sería diferente a mis excursiones y expediciones pasadas: dormiría en una cama, me bañaría todos los días, tendría wifi para comunicarme y cenaría con una copa de vino.

¿Por qué sola?  ¿Y por qué no? Me parecieron muy viables, en 5 días, 105 kilómetros en terreno plano, hospedaje en un hotel y camino señalado.

“Seguramente conoceré gente durante el trayecto”, me dije a mí misma.

Con humildad y cierta vergüenza reconozco que subestimé la ruta por los retos que me presentó: aprender a guiarse por una GR, andar sin descanso, tener paciencia y el reto emocional de estar sola. A esto hay que sumar que me hice un esguince en el tobillo. Los últimos dos días, a ratos, era insoportable el dolor; a ratos sólo me dolía, a ratos se me olvidaba. Aún así tiene muchas bondades: ya que aprendes a leer una GR todo se vuelve más fácil, el camino es casi plano y el clima muy benigno.

Parte de mi espíritu alpinista consiste en cargar mi equipaje, compuesto para este viaje de tres camisetas, dos pantalones, dos pares de calcetines, comida de marcha para los 5 días, reserva de agua, botiquín básico, lámpara frontal y manta térmica. Cargué estos doce kilos de mochila todos los días. Indispensable: chanclas, desodorante para pies, crema humectante para la cara y bloqueador solar. De hecho, si tuviera que escoger tres productos de consumo personal me quedaba con el bloqueador solar, el jabón, el cepillo y pasta dental. Todo lo demás es pura vanidad.

Ante la posibilidad de visitar pueblos medievales, aprender de su historia y disfrutar paisajes naturales, no había mucho más que pensar. Había encontrado MI viaje que me dispongo a compartir en un intento de plasmar y abstraer en palabras todo lo que vi y disfruté, cumpliendo lo que mi amiga Astrid Ruiz denomina las 3 fases de viajar: Cuando planeas, cuando lo vives y cuando lo recuerdas. Así que comparto con ustedes un relato de senderismo, pero también de paciencia, fuerza, frustración, dolor, auto comprensión y éxito mientras recorremos juntos estas comarcas.