El escritor Jorge F. Hernández y el joven mexicano Santiago Izuzi dignificaron la memoria del 2 de octubre de 1968 en la conferencia ‘No se olvida’ que organizó la Casa de México (Madrid) y que consistió en un enriquecedor diálogo intergeneracional.

MADRID, España.- Jorge F. Hernández trabajaba en la Secretaría de Hacienda cuando le preguntó a su compañero Alberto Torres, como solía hacerlo con todo el mundo, dónde estaba el 2 de octubre de 1968. Respondió de forma esquiva que de eso no quería hablar y que alguna vez se animaría hacerlo. Tiempo después le contó, en una cantina, que 1968 fue el año de su noviazgo con Esperanza, con todo lo que implicaba un romance en aquella época de escondites secretos para desafiar la estricta moral. Temió una encerrona para forzarlo a pedir la mano de su amada el día que Esperanza le dijo que su padre, militar, quería hablar con él. Le sorprendió la advertencia que recibió del coronel: celebraba el amor furtivo de los jóvenes, pero debían alejarse de todas las manifestaciones estudiantiles que habían empezado a gestarse aquel año y dirigirse al lado opuesto de dónde ocurrieran en la ciudad.

El joven Alberto se tiró sobre la joven esperanza cuando se oyeron los primeros disparos el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en clara desobediencia a las advertencias del padre de Esperanza. En aquella confusión, el joven cerró los ojos y de pronto creyó estar poseyendo el cuerpo de su amada cuando, en realidad, estaba muerta debajo de ella.

En la cantina recuenta: se murió el mundo y decidí hacerme el muerto. Se quedó tendido sobre ella. A partir de las once de la noche, cuando empiezan a levantar cuerpos, un soldado gritó éste está vivo, éste se está haciendo y cortó cartucho. En una motocicleta con un sidecar llega el papá y, viéndolo, le dice en dónde está ella.

El joven hizo la señal de que se la habían llevado y el padre, al que preguntan otros militares si lo va a fusilar, responde: a lo mejor allá atrás no ve nadie. Pero en lugar de matarlo, lo lleva a su casa y le dice: ni una sola palabra a mi mujer. Le prepararon un caldo antes de que se durmiera en la cama de su amada y, el 6 de octubre, el coronel le preguntó dónde vivía.

No lo he vuelto a ver nunca, me contó en la cantina. Y concluyó: Nos equivocamos todos.

Esta anécdota, que la cuenta en su libro Réquiem por un ángel, cerró de forma magistral la conferencia No se olvida que organizó la Casa de México para conmemorar 51 años desde la matanza de Tlatelolco.

En alusión al ambiente represivo con el que los jóvenes del ’68 rompieron, el director del Instituto de México en España y Agregado Cultural de la Embajada de México en España contó un episodio entre un padre y su hijo de cuatro años que presencio en pleno barrio de Salamanca, en Madrid. Cuando el niño hablaba lo que podía parecer un lenguaje sin sentido, el padre comenzó a decirle que se callara porque nadie le entendía. Habla bien, obedece, decía el padre cada vez más irritado hasta que le soltó un golpe seco en el cráneo después de que el niño pisara la calle en un paso peatonal en alto en una nueva  desobediencia a su padre.

Por supuesto que el padre avisó. Pero mis hijos crecieron en un ambiente donde no había golpes, incluso cuando había desobediencia”, dijo Hernández, que defendió al niño en aquel episodio, aunque reconoce que debió intervenir antes.

La conferencia, que contó con la intervención de Ximena Caraza en plena celebración por el primer aniversario de la Casa de México que ella dirige, consistió en una conversación entre el escritor mexicano y el joven Santiago Izuzi. Vivenciaron así un diálogo entre épocas y aportar una mirada intergeneracional. El joven destacó la superficialidad con la que las nuevas generaciones estudian los episodios ocurridos aquel año, apenas mencionados en los libros de texto. Consciente de los derechos y libertades conquistados en gran medida por luchas como la del ’68, Izuzu considera que las nuevas generaciones tienen nuevos motivos para tomar las calles ante la falta de salidas laborales y de expectativas profesionales.

Esta imagen actual contrasta con la imagen del presidente Gustavo Díaz Ordaz el día de la toma de protesta, con la mano extendida para que le besaran la mano, que a su vez contrasta con la valentía y gestos de coraje cívico de Abel Quesada, que el 3 de octubre publicó un cartón de luto en El Excélsior, y de Octavio Paz, que renunció a su puesto de embajador en la India.

Sí es otro México el que vivimos los de mi generación”, dijo el joven Izuzi en agradecimiento a aquellos jóvenes que, quizá sin saberlo, abrieron camino a la conquista de derechos y libertades fundamentales para las nuevas generaciones, que tienen sus propias reivindicaciones legítimas en un país con nuevas heridas.