Morada
Hartos de leer o ver en los diarios o pantallas la consuetudinaria estupidez feroz de los machos asesinos, de los chistes al vuelo, de la humillación que se da por hecho… miles de moradas bufandas y jerseys, pañuelos más que lila y huellas de sangre en pies descalzos caminaron de la Puerta del Sol a Cibeles y de Atocha a Plaza Mayor por los senderos callados de una procesión que ya no puede callarse.
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