El número de mexicanas y españolas dedicadas a la ciencia se ha multiplicado en las últimas décadas, pero aún deben enfrentarse a un ambiente laboral donde suele valorarse más el trabajo de los hombres.

Las mujeres académicas deben convivir con lo que se conoce como “clima frío”, que hace referencia tanto a la sensación de incomodidad física como al hecho de trabajar en un ambiente poco acogedor.

El Museo de Ciencias Naturales de Madrid presenta la exposición Mujeres Nobel. Los primeros Premios Nobel se entregaron en 1895 y, desde entonces, sólo 48 mujeres han sido galardonadas (12 en Medicina o Fisiología, 14 en Literatura, 2 en Física, 4 en Química y 16 con el Premio Nobel de la Paz). La exposición muestra una selección de trece mujeres que lograron alcanzar este reconocimiento y dos que fueron nominadas a conseguir el galardón, Irene Sendler, candidata al Nobel de la Paz y Concha Espina, al de Literatura. La exposición puede disfrutarse hasta el 20 de marzo de este año.

Pero a pesar de que estas mujeres merecen reconocimiento por sus logros, el panorama científico está plagado de historias que marcan la diferencia a pesar de no llegar a recibir el Nobel. Tessy López Goerne, es una química mexicana nominada al Nobel de Química en 2016. Una de las primeras científicas en usar nanopartículas para tratamientos médicos. Esta investigadora ha creado un gel con el que tratar el pie diabético y actualmente planea aplicar sus métodos al tratamiento del cáncer.

Mujer que apuesta por la presencia femenina en la ciencia

“Hacer ciencia es una profesión apasionante, pero dura, y más aún en países como el nuestro, y aún más dura si eres mujer”, afirma Carmen Moreno Rodríguez, coordinadora del informe HBSC de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre los hábitos de los jóvenes escolarizados en más de 40 países de Europa y América del Norte. Es Catedrática de Psicología Evolutiva en la Universidad de Sevilla, un puesto al que consiguen acceder pocas mujeres.

Foto: HBSC España

El equipo actual de Moreno está conformado por diez mujeres y dos hombres, sin contar a los becarios. Al igual que en su grupo, las universidades españolas se caracterizan por una normativa que permite la igualdad a nivel formal en la mayoría de los equipos de trabajo. Pero por otro lado podemos hablar de una “desigualdad encubierta”.

“El currículum de hombres y mujeres se valora de igual manera en cualquier concurso de méritos, pero hay muchas cosas que no están en el currículum y que lastran de manera especial a las mujeres. Por ejemplo, cuando en un equipo de investigación hay que hacer fotocopias o tareas “poco lucidas”, ¿quiénes hacen esas tareas? Otro ejemplo, imaginemos el currículum vitae de un hombre y el de una mujer, ambos de 50 años, y supongamos que ambos tienen méritos equiparables”, sostiene la investigadora.

Sólo el 21% de los puestos de las cátedras universitarias españolas están ocupados por mujeres, a pesar de que la media académica de las mujeres es mejor y su trabajo es más eficiente, según un estudio realizado por el diario El Mundo. En los últimos años el número de mujeres que estudian carreras de ciencias se ha multiplicado. Sin embargo, aunque la cantidad de mujeres en las aulas suele superar a la de los hombres, ellas no suelen llegar a altos puestos académicos y las que lo consiguen deben asumir un coste personal muy elevado. Carmen Moreno habla del “efecto tijera” por el cual el coste personal que tienen que asumir, mucho mayor que en el caso de los hombres, hace que muchas mujeres tengan menos posibilidades de acceder a puestos de responsabilidad conforme avanza su carrera pese a que la calidad de su trabajo sea igual o superior a la de sus compañeros hombres.

Los medios de comunicación tradicionales suelen contribuir a la invisibilización de la mujer con  declaraciones de los líderes varones de los grupos de investigación.

Pocas veces he visto que se dedique tiempo a reflexionar acerca de lo que significa ser mujer y hacer ciencia.

En opinión de la investigadora, las dificultades para el ya de por sí difícil acceso a un puesto académico son mucho mayores para las mujeres.

“La vida en pareja y la maternidad son asuntos que tienen un peso muy significativo en la socialización que hemos tenido como mujeres e interfiere mucho más en nuestra carrera investigadora que en el caso de los hombres”, sostiene Moreno.

Roles femeninos en México

En México estos roles están mucho más marcados y la presión que sufren las científicas e investigadoras para asumir “roles femeninos” dificulta aún más su evolución profesional. En 2015 la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) realizó un estudio para comprobar las relaciones de género entre los estudiantes. Se analizaron grupos de hombres y mujeres de las facultades de Derecho, Ingeniería y Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El estudio reveló que las mujeres debían convivir con desprecios constantes por parte de sus compañeros masculinos: constantes quejas de cambios hormonales que afectan al carácter, acusaciones de manipulación e incluso se llegó a descalificar una denuncia por acoso por parte de un profesor. De esta manera se demuestra que la igualdad en las aulas y en los círculos académicos no sólo es algo relacionado con la burocracia, existe un machismo real que pone trabas diarias a las mujeres y que frena sus avances en la ciencia.

Es más probable que un hombre termine sus estudios relacionados con la ciencia a que lo haga una mujer, según un estudio realizado por Naciones Unidas en catorce países. La igualdad y la ciencia se encuentran entre los objetivos de la Agenda 2030 para lograr un mundo sostenible. Hay mucho que celebrar el 11 de febrero pero también muchos objetivos y retos para el futuro. Aún quedan doce días de la Mujer y la Niña en la Ciencia hasta que se cumpla este plazo de la agenda de sostenibilidad, doce oportunidades para la igualdad, para cambiar no sólo políticas o sistemas,  sino también conciencias para reconocer sus aportaciones y los logros que han conseguido ellas y quienes les precedieron y lucharon por encontrar su lugar en la ciencia.


Fotos: Javier González Sánchez