Hay una pequeña plaza que hace esquina entre el circuito interior y la calle Patriotismo donde los bustos oxidados de un puñado de ilustres compositores mexicanos ven pasar los coches que viene del sur. Cada mañana pasamos por allí camino de San Miguel de Chapultepec y cada mañana nos encontramos con el mismo policía de tráfico que sestea apoyado entre el busto con busto prominente de Consuelo Velázquez y el perfil serio de Ricardo López Méndez, “El Vate”. Quizá las difuntas viejas glorias mexicanas necesiten de alguien que regule el paso del tiempo por sus estatuas y el policía durmiente sólo cumpla con su parte del trabajo.

Muchas veces pienso en sacarle una foto, pero luego me imagino esposado en un coche patrulla de la división de tránsito y se me pasan todos los impulsos de hacer clic. De todos modos, hoy hubiera sido un buen momento para hacerlo de no ser porque el huracán Franklin tocó la costa de México anoche y nos hemos levantado en una ciudad que se escurre por sus grietas. Por primera vez en mucho tiempo hemos pasado por la plaza de los compositores y no había rastro del policía. Esta mañana, José Alfredo Jiménez goteaba un corrido solitario en el parque y  hubiera sido bonito poder empaparse juntos con la cultura mexicana.