El Instituto de México en España y la Casa de México se vuelcan este año con el 80º aniversario del exilio español en México. Entre 1934 y 1940 se refugiaron en México cerca de 25.000 españoles como consecuencia de la Guerra Civil Española. “Producto de estos acontecimientos hay historias que han marcado la vida de cientos de familias y los lazos entre México y España”, dice Gonzalo Estrada, autor de este retrato del exilio español en México. En esta entrega nos cuenta la historia del abogado valenciano Enrique Manaut Viglietti por medio de su hijo.

Por Gonzalo Estrada.

Exiliarse no es desaparecer sino empequeñecerse,

ir reduciéndose lentamente o de manera vertiginosa

hasta alcanzar la altura verdadera, la altura real del ser. Roberto Bolaño.

 

CÓRDOBA (Andalucía), España.- Decía Don Gonzalo N. Santos, cacique de San Luis Potosí, México, que a sus enemigos políticos les daba a escoger encierro, entierro o destierro. Frase que además el Gargaleote Mayor se atribuía a sí mismo.

Lo cierto es que la frase, sea de quien fuere, es un triángulo cuyas esquinas matan, hieren y coartan la libertad en una zona de conflicto que, en el mejor de los casos, te obliga a salir de tu lugar de nacimiento.

A instancias del General Lázaro Cárdenas del Rio, presidente de México entre 1934 y 1940, se refugiaron en México cerca de 25.000 españoles como consecuencia de la Guerra Civil Española (1936-1939).

Producto de estos dolorosos acontecimientos, hay historias tristes, desgarradoras, que corroen el alma y dejan el corazón hecho girones. Tantas como las de los niños que llegaron a mi Morelia, Michoacán, como “niños de la guerra” y luego a la postre los “niños de Morelia” de la mano de Doña Amalia Solórzano de Cárdenas. Estos acontecimientos que han marcado la vida de cientos de familias y los lazos entre México y España.

En el transcurso de aquellas travesías marítimas para llevar a buen puerto, al Puerto de Veracruz propiamente dicho, a los miles de refugiados, ocurrieron grandes hazañas y momentos llenos de emoción ante la incertidumbre y con la razón en apuros de aquellos hombres y mujeres obligados a dejar su tierra.

Y así me lo refiere el Doctor Enrique Manaut Gil, valenciano, médico neurólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México e hijo de Don Enrique Manaut Viglietti, abogado valenciano y refugiado en México. Su padre le refirió las peripecias por las que pasaban y que denotaban la desesperación por la libertad cuando estaban en los campos de refugiados en Francia y en Argelia; En Francia les anunciaron que abordarían un barco que les llevaría a México, uno de los refugiados presa de la desesperación se internó andando mar adentro y falleció por ahogamiento.

Me cuenta que, en algunos de los muchos campos de refugiados españoles en Argelia los trataron terriblemente, como si fueran campos de concentración e incluso hubo un hecho que se salió de control que derivó en el asesinato de un argelino a manos de los refugiados españoles que eran tratados violentamente. En un descuido del guarda argelino, lo introdujeron al refugio y fue asesinado a golpes, con lo que amainó el trato rudo hacia los refugiados temporales en Argelia.

Don Enrique Manaut Gil me refiere otro hecho significativo como el que una vez embarcados desde Casablanca, Marruecos hacia América los refugiados españoles llegaron a Veracruz Puerto y después de una larga espera para identificarles y demás trámites de rigor, les anunciaron que de inmediato les darían alimentos. Al saber eso de pronto los viajeros comenzaron a lanzar panes que traían entres sus pertenencias al mar, con lo cual en cuestión de minutos quedó rodeada la embarcación de panes flotando en el mar. Panes duros que ante la incertidumbre iban almacenando en sus ropas durante aquel largo viaje.

También me refiere con emoción el trato del día a día de los mexicanos hacia los españoles, salvo algún altercado como siempre por las noticias que llegaban a México algunos “gachupines” y mexicanos, les miraban raro sin saber siquiera cuál era el bando de su simpatía.

En otro orden de ideas me comenta que a quienes eran médicos de profesión en España pero no podrían acreditarlo documentalmente se les aplicó una evaluación para “certificarlos” y aprobados por un destacado comité binacional España-México, se les permitió ejercer la medicina, salvo firmar certificaciones de muerte.

Hechos que han marcado tanto a los refugiados, que como me dice el Doctor Manaut, piden como última voluntad al morir que sus cenizas sean esparcidas al Golfo de México, a su Puerto de entrada, el hermoso Veracruz.