Carrera de San Jerónimo

Ahora que poco a poco se impone el nefando término de conversatorio, hemos de partir una lanza a favor de la palabra conversación a secas, conferencia como rimbombante o bien, tertulia como debe de ser.

Por Jorge F. Hernández.

En esta época abismal en que parece que hay generaciones enteras que pugnan por el soliloquio y otros, la perorata, aboguemos por la tertulia, tentación deliciosa de alargar una sobremesa en conversación ecuménica, allí donde se respeta la opinión ajena e incluso contraria con el abono paciente de la réplica y contradicción, con el voleo e intercambio de la diversidad democrática y esa salivación donde se fundamenta la idea sin estruendo y sin denostación.

Tentación de tertulia las viejas mesas de mármol, que parecen sostenerse con el esqueleto trasnochado de las antiguas máquinas de coser y tentación de tertulia el mantel a cuadros rojos y blancos o la lisa mantelería almidonada de un café en pleno corazón de Madrid donde se privilegia la pausa y la parsimonia, en franca lucha contra las prisas de los modernos cafés biodegradables con pajitas verdes y envase de plástico para tortugas.

Tentación de tertulia el hombre que se acomoda el bigote al filo de tomar de un sorbo el hirviente solo de una mañana libre o la cara de alivio de la señora que apura un solo doble con hielos, así no haga tanto calor en las vías y tentación de tertulia la de los jóvenes que abarrotan una cabina de cafetín como si fuese un compartimento de ferrocarril, sin ventanilla sino más bien ventana al Paseo de Recoletos y entre risas, mirar con asombro el paso del mundo entero… como tentación de tertulia.

Condenados a tener que comer en silencio y soledad, los habitantes del mundo que aún leen en papel y escriben a mano, los marchantes de humo y reflexión, los locos pensantes de un pretérito como ejemplo, apuntalemos el oasis como bálsamo, el respiro en medio de tanto ruido donde nos inventamos tertulia con uno mismo.