Construido por el rey Carlos I en 1547, alberga la mayor colección de tapices de España y hoy se utiliza para alojar a los jefes de Estado extranjeros que vienen de visita oficial. En su lado más polémico, aún conserva intactas las habitaciones usadas por el dictador Francisco Franco y una colección de sus trajes militares.

Pocos saben que el Palacio Real de El Pardo, un pabellón de caza que data del siglo XVI y se ubica a solo 14 kilómetros del centro de Madrid, alberga la mayor colección de tapices de España, unos 362.  Actualmente se utiliza para alojar a los jefes de Estado extranjeros que vienen de visita oficial a este país.

Lo más impresionante de este palacio es la decoración de prácticamente todas las habitaciones, en especial dormitorios, salas de estar y salones. Las paredes están forradas de tapices procedentes tanto de Bruselas, del siglo XVI, como de la Real Fábrica de Tapices a partir del siglo XVIII, al igual que las alfombras. Los techos, sin embargo, están forrados en su mayoría de frescos de varias temáticas, elaborados de estuco y pan de oro.

Cabe destacar también una colección privada de relojes del rey Carlos IV, de las que se exponen 40 piezas, una en cada habitación y que funcionan con la maquinaria original.

Por fuera, el palacio no llama especialmente la atención. Se trata de un edificio rectangular rodeado de un foso con dos patios interiores cubiertos y conectados por otro más pequeño, lugar donde el Rey recibe a las visitas. En realidad, son dos palacios construidos en siglos diferentes y unidos por dichos patios.

El primero lo mandó construir el rey Carlos I en 1547 como un pabellón de caza, mientras que Carlos III, en el siglo XVIII, decidió ampliar el edificio, pues se quedaba pequeño para albergar a toda su familia y a su séquito. Francesco Sabatini fue el arquitecto encargado de construir otro edificio igual un poco más al este y unidos por este pabellón central que hacía las funciones de vestíbulo.

Una historia de episodios trágicos

En el Palacio de El Pardo han tenido lugar sucesos que han pasado desapercibidos por la mayoría de los ciudadanos. El 14 de marzo de 1604 se encendió una chimenea que acabó dando lugar al gran incendio que arrasó con gran parte del palacio, dejando solo intacto el Torreón de la Reina, donde todavía se conservan algunos retazos de la decoración original.

Otro suceso fue la muerte de Alfonso XII en 1885 en los aposentos reales. Años después, su viuda Mª Cristina decidió tapiar la pared y hacer un pequeño oratorio que actualmente permanece cerrado.

Vestigios del franquismo

En cuanto a la época franquista, aún se conservan las habitaciones privadas tal y como estuvieron cuando Francisco Franco era dictador, desde el 14 de marzo de 1940 hasta su muerte, pues ni se usan ni se desmontan durante las visitas oficiales.

En su vestidor permanecen guardados y expuestos 13 de sus uniformes militares en vitrinas de cristal, además de dos sillas de montar y varias condecoraciones. Además, durante la visita se puede ver el salón donde el dictador celebraba y presidía el consejo de ministros.

Bellos jardines

Pero lo más bonito de este palacio es su parte natural: los jardines. Aunque cuidados en parte, en su interior albergan pequeños patios decorados de diferentes estilos y algunos con estatuas, siempre con multitud de flores de varios colores y bancos para poder descansar del paseo.

Destacan enfrente de la puerta lateral del recinto dos estatuas: una de Santa Bárbara y otra del Rey Fernando II de Aragón, más conocido como “El Católico”.

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